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No soy un extraño Parte 2) - Historias de Poli/ladron

Otro en su lugar aprovecharía la madrugada para dormir, esperando que no pasara nada importante que lo obligase, aunque mas no sea, a decir dos o tres palabras en la  radio policial.  Esas noches de julio, venían bastante tranquilas - Toco madera!! - dijo en voz alta, buscando algo sin patas.  - ¿Un bastón se considera pata? -  No había otra cosa a mano, más que ese lustrado trozo de cedro o alguna otra madera rojiza; siempre, ahí al lado de la bandera argentina.  Ese bastón era una especie de compañía.  Especie porque acompañar siempre implica, cobijar, entender, estar.  En ese caso esa maderaa le recordaba a su padre, el que luego de un accidente en la calle (que nunca supo muy bien cómo fue) quedó rengo y malo.  Bah, siempre lo fue, lo de malo.  Pero pareciera que la renguera le hubiese exaltado su maltrato hacia los demás, especialmente hacia Mario. Ese palo era el símbolo de todo lo que estaba mal.  Cuántas veces lo golpeó en su espalda, tantas que casi se fue haciendo costumbre, y su lomo parecía estar adormecido.  Pero su padre que a partir de ese accidente tuvo que retirarse de la Policía, no sólo le legó el seguir en la Institución, sino también algunas costumbres, casi ritos.  Escuchar la radio de noche tomando algo fuerte (para el pibe,  vino con soda) por ejemplo.  Mario se sentaba en una silla de madera, de respaldo alto, y mientras en la AM hablaban y cada tanto ponían alguna canción, él se quedaba escuchando historias.  De ladrones, matones y asesinos, casi siempre con final feliz para Don Ubaldo.  Y las horas se hacían madrugada y Mario no quería que esos momentos terminasen, porque cuando su padre bebía, se ponía más bueno y no le pegaba, ni a él, ni a sus hermanos.

Mario Molina, se sirvió una taza grande de café, con muchas posibilidades de que estuviese quemado, y le puso un chorrito de whisky, de una petaca que guardaba en el único cajón que tenía llave.  La radio, la madrugada y el alcohol le regalaban el marco ideal para que él también fuese el que contara sus propias historias de tiroteos, persecuciones y celadas para atrapar criminales.  Abrió un word y escribió, vaya a saber para quién.  La silla que había al lado del escritorio, estaba vacía, sin niños a quien pudiese encandilar con sus relatos. En su casa, ellos no querían escucharlo, se burlaban de él, a imagen y semejanza de Mariel, su mujer.  

Casi al  terminar la taza, ya con dos carillas escritas, agregó whisky, y lo bebió de un sorbo.  Redactó: Esta historia continuará en algúna otra noche, cerró la computadora y con paso cansino fue hasta el hall de entrada de la comisaría.  Tomó el llavero que estaba sobre el mostrador de madera y abrió la puerta de blindex..

-  Entren carajo!  Vístanse rápido y atiendan ese puto teléfono que no para de sonar! -  Se volvió a su oficina.   Desde allí se escuchaba la radio policial, seguramente manteniendo despiertos a quienes andan patrullando la ciudad.  

-  Espero que estos dos aprendan a respetar el uniforme - murmuró mientras entraba nuevamente a su oficina.

Molina apretó el boton de emisión de la radio y:

-  Iriarte.  ¿Cómo va todo por ahÍ? -

- ... -

-  IRIARTE, CONTESTE CARAJO! -

-  Si Oficial! -

-   Si, las pelotas!  ¿Porqué no contestaban?  No me digan que se durmieron porque los meto preso a los dos. -

-  No, Señor Oficial -

-  ¿Cuál es la situación ahí? -

- Hay una caminoeta con las luces encendidas en la cochera -

-  Pero .... ¿No les dije que no entre ni salga nadie? -

-  No lo vims entrar Señor Oficial -

-  INÚTILES! -  Molina se paró de su silla y tomó su campera, arma y gorra. -  Enciendan la luz azul del móvil y bloqueen la entrada.  Vamos para allá. -

Afuera el frío todo lo cubría.  Se podían ver los charcos cristalizados. Allá a lo lejos se escuchaba el paso de algún camión.  La madrugada corría al galope y si no hubiese nubes en el  cielo, la mañana, de a poco, se iría asomando.

(continuará ...)


Riqui de Ituzaingó


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