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Mostrando las entradas de octubre, 2020

Rojo carmesí

E l piso 29, uno de los últimos de la torre, tenía la particularidad que sus enormes ventanales dejaban ver los cuatro puntos cardinales. Llegado el anochecer,  Jorge con una botella de agua mineral, iba recorriendo y levantando cada una de las cortinas que cubrían los vidrios, para sorprenderse, con la poesía que se le presentaba, todo a su alrededor, allá afuera.  Luces tenues, las  necesarias para darle un poco de color a los filos de los muebles, no hacían más que resaltar la acuarela exterior, la que un poco de viento, y la agonía del sol, pintarrajeaba ante sus ojos.  Azul oscuro, con nubarrones que ennegrecían el cielo aún más, era la vista desde el dormitorio principal.  Abajo estaba el río, aunque a primera mirada era solo una sospecha, ya que al observar, era mucha la negrura entre la avenida, llena de luces de autos y el cielo, camino a encapotarse por completo.   Jorge se tiró un poco de agua sobre la cabeza, se secó con la camisa que recién se había quitado, y se sentó sob

Unos días con Elsa (parte 5)

En La Casa de los Duendes todo estaba en orden, Aldo programaba la semana, que incluía el poner en marcha el nuevo baño con el termotanque recién recibido. -  ¿Se quedan no?  Hoy van a comer los mejores fideos de toda la provincia, obviamente amasado por María -  Aldo, siempre fue una persona agradecida y no dejaba pasar la oportunidad de demostrarlo. A Elsa la querían mucho todos en la Casa, pero esta era una situación especial, que nada tenía que ver con darle un poco de amor a los pibes.  Elsa lo miró a Julio, como esperando una respuesta, y este sin dudar contestó: -  Les agradecemos de corazón, pero preferimos seguir viaje, mañana temprano tenemos que estar en Esperanza, y hay un tirón de viaje - -  Pero ¿van a viajar de noche? -  María se asomó desde la cocina con cara de asombro -  No se preocupe María - Elsa tomó la posta  -  Ahora retomamos la Ruta 14 y de acuerdo a como vengamos, pasamos la noche en Rosario, y mañana tempranito hacemos el último tramo.  En todo caso, a la vu

Una noche en el Golf

A fines de los setenta cuando estallaba la música disco y los pibes llenaban las pistas de baile de los clubes, salones, y los más grandecitos, los boliches de Ramos y Padua, yo andaba en otra.  Siempre con algún casette TDK de 90 encima para grabar de una cara un disco y del otro lado uno de esos compilados que tanto nos gustaba hacer; el primer antecedente de las playlist.  Yo no tenía grabador para reproducir esas gemas, pero mi Tío Héctor si tenía, y a veces se lo pedía prestado, y muchas otras, se lo tomaba prestado cuando se iba a laburar.  Ese era un radiograbador de esas marcas chinas medio truchas pero que cumplían perfectamente con nuestras expectativas, por lo menos, las mías.  Y a eso de las siete de la tarde pasaban esos programas como el de Badía, o el Tren Fantasma, y siempre podía pescar canciones, que iba pegando en esas cintas, con la particularidad que ningún tema tenía principio, ya que empezaba a grabar cuando escuchaba las primeras notas e identificaba la canción.

Unos días con Elsa (Parte 4)

La Casa de los Duendes en un principio formó parte del Colegio Parroquial, y allí funcionaban talleres y, había disponibles habitaciones para albergar a religiosos que un par de veces al año venían a la Parroquia a los eventos que allí se organizaban.  Pero la crisis de fines de los noventa hizo repensar la cosa y ante la necesidad de atender a los que menos tenían, la Parroquia destinó ese lugar para atender a los pibes de la zona que no la estaban pasando bien.  Comenzó como un merendero, y con el tiempo se fueron organizando las cosas, y paradójicamente la mejora en la situación económica del país, hizo que hubiese más recursos disponibles y lo que arrancó siendo un lugar para ofrecer un mate cocido con unas galletitas, terminó siendo un hogar y un punto de reunión de muchos pibes de Venado Tuerto y zonas vecinas. En su momento se armó una red solidaria de camioneros y viajantes que recorrían habitualmente estos caminos y cada uno aportaba lo que estaba a su alcance: todos ofrecían

Un arquero de aquellos!

Esperábamos con mi vieja el colectivo en el lado sur de la Estación de tren de Moreno, casi en la punta, diría que era el primer palo de las paradas.  Un viaje corto, y lo recuerdo porque nunca me gustó mucho andar en micro; a los chicos, que se la pasan tomando leche y comiendo cualquier cosa a cada rato, el zangoloteo no les sienta bien. Bajábamos sobre la ruta y caminábamos un par de cuadras por esa zona hermosa de quintas, donde el aire tiene la frescura y el perfume que solo pueden repetirse en nuestros recuerdos.  Al llegar al fin de la segunda cuadra, ya se veía el chalet de la esquina, el de mi tía Esther, que resaltaba por el cuidado y la prolijidad hasta en el pasto que bordeaba la zanja.  Con rejas sobre las ventanas con forma de rombos, se entraba por la esquina directamente al comedor, amplio, espacioso, de colores claros y muebles oscuros, brillantes, como si recién los hubiesen traído desde hace veinte o más años atrás.  Cruzándolo, se llegaba a la cocina que seguramente