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Rojo carmesí

El piso 29, uno de los últimos de la torre, tenía la particularidad que sus enormes ventanales dejaban ver los cuatro puntos cardinales. Llegado el anochecer,  Jorge con una botella de agua mineral, iba recorriendo y levantando cada una de las cortinas que cubrían los vidrios, para sorprenderse, con la poesía que se le presentaba, todo a su alrededor, allá afuera.  Luces tenues, las necesarias para darle un poco de color a los filos de los muebles, no hacían más que resaltar la acuarela exterior, la que un poco de viento, y la agonía del sol, pintarrajeaba ante sus ojos.  Azul oscuro, con nubarrones que ennegrecían el cielo aún más, era la vista desde el dormitorio principal.  Abajo estaba el río, aunque a primera mirada era solo una sospecha, ya que al observar, era mucha la negrura entre la avenida, llena de luces de autos y el cielo, camino a encapotarse por completo.  

Jorge se tiró un poco de agua sobre la cabeza, se secó con la camisa que recién se había quitado, y se sentó sobre la  cama, con las ventanas de frente.

" Hola, tengo una tormenta frente a mi, lejos, eso si, pero que puso rumbo a mi ventanal.  ¿Querés que te cuente cómo se va acercando?" - mensaje de Jorge

"Quizás pueda imaginar la música del viento que la trae y escribir una canción. O adivinar las miles de letras que van dibujando las nubes al ir tiznando una a una cada estrella de vaya a saber qué galaxia"

"¿Ves?  Allá abajo, en la avenida que costea de norte a sur este brazo del Río de la Plata, cientos de halos de luz van de prisa hacia mi izquierda o a mi derecha, buscando salir de acá, antes de que llegue la lluvia.  Pero yo creo que en realidad, buscan encontrar primeros, ese lugar preferencial que les permita disfrutar de esta noche de rayos, truenos y mucha agua.  No es algo menor, no hay espectáculo comparable en toda la zona, y este es El lugar, dónde un ilusionista brindará un show de destellos de fantasía, enfundados en fogonazos que nadie mejor que una buena tormenta puede regalarnos" - siguió Jorge

El tilde gris ya se hizo dos, y al ratito tomó color

-  Todo bien, pero estoy con ocho cosas a la vez, y vos boludeando.  Hablemos más tarde -  escribieron desde el  11 5844 32.. 

Jorge se calzó las zapatillas, se puso la camisa medio mojada y dejó atrás su departamento.  Al llegar a la planta baja, saludó al portero -  Osvaldo! -  con un gesto de su mano derecha, mientras con la izquierda, tomaba prestado el libro de visitas, una carpeta de tapas  duras y tamaño generoso.

Frente al portero eléctrico del edificio, apoyó la carpeta sobre la botonera, haciendo sonar a los cincuenta y pico de timbres.  A medida que iban respondiendo, el mensaje era claro - Suban a la terraza, recibamos juntos a la tormenta -

Entró, devolvió el libro de visitas, y subió a la terraza con el ascensor, sin que ningún otro pasajero, detuviese la marcha y se acoplara al viaje.

Ya era casi de noche, sobre la pared que daba a la sala de máquinas, dos tortugas de esas de vidrio, ponían alguna luz de referencia para que no fuese tan difícil la estadía allí arriba.

Jorge se acercó a la baranda  de bronce que daba hacia el este.  La brisa ya no era tal, viento con olor a agua era lo que humedecía su rostro, y mientras hacía fuerza por tener los ojos abiertos, escuchó, unos metros por detrás, la llegada del ascensor, y luego sus puertas abrir y cerrarse

-  Hola -

-  Hola ¿nos conocemos? -  preguntó Jorge

-  Yo te conozco, te vi cruzar el lobby un par de veces.  Soy Lucía -

Jorge la miró - Te vi en el gimnasio ¿no? -

Lucía asintió con una sonrisa, y se apoyó sobre la baranda, junto a Él

-  Siempre que está por llover, me asomo a la ventana a esperar a que haya rayos, me gusta mucho verlos, pero parece que no les simpatizo porque nunca aparecen -  Lucía habló en voz baja

-  ¿Nunca habías venido a la terraza? -

-  No se me había ocurrido -

-  Es probable que cuando uno copa las terrazas, anuncia que está esperando la función, y entonces ahí arranque todo

Allá abajo, unas sirenas cortaron el clima, y ambos miraron hacia su izquierda.  Humo y fuego, cada vez más importante, se levantaban por detrás de una construcción grande, a unos quinientos metros de la terraza.  Dos explosiones se oyeron desde esa dirección, y de a poco comenzaron a llegar dos camiones de bomberos y unos autos de policía

-  ¿Qué habrá pasado? - preguntó Lucía

-  Es uno de los depósitos del puerto, vaya a saber qué había guardado -

Una lluvia finita empezó a caer sobre el edificio, sin truenos ni relámpagos.  Y Jorge y Lucía se miraron con cara de resignación, era mejor ir bajando

Una explosión más resonó allá afuera.  La luz del ascensor se apagó, y su marcha se detuvo

-  La puta madre! -  Dijo Lucía

-  No te asustes, se cortó la luz pero hay un grupo electrógeno, enseguida vuelve -

Lucía temblaba del miedo.  Una luz roja sobre el tablero titilaba,.Jorge la tocó y una alarma externa comenzó a sonar.  Siguó apretando cada uno de los botones buscando una luz de emergencia, pero sin conseguir que hubiese más luz que el reflejo rojo de la alarma.

-  ¿Tenés un celular? - Preguntó Jorge

-  No, no traje nada - se escuchó cerca.  Y un sollozo.  Jorge golpeó las puertas de metal, y gritó pidiendo ayuda -  ¿Hay alguien ahi? ¿ Alguien me escucha? - Hizo sonar un par de veces la sirena, hasta que se dió cuenta que lo único que estaba consiguiendo era poner más nerviosa a su compañera, que suponía estaba sentada en el piso, sobre una de las paredes

-  En cualquier momento tenemos luz y esto arranca de nuevo.  A ver.  Ahí se escuchan pasos, debe se el encargado tratando de dar la corriente. -  

Los pasos así como se escucharon venir, se oyeron alejar. Una cuarta explosíón, esta vez más cerca hizo mover al ascensor.  Hubo un grito.  Jorge golpeó una vez más la puerta metálica y no muy lejos se oyó el inconfundible ruido que hacen los elevadores al subir o bajar.  Otro bamboleo y finalmente comenzó a descender, medio a los tirones, pero así y todo, daba un poco de tranquilidad que todo se solucionara.  La luz fue un pequeño y tenue reflejo que de a poco iba tomando intensidad muy lentamente.  Se detuvo en el 15 piso, las puertas se abrieron y nadie bajó.  Jorge miró hacia dentro, estaba solo.  Una mosca revoloteó hasta apoyarse sobre su cara y lo puso aún más nervioso; de un manotazo la mandó para afuera.  Apretó el 29, las puertas se cerraron y una vez más comenzó a ascender. 

Entró en su departamento y fue directo al baño, tenía ganas de vomitar.  Pero solamente eran ganas.  Se quitó la camisa y abrió la canilla fría para lavarse la cara.  Levantó la vista y su imagen en el espejo mostraba un par de labios rojos marcados sobre una de sus mejillas.  Pasó su mano y restos del lápiz labial tiñeron suavemente sus dedos.  Afuera, muchas sirenas podían escucharse a lo lejos, y por los ventanales del dormitorio podía verse a lo lejos, humo surcando el cielo tormentoso y muchas luces allá abajo.

Abrió la ducha y se quedó un rato debajo de ella,  tratando de entender todo.  Se puso ropa y bajó a la planta baja, para ver qué estaba pasando.

En el lobby muchos vecinos también habían bajado para ver que sucedía

Uno de los ascensores abrió sus puertas y de él, descendió una joven de jean y campera gris

-  Lucía! - exclamó Jorge

-  La joven avanzó unos pasos dirigiéndose hacia la puerta

-  Lucía - insistió Jorge, cruzándose a su paso.  La joven de jean y campera gris lo miró con cara de no entender nada, y siguió su camino.  Jorge se quedó viendo cómo atravesaba la puerta de vidrio.  En la calle, un auto de alquiler la esperaba con la puerta abierta.  Antes de subir, se dió vuelta en dirección al interior del edificio, y mirándo a Jorge, le dedicó una enorme sonrisa, de dientes brillantes y labios rojo carmesí

El auto se perdió en la noche, y a lo lejos, confundida entre las sirenas, se escuchaba esta canción, de vaya a saber dónde (hagan click en el link y suban el volumen)


Riqui de Ituzaingó

 





Comentarios

  1. Riki muy buenos tus cuentos, parece que lo estás viendo todo, te mantienen en suspenso... gracias

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  2. Es interesante el relato, pero digo yo como se pintó los labios la mosca???? Menos mal que no la mató...
    Me encantó la historia, pero me emocionó escuchar a mi ídolo!!!
    Ana Lidia Pagani.

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  3. Es que las Lucías son así de mágicas...

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