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847

He notado que entre las hendijas que forman el empedrado de la cuadra donde estaba mi casa, pueden verse crecer algunos yuyos, lo que menos esperaba encontrar.  Son muchos años sin lustrar esos adoquines con la suela de los mocasines marrones que me calzaba para ir al colegio 

Hoy es el último día de clase antes de las vacaciones, y voy con la chomba azul de salir, y los zapatos color suela que forman parte de mi uniforme de los bailes de los sábados.  Relucen por todos lados, como cada uno de las piedras que decoran esta calle, y pareciera que brillo con brillo no es compatible, porque aún no terminé de cruzar y ya me patiné dos veces.  Quizás sea este el último par tan patinoso que compre. Habría que probar con goma allí abajo

La parada del 12 ya no está más, a lo mejor para en otro lado o cambió el recorrido.  ¿Pasarán colectivos por este barrio?  Miro hacia allá y también hacia la avenida y no veo gente ¿Para qué tendría que venir un colectivo, si nadie lo está esperando? Y la parecita que hacía las veces de banco, hoy creció y mide casi dos metros, y es pizarra o mejor dicho fue pizarra de muchas pegatinas, que a juzgar por el desgaje que está a la vista, varias campañas políticas pasaron por aquí

Viene el colectivo, ¿lo corro?  No, sería una caída seguro.  Mejor, voy despacito y me siento en la parecita a esperar el otro, y ya que estoy, quién me dice que no me cruce con Ella, pienso que quizás tome el próximo bondi.  ¿Cómo se llamará?  ¿Vivirá realmente en la casa de dos plantas del 847.  Yo creo que si.  Nadie viene de visita a una casa a eso de las siete de la tarde

Algunas casas están iguales, es decir, perdura la forma principal, pero pareciera una constante en esta zona, que el  mantenimiento es sólo para que las paredes no se caigan  a pedazos, o para agregar algún ambiente arriba o techar una entrada de auto.  Pero nada de pintura, ni pasto cortado al ras.  Hasta los árboles que por estos días pasaban de florecer al verde  intenso, se notan resignados a no ser más protagonistas por falta de espectadores románticos, y justifican su presencia, sosteniendo con alambres, canastos de basura o carteles de Gasista matriculado

Nunca había prestado atención pero la casa del 847 es la más linda de la cuadra.  Sin rejas, con un césped que invita a quitarse los mocasines y deambular sobre él, hasta que ese verde vaya subiendo por mi piel y se convierta en partícipe necesario de una sonrisa.  La vi solamente una vez, e imaginé como reía, su tono de voz, sus pelos volar si hay que correr, y brillar si el sol de la primavera aún nos permitiera quedarnos dormidos un rato, sin importar la hora del comienzo de las clases

No tengo hambre, en mi boca percibo cierto amargor luego de una noche de alcohol, ese que disparó recuerdos y hoy me empujaron a volver a filmar una nueva versión de la película de este barrio, donde por lo visto, soy el único protagonista.  Un film que me recordaría esos cortos de Europa del este que solía ver en el cable, las noches de insomnio tan frecuentes.  Menos mal, ya que el almacén de García, hoy no es más que una persiana a punto de deshilacharse en mil pedazos de herrumbre, testigo de mil tarde de lluvias de otoño

Dejé la párada del 12 y puse rumbo hacia la casa, haciendo la escala de rigor en el almacén, y sacando cuentas, le pedí a Don García un cuarto de las galletitas de limón, esas que tanto me gustan.  Salí, comí una, y me senté en el cordón de la vereda, a esperar.  Me comí una segunda, y una tercera.

Crucé la calle y me sorprendi al ver que su casa, tenía parte del techo hundido, y dos árboles grandes, quizás paraísos, habían crecido en el jardín, levantando parte de la vereda, y que seguramente fueron los responsables de las rajaduras de la pared que hacía las veces de medianera

Se abrió la puerta del 847, una señora con bolsos salió, y puso un candado en la puerta, y comenzó a caminar en dirección hacia la ruta.  Entendí que Ella ya se había ido.  MIré el reloj, 12.30, y era tarde para ir al colegio, y temprano para volver a casa.  Me puse a caminar por ahí, vi jardines florecidos, algunos árboles que parecían tener fruta madurando.  Vi perros preparándose para romper las guindas a la hora de la siesta, y me perdí por una calle de tierra, que no sé a dónde me llevaría

Se abrió la puerta del 847, una adolescente de sonrisa franca y pelo brillante como el sol, salió de la casa.  Le dió un par de vueltas de llave a la cerradura y se fué en dirección a la ruta, donde, cuándo era chico esperaba el colectivo para ir al , colegio.  Miré el celular, 12.30, ¿había llegado tarde?  En fin, me quedé parado un rato y comencé a caminar hacia ninguna parte.  Vi algún baldío, troncos caídos en alguna tormenta pasada, y dos perros huesudos y sarnosos que buscaban en la basura algo que comer.  Les chiflé, y vinieron.  Juntos nos perdimos por una calle de tierra que no sé a dónde nos llevaría


Un tema de regalo (hagan click y suban el volumen)


Riqui de Ituzaingó


Comentarios

  1. Ésta no la entendí muy bien, localice el colectivo, la calle Arena, el almacén de Don García... Pero los adoquines.... No los ubique!!!
    Ana Lidia Pagani!!!!

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  2. Beyesa! El "Yuyo Verde" del tango es ese, el que sale del cemento, de los pliegues de la pared, de la nada... Muy bueno el ida y vuelta temporal, muy reconocible para muchos de nosotros algunas sensaciones que contás; "la chomba azul de salir" me hizo acordar a "la cuchara de probar" la comida en la cocina de García Márquez...

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