Sonó el timbre. Carlitos se asomó por la ventana de la cocina y abajo estaban el Chino, Anibal y Rodri. - Bajá Carlitos! - se escuchó desde la vereda. - No puedo ahora, les abro y suban que tengo un quilombo acá - Se escuchó la chicharra del portero eléctrico, y enseguida la puerta de entrada que se cerraba de un portazo. - Dejo mi bici acá abajo! - gritó Rodri. Encendieron la luz de la escalera y empezaron a subir, esquivando la bicicleta que estaba apoyada sobre los primeros cuatro escalones, quedando un pequeño pasillito, el que solamente los pibes podrían utilizar. Las paredes verdes a ambos lados, disimulaban las marcas de manos de los que titubeaban al dar el paso siguiente, buscando el inexistente pasamanos. O las de Carlitos que subía y bajaba los escalones corriendo y pegándole manotazos a la pared, como para no perder el trazado correcto y evitar la caída. Al principio se pegó un par de porrazos, siempre cuando bajaba con Morito....