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Unos días con Elsa (Parte 4)


La Casa de los Duendes en un principio formó parte del Colegio Parroquial, y allí funcionaban talleres y, había disponibles habitaciones para albergar a religiosos que un par de veces al año venían a la Parroquia a los eventos que allí se organizaban.  Pero la crisis de fines de los noventa hizo repensar la cosa y ante la necesidad de atender a los que menos tenían, la Parroquia destinó ese lugar para atender a los pibes de la zona que no la estaban pasando bien.  Comenzó como un merendero, y con el tiempo se fueron organizando las cosas, y paradójicamente la mejora en la situación económica del país, hizo que hubiese más recursos disponibles y lo que arrancó siendo un lugar para ofrecer un mate cocido con unas galletitas, terminó siendo un hogar y un punto de reunión de muchos pibes de Venado Tuerto y zonas vecinas.

En su momento se armó una red solidaria de camioneros y viajantes que recorrían habitualmente estos caminos y cada uno aportaba lo que estaba a su alcance: todos ofrecían su transporte para llevar cosas, pero además, los que tenían la posibilidad de conseguir, alimentos, ropa o todo aquello que consideraran necesario, lo aportaban.  Elsa había venido la primera vez con su novio para traer unas camas que consiguieron en un corralón de segunda mano, y ese día conoció a María y Aldo, quienes en cada jornada,  hacían realidad el sueño de muchos, encontrar en la Casa de los Duendes un poco de amor.

El camión estacionó  casi sobre el patio embaldosado, y dos o tres pibes, de los más grandes, vinieron a recibir a Elsa y a ayudar a bajar lo que hubiese para la Casa

-  Hola señora! -  fue el recibimiento que le dió uno de los chicos, el que tenía una remera roja de Independiente de la Capital.

-  Hola petiso!  Vengan a ayudarnos que hay una par de cosas para bajar -  Elsa fue hasta atrás, Julió la acompañó, y abrió las puertas traseras del camión.  Subió de una trepada, y fue arrimando tres cajas grandes de cartón, pateó desde adentro dos pelotas de cuero, de de esas de gajos alargados -  Vamos que hay que practicar para el domingo, ehhh! -  Y contra uno de los laterales había atado un termotanque -  Julio, vení, ayudame a bajarlo -  Lo pusieron sobre el piso del patio, bajaron alguna cosa más, y tras cerrar las puertas, ambos levantaron el termo y encararon hacia adentro de la Casa.  Varios pibes empezaron con el alboroto ese que hacían cada vez que llegaba algún camión, siendo este bullicio moneda de pago más que suficiente para todos los que ayudaban a cada uno de estos pensionados.

-  Che, ¿qué pasa que no veo ni a la María ni al Aldo? -  fue la pregunta de Elsa

-  María fue al centro -  dijo el chico más grande, el de la camiseta del Rojo - Ayer la policía se lo llevo al Aldo -

-  Eppa.  Bueno, ya vendrán, no se preocupen.  A ver vamos a acomodar las cosas en la alacena.  ¿Vieron que un amigo les mandó pelotas de fóbal nuevas? -

-  Siiii, señora -  fue el coro, como si fuese un jardín de infantes.

Mientras los chicos acomodaban las cosas, alguno salió al patio a pegarle a la redonda contra la pared -  Vení Julio, te muestro la Casa, dale! -  Comenzaron la  recorrida, tres habitaciones grandes dónde dormían los pensionados, y como era usual en la Casa, las camas estaban prolijamente hechas, y todo muy cuidado y limpio en  cada cuarto -  María y Aldo a cada chico que reciben acá, les muestran el valor de tener un techo cálido y un plato de comida cada día, y sobre todo, el sentirse que pertenecen a ese lugar.  Y los pibes agarran al vuelo el mensaje, y cuidan todo como si fuese un tesoro -  Elsa le contaba a Julio mientras le iba mostrando

-  Es un tesoro para ellos -  comentó Julio

-  Tenés razón!  Bueno, aquella es la habitación de María y Aldo.  Este es el baño, muy chico para todos, pero es lo que hay ahora, aunque del otro lado estám haciendo otro -

-  Por eso el termotanque -

-  Tal cual.  No sé cuántos hay viviendo acá, después los voy a contar -  Y cruzó todo el ambiente principal dónde habían dejado las cajas; una mesa grande, ideal para servir todas las comidas, y sobre uno de los costados una biblioteca, aporte de un muchacho de Sancor, enorme, que vino desarmada y hubo que pegarle un par de serruchazos para evitar que tapara esa ventana.  Se pusieron como meta, los aportantes, o como ellos se llamaban Los Amigos de los Duendes, que con cada remesa por lo menos debían traer un libro, y de a poco se fue llenado -  MIrá Julio, estos sillones de mimbre no estaban la última vez que vine, les faltaría un par de almohadones. Si hay un libro, debe haber un sillón cómodo al lado de una ventana -

-  Coincido, y una lámpara -  Acotó Julio

-  Anotá, para la róxima vez que vengamos, conseguir una lámpara de pie y un par de almohadones -

-  ¿Perdón?  ¿La próxima vez que vengamos? -

Elsa levantó la vista hacia Julio, hizo un gesto con sus labios, como quien se los muerde y contestó - Disculpame -

Siguieron la recorrida, llegaron a la cocina, grande, larga, cómoda, el corazón de la Casa.  Con una cocina de esas que hay en los restoranes, heredada de la época de la Parroquia, dos alacenas enormes, capaces de guardar alimentos para toda una temporada, y pileta, y mesada, y también una mesa chiquita, con dos  o tres sillas, ideales para la pausa de los cocineros (¿quienes sino María y Aldo?) para el mate y algún pedazo de pan casero, aporte infaltable de Doña Isabel. 

-  Acá atrás siempre quisieron hacer una canchita, acá hay lugar para que jueguen partidos denserio, pero no son tantos los chicos, y además no todos tienen la misma edad, así que mirá, la zona de pasto cortado es dónde patean, y los arcos son piedras que ponen los pibes.  Todavía no decidieron a hacer  arcos -

Un auto paró cerca del camión y bajó una señora de unos cuarenta y pico de años -  María, ahí vino.  Vamos -   Elsa y Julio fueron a su encuentro

-  Elsa que bueno verte -

-  Lo mismo digo, Él es Julio -

-  Buen día señora María, estamos conociendo la Casa.  Hermoso lugar -

-  Gracias.  Elsa, no tengo buenas noticias -

-  Si, Aldo.  Algo me dijeron los chicos -

-  Vamos a la cocina y te cuento -

El remis, un Dodge 1500 que luchaba contra el paso del tiempo, y no se resignaba a dejar el asfalto, se fué en dirección al centro.  Y los tres se dirigieron a la cocina pero entrando por detrás, no por  el comedor

-  Cierre la puerta señor, por favor - Dijo María -  Les hago un poco de café, tengo ganas yo de tomar también -

La pava grande siempre estaba con agua sobre una de las hornallas, lista para entrar en acción.  Con un encendedor le dió fuego y María puso sobre el colador de tela, dos cucharadas de café que sacó de un frasco transparente que se destacaba en la mesada.

-  ¿No será mucho café? - preguntó Elsa

-  Me gusta fuerte a mi, cualquier cosa lo bajás con un poco de agua

Y mientras la pava iniciaba el silbido que anunciaba que, en breve el agua estaría en su punto justo, María comenzó con el relato:

-  Le hicieron una denuncia en la comisaría.  Por agresión -

-  ¿Y eso es cierto? - preguntó Elsa

-  No, qué va!  Le hicieron una cama.  Lo que pasa es que Él es el presidente de la Comisión Vecinal, y el año pasado llevó adelante varias denuncas contra un tipo de acá, Peralta, un malandra.  Él es dueño de una peluquería dónde vendían droga, justo a una cuadra de la escuela primaria, y el jueves, en el bar de los Toloza, un par que estaban borrachos empezaron a insultarlo y se fueron a las manos.  Uno de esos se presentó en la comisaría, e hizo la denuncia, recién vengo de ahí.  Pero según me dijo mi comadre que conoce al Toloza, está armado, son unos borrachines que por unas monedas hacen cualquier cosa -

-  Qué bárbaros! - dijo Julio - Y hasta deben tener testigos, ¿no? -

-  Es probable.  Lo que me preocupa es que la policía esté metida en el medio - María sirvió tres tazones, una azucarera de acrílico verde claro y arrimó unos biszochos que estaban en un frasco grande, al lado del tarro del café

-  ¿Y qué le dijeron en la comisaría? -

-  Que estaba demorado, que iban a informar al Secretario del Juez, y que debían esperar una respuesta -

-  El Cura Párroco, ¿está al tanto de esto?  Quizás pueda dar testimonio de la clase de persona que es el Aldo -

-  Está internado, con un problema en una pierna, hace como un mes, lo están reemplazando en las misas, pero no podemos contar con Él -

-  Elsa, vamos a ver al Comisario, ¿no tenés una tarjeta vos? -  Dijo Julio, parándose del banco dónde estaba tomando su café

-  Claro, si, si, buena Idea! -  Elsa, se acomodó el pelo con sus anteojos, como si fuese una vincha -  El tema es cómo lo encaramos al Comi, porque, si Él también está entongado con el Peralta, estamos fritos! -

-  Tengo una idea ... - Julio saludó a María, tomó del hombro a Elsa y encaró hacia la puerta - Más tarde se lo traemos, no se preocupe -  Y se fueron hacia el camión estacionado al rayo del sol, junto al patio que daba al frente de la Casa - Ahhh María, ¿sabe dónde hay una imprenta? -

-  Ni idea , pero supongo que en el centro van a encontrar alguna abierta - 

El camión de Elsa y Julio tomó por Seguí en dirección al centro, rumbo a la Comisaría - Fijate de encontrar una imprenta, y me parás un segundo -  Julio abrió la ventana de su lado y dejó entrar un poco de viento.  Recordó que hace unos pocos días estaba en su casa, pensando en, qué iba a hacer de su vida, y hoy era protagonista de una serie, como esas que veía a la noche cuando no tenía mucho sueño.  El espejo del parasol le devolvía una sonrisa, definitivamente instalada sobre sus labios.


El Destacamento Policial era una construcción vieja, un edificio de techos altos, con entrada sobre la ochava, y que si lo hubiesen mantenido a lo largo de los años, se destacaría en la cuadra dónde estaba.  Pero este no era el caso, y se notaba falto de pintura, rajaduras y manchas de humedad.  Al entrar, un piso de baldosas bordó con algún dibujo más claro, que en otra época habrá sido muy bonito; unos bancos de madera pegados a la pared, de esos largos e incómodos, y con un tono similar, un gran mostrador, alto, con una máquina de escribir y un teléfono de línea.  Detrás de él, una agente policial que ese día hacía las veces de recepcionista, telefonista y portera.

-  Digan - Esa fue la cálida recepción

-  Veníamos a ver al Comisario Valdez -  Julio sacó del bolsillo de su camisa una tarjeta y se la entregó a la jóven "JULIO GARRIDO - UNICEF ARGENTINA" - Nos está esperando -

-  Aguarden -  Y se perdió por un pasillo largo, en cuyo fondo podía verse luz del sol, seguramente habría un patio allí

-  ¿Nos estaba esperando? - Elsa murmuró al oído de Julio

-  Siempre funciona ... -

La agente se asomó desde el interior del pasillo y les dijo -  Por acá, la tercer oficina sobre la derecha -

Ese corredor era muy ruidoso, gente protestando, policías hablando por radio, otros por teléfono, máquinas de escribir tipeadas despiadadanente, y como música de fondo, una radio local que anunciaba ofertas de carne para este fin de semana en un supermercado.

-  Adelante, tomen asiento -  Asi los recibió Valdez - Ustedes son los del accidente, ¿no? -

-  Nos conocimo en un bar, es cierto.  ¿Se sabe algo del camionero? -  Julio trataba de generar una charla cordial con cualquier comentario

-  Supongo que debe estar bien, en el Hospital hay muy buena atención.  JULIO GARRIDO - UNICEF, así dice la tarjeta ¿qué lo trae por aquí? -

-  Y la señora es Elsa Soria, trasportista y es quién me está haciendo las veces de guía en esta misión que tengo -

- Lo escucho -

-  Hace unos años el Sindicato de Camioneros, organizó a partir de idea de algunos de sus afiliados, una movida solidaria, que consistía en armar una red en todo el país para colaborar con pensionados, refugios, merenderos, que luego de la crisis del 2001 afloraron por todos lados.  Mucha gente se arrimó y los camioneros se ocupaban de los repartos, todo coordinado por el Sindicato.  Hace un par de años, nos llegó la información de lo que estaban haciendo, y ofrecimos hacer un trabajo juntos, lo cual potenció los resultados de este tan noble trabajo -

-  Qué bueno! - El Comisario escuchaba atentamente, entre otras cosas porque era un tema que no tenía conflictos y por lo menos durante esa charla, estaría bien distendido

-  Una de las acciones que armamos fue nominar a uno de estos establecimientos, como el Modelo a Imitar.  Cada semestre se designa a uno, y es una manera de incentivar y también premiar a la gente qeu hace estos trabajos desinteresadamente.  Con cada Nominación debemos designar un Padrino, alguna personalidad destacada del lugar, que sea una especie de representante nuestro de manera simbólica.  En este caso elegimos nominar a La Casa de los Duendes, ¿lo conoce no? -

-  Por supuesto!  Muy buen trabajo hacen allí - acotó Valdez

-  Generalmente convocamos al Parroco del lugar, por una cuestión de imagen, pero en este caso nos dijeron que está internado -

-  Exacto, desde hace un par de semanas, con un problema en sus piernas -

-  Entonces por sugerencia de la gente del lugar, decidimos ofrecerle el Padrinazgo a Usted, si es que no lo comprometemos -

- Por favor, no se hable más, cuenten conmigo para esto! -  Y se paró como para dar la reunión por finalizada.

Julio y Elsa hicieron lo propio, y mientras se saludaban, julio comentó -  Yo la semana próxima ya estaré de regreso en las oficinas de Buenos Aires,  y presentaré formalmente la candidatura de la Casa.  Es muy probable que sea nominada.  Me comunicaré con Ud, cuando tenga novedades.  ¿Me permite su tarjeta? -


Elsa y Julio salieron de la Comisaría y comenzaron a cruzar la plaza en diagonal, sin ningún destino en especial.  La tarde ya se notaba sobre los árboles.  El viento jugaba con la escena que devolvían las hojas iluminadas por los rayos del último sol.

-  No dejás de sorprenderme -  Elsa apoyó su mano izquierda sobre la espalda de Juñio, acompañando la caminata

-  Uno ve muchas películas, para algo sirven, jajaj -

Rieron juntos - ¿Vos crees que con esto es suficiente?  - Preguntó Elsa

-  Si como supongo están metidos con el Peralta, lo sueltan de inmediato.  Y si no es así habrá que usar el Plan B -

-  ¿Tenemos Plan B? -

-  El plan B, es... pensar, jajaja.  Pero no creo que haga falta -


Al salir de la plaza, justo enfrente había una pizzaría, Las Gardenias.  Los dos se miraron y Elsa dijo - Yo no comí nada, ¿Que te parece si entramos? -

-  Dale -

Había poca gente, pero había.  Buscaron una mesa cerca del televisor que colgaba del techo.  Una propaganda anunciaba que el sábado iba a haber maratón de series.  La música, era inconfundible  Cité tango, de Astor Piazzolla

(hagan click sobre el link y suban el volumen)

Continuará


Riqui de Ituzaingó
















Comentarios

  1. cada vez me quedo con mas ganas de seguir leyendo, muy bueno

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  2. Hay que lindo se esta poniendo ésto... Me encanta... Cada semana espero el próximo capitulo!!!!
    Ana Lidia Pagani.

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  3. Bueno, un pibe con camiseta del Rojo, frases como la del Dodge "que luchaba contra el paso del tiempo" y Julio que se viste de héroe son gratas noticias en esta aventura en capítulos. ..

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  4. Estaba retrasada pero es para entusiasmarme leyendo

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