Camino por la arena hostil
que lastima la piel cuando vuela,
que enceguece los ojos, una y otra vez.
Ahi enfrente, una nueva duna,
la que uno espera sea la última,
pero el desierto es así.
una continuidad que nunca acaba.
Le doy mis manos al viento,
se colman de minúsculas partículas de polvo, o de arena,
¿quién puede saberlo?
Las sacudo y algo de transpiración
hacen que una de ellas, quede en el centro de mi mano izquierda.
Apreto fuerte para que no se caiga y la apoyo sobre mi corazón.
Siento cómo su latir se pliega a mi mano
y quizás llegue a conmover
a ese pedazo de una de las dunas de este desierto.
Mi desierto.
Cierro los ojos, un poco por el incontenible viento
y otro poco, buscando concentración.
Escucho su voz.
No siempre fue arena, antes fue piedra, y también roca.
Rodó de una montaña, de la que con orgullo fue parte,
cuando las aguas de un río que de ella nacía
hicieron que siguiese su propio camino,
llevando un mensaje, quizás, buscándome a mi.
Pude escuchar su lugar, apacible por cierto,
y decidí ir en busca de él.
Abrí mi mano izquierda,
e hice que mi porción de duna,
se sumara al interminable viento del desierto.
Con mi mejor sonrisa (dentro de mi boca cerrada)
y viendo por la comisura de mis ojos,
puse norte a mi camino, y me dispuse a buscar
la primera parada de este viaje:
El valle, la montaña, y el río.
Ríqui de Ituzaingó
Excelente!!!!!
ResponderBorrarFreddy
Buenísimo Ricardo, diferente a todo lo demás, me encantó!
ResponderBorrar❤️
ResponderBorrarTratando de ver más allá de esas palabras ❤️
ResponderBorrarCreo que debo estar sola, en silencio y sin nadie que me hable para entenderlo mejor.
ResponderBorrarAna Lidia Pagani.