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Mostrando las entradas de agosto, 2020

Ruta 14 - Última parte

La tarde ya pintaba con otros tonos, el paisaje de campo que durante todo el día fue cambiando sutilmente, casi sin que quienes lo atravesaran lo hayan advertido.  Las sombras que los pastizales compartían entre sí, ahora hacían que la vista  a cada lado de la ruta, simulara láminas de campos serranos. Sin embargo por la mañana, el verde era más intenso como suele verse en los amaneceres pampeanos. -  Al final no me dijo de qué deudas de juego se trataba, esto de llevar gallinas de un pueblo a otro -  Julio quiso disimular el giro que había pegado el viaje -  Acá se juega fuerte! - Con desgano Indalesio dejó esa frase, vaya a saber si para generar en su interlocutor el interés, o como para no ser descortés con quien lo estaba llevando a María Teresa.  Bah, esa era la idea inicial -  Eso ya lo dijo y no llegamos a nada - -  Los viernes cobra la pionada, y a la noche en el boliche de Pascual, en San Gregorio, las jarras de vino van y vienen por el patio de tierra que tiene en el

Ruta 14 (parte 5)

-  Venga hombre, bajese y ayudemos a este pobre hombre -  - El Pedro!, dónde lo venimos a encontrar - Indalesio se bajó, puso  un cigarro en su boca y empezó con el  rito de buscar los fósforos que nunca tuvo -  Pero qué hace hombre, venga así lo levantamos - Pedro se movía e intentaba decir algo, pero sin mucha claridad y por lo que se veía, sin muchas ganas tampoco. -  Ta mamau - -  Qué dice, mire cómo tiene la cara, levantemoslo - -  Ta colorau de la mamúa que tiene. -  Y guardando el cigarro en el bolsillo del pantalón dijo: - Mejor no prendo el pucho porque con el olor a vino que tiene el Pedro, explotamos todos! - -  Y si, olor a vino hay.  Sentemoslo acá sobre esta piedra y traiga de atrás del auto el bidón con agua, asi le mojo la cara - -  ¿Agua? ¿lo quiere bautizar? Chupár un poco e´vino no es pecado -  -  Déjese de pavadas, y traiga agua, por lo menos lavémosle la cara un poco -  Julio sacaba un pañuelo de su bolsillo trasero y esperaba que Indalesio arrimar

Pergamino

1. m. Piel de la res, limpia del vellón o del pelo, raída, adobada y estirada, que sirve para escribir en ella, para forrar libros o para otros usos. 2. m. Título o documento escrito en pergamino . Los últimos años en la fábrica habían sido de cambios; durante décadas, la producción había funcionado bien, con ventas sostenidas y clientes fieles, pero como pasó con otros rubros, nuevas tecnologías fueron convirtiéndose en desafíos primero y en necesidad de aggiornarse después, ya que no incorporar los cambios, significaría la desaparición del negocio. Allí trabajaba Jaime, un morochito menudo de pelo más largo que el resto de sus compañeros, oriundo de Tucumán.  Había llegado acompañando a su madre y a sus dos hermanos menores,  con la necesidad de ayudar a la subsistencia de la familia. A sus quince años consiguió empleo, por recomendación de un compadre de Matilde, su madre. Arrancó como todo el mundo, sirviendo los jarros de mate cocido a los operarios, treinta y

Valdivia

Cuando Valdivia recorría la zona, buscando lugar para alquilar, le llamó la atención los árboles que enmarcaban esa calle que apuntaba hacia el sur.  No tenían nada en particular, es más, eran medio raquíticos y vetustos,  pero quién sabe cuál es el criterio que usa la gente para enamorarse de una planta. Hombre sociable si los hay, quiso conocer a sus vecinos, y a todo aquel que merodeara su vereda, y con una rudimentaria técnica, hizo un asiento de materíal al lado del árbol, el que ocuparía cada tarde a la hora del mate, dando por finalizada la jornada laboral.  Había tenido un reparto de pollos en Maipú, y a fines de los noventa, gracias a sus relaciones, puso una granja con venta de pollos, algo de cerdo y achuras.  No le fue muy bien, pero aprendió a hacer milanesas y se dió cuenta que teniendo una camionetita, y acondicionando el galpón del fondo, iba a resolver el tema de su trabajo. Cada tarde, se iba al lado del árbol, el del banquito de material, y se establecía como

Ruta 14 (Parte 4)

Retomaron la huella y a unos mil metros, sobre la derecha, medio tapado por algunos pastos, apareció el camino buscado.  Su estado no era mejor que el anterior, pero por lo menos apuntaba hacia donde se  suponía querían ir. -  Dele por acá derecho - Con un ademán señaló Indalesio -  Eso estoy haciendo.  Si espero a que usted me guíe...-  Julio, un tanto más relajado, aceleró un poco su marcha, con la seguridad que con el 3CV no tendría problemas por esos caminos, por lo menos hasta ahora venían sin sobresaltos, con excepción, obviamente, de la compañia asignada.  En fin -  Digame Don, ¿para que llevamos estas gallinas? - preguntó, mientras esquivaba un bicho que se le cruzaba por delante.  Ni idea de qué se trataba, si una perdiz, una rata o un conejo. Él, más allá de un perro, no sabía identificar -  Deudas de juego -  -  A la pelota!  - -  Si, tiempos difíciles para el paisano - Indalesio, se acomodó el pañuelo del cuello, y miró a lontananza, como para darle

El Mandarino

Perros, chicharras y algún gallo descolgado eran los intérpretes que le daban música a las siestas de mi barrio, las cuales no eran para dormir, jamás lo hicimos, porque esa atmósfera casi bucólica que se formaba, era ideal para la charla sobre las cosas importantes de la vida.   Teníamos una especial predilección por los árboles, por treparlos y una vez allí analizar ciertos temas, a veces comiendo algún fruto, si justo era época. En abril, por allá atrás de casa, en el baldío que salía a la otra calle, había un inmenso nogal, un árbol imponente, que por su gran tamaño, debe haber sido plantado junto con el loteo de la zona.  Muy dificil era para nosotros calcular qué cantidad de nueces daba cada temporada, pero lo que si teníamos claro era que si nos dormíamos, los vecinos de al lado, nos ganarían de mano, y la torta de mi cumpleaños no tendría ese milenario fruto seco.  Muy dificil de trepar porque las primeras ramas no estaban a nuestro alcance, así que algún voluntario tenía