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Mostrando las entradas de 2023

Otra historia más de Navidad (y van ...)

Cuando bajabadel colectivo, antes de subir al andén de la estación, compraba el diario.  Si tenía suerte de conseguir sentarse en el local de las 8.05, lo leía todo en esa horita que le demandaba llegar a Once.  Todo quería decir la página de atrás, la de las tiras, los chistes, y las citas que estaban al pie de esa página.  La anteúltima se leía a continuación.  Horóscopo, pronóstico el tiempo y hasta los arribos y partidas de los aviones en el Aeropuerto de Ezeiza.  Crucigrama o el juego que hubiese, se dejaba para el horario del almuerzo en la oficina. Los avisos fúnebres los pasaba rápido, había escuchado que solamente se miraban cuando se moría algún conocido.  Familiar, vecino, alguien del trabajo, y por simple curiosidad miraba quién saludaba al difunto.  Siguiendo la lógica de leer de atrás hacia adelante, se pasaban las hojas que tenían esos avisos grandes de las compañias, y los que anunciaban los remates, todo muy alejado del mundo de aquellos que tomaban el tren cada mañana

Una mañana en el Mercado - La novia

El sol de la mañana, medio atenuado por esas nubes que pasan y pasan y no se deciden a estacionarse, le daba a la vista de la Feria, unos tonos en dónde reinaban los ocre y los sepia, una gama que se recomendaría como esencial, en este tipo de mercados. Llegamos a media  mañana, sin que esta parada estuviese prevista.  Es  que el paseo de ese momento, no tenía otro fin que estirar las patas luego del importante desayuno que nos ofrció el London, como si pensaran que deberíamos aguantar varios días sin probar bocado.  Al ver el semáforo que se pintaba de guinda, vimos que ahí sobre la izquierda de la 14 de julio, a no más de una calle de distancia, el tránsito, escaso por cierto en esa mañana de domingo, era desviado por un hombre con chaleco verde loro.  Detrás de él, comenzaba  la feria.  Sobre la izquierda, pegados a la vereda, comenzaba una seguidilla de carros y puestos de caño y maderas, que terminaba allá adelante, casi donde llegabamos a ver.  Vaya a saber cuántas cuadras por de

El Vasco - 8 El Legado

A la derecha de la ruta, viniendo desde la Capital, se podía ver a unos quinientos metros el arco que daba la bienvenida al pueblo.  Si bien la historia dice que fue construído hace un par de décadas para recordar la llegada de los primeros pobladores, más de uno piensa que se hizo para tener alguna imágen característica que pudiese representar al paisaje local en las fotos de mapas y guías de tursimo. Los arcos tradicionalmente cruzan de un lado a otro a, un camino, calle, ruta o acceso, sin nada más.  Pero este no era el  caso.  Nacía sobre  el Parque San Martín con una estructura que hasta tenía un mirador, y cruzaba por encima de la que más adelante seríala Av San Martín, afinándose cada vez más, hasta clavarse  del  otro lado como si fuera una flecha.  Quien lo mirara desde el pueblo a esa hora de la madrugada, podría ver su silueta negra ante la ausencia de luz, y detrás, allá lejos, la ruta, casi siempre desierta.  Y el cielo intentando aclararse hacia el gris marmolado de nubes

El Vasco - 7. Los zorzales

Por iniciativa de los descendientes de aquellos primeros inmigrantes, este año y por primera vez, se trasladó al pueblo, la fiesta de la Vascongada.  Durante casi una semana, el pueblo elegido se viste de gala para recibir esta festividad, tan cercana a su gente.En esta oportunidad, desde hace un par de meses se está organizando todo conla ayuda de unos vascos oriundos de Artega, Santa Fe. Donde comienza el boulevard de la San Martín, ahí cuando cruza la calle Pueyrredón, se armó el inmenso escenario, que fuese prestado por el Club de Paleta.  Levantado casi dos metros del asfalto, permite que cualquier espectáculo pueda verse desde dos o tres cuadras, sin problemas.  El año pasado, cuando se hizo la Fiesta Provincial del Maíz, se le agregó un techo de chapas, para evitar que una ocasional lluvia haga suspender el evento que se ofrezca en ese momento. Sesis cuadras de la avenida se vistieron de ocasión.  El verde de los estandartes eran el reemplazo indicado de las hojas que aún no se

El Vasco - 6. Azucena

 - Che, me parece que esto no para más. La veo difícil la jornada de pesca - Germán, sentado detrás del conductor habló mirando a Pedro y José Antonio, esperando un gesto de aprobación. -  Resultó ser un flojito Don Germán.  Lo tenía un hombre que no se dejaba asustar por dos gotas que caen.  Además si llueve fuerte se pica el río.  Por lo menos nos tenemos que traer un dorado! jajaja -  Ezequiel, el menor de los cuatro, trataba de sostener el ánimo del grupo, que si bien no era preocupante, no era el de un par de días de cortar con la rutina de la vida del pueblo. El golpeteo de las gomas del limpiaparabrisas se mezclaba con las ráfagas de viento y lluvia que pegaban sobre la camioneta, que cada vez iba más lento, para poder leer el  cartel que indicaba la calle que los llevaría a la cabaña de Azucena, a menos de cien metros del río.  Todo se complicaba  aún más porque los últimos veinte minutos vieron volver a la noche que ya se había despedido, sin importarle que el tablero de la ch

Cuentos que caben en un frasquito. ¿Puede ser feliz una libélula?

Luego de una noche de lluvia, como acostumbra suceeder en  septiembre, amaneció ese día iluminado por los rayos de un sol primaveral, que descargaban toda su intensidad desde un cielo tan claro y tan celeste como salido de la paleta de un pintor de acuarelas. Quien estaba de parabienes era el espléndido cedro azul, que por esas cosas del destino, aún resitía los embates de la modernidad mal entendida. En ese instante de la  mañana, y antes de que el casi seguro viento del sur esfumara su encanto, una infinidad de pequeños cristales de lluvia, lo envolvían, lo acariciaban, y le daban a sus ramas una sinfonía de colores, que bajaba por ellas, y que con la complicidad de la luz del sol, lo convertía en un vergel de caleidoscopios. Un manantial de belleza que pasaría desapercibido para todos.  O para casi todos. Dos libélulas, conocedoras de los hechizos que se forman algunas mañanas después de ciertas tormentas primaverales, decidieron formar parte del acto, y treparon al cedro tan alto c

El Vasco - 5. El Club de Paleta

 "HOY ARROZ CON MEJILLONES" anunciaba la pizarra que estaba sobre la pared, a la derecha del imponente portón de madera del Club de Paleta, como todos lo conocían, o Sociedad Vasca del Oeste, tal como rezaba la placa de bronce, a la izquierda de la puerta. -  Buenas noches, buenas noches -  Saludó Ezequiel o "cabezón" como lo conocían todos por ahí.  Con la sonrisa que lo caracterizaba ingresó en compañía de José Antonio al salón comedor, recibiendo los saludos de Mónica y Marcelo, los dueños de casa, así como también los de quienes ocupaban las primeras mesas, por supuesto gente conocída. -  Vamos a aquella de cuatro, al lado de la estufa -  Le señaló a su amigo, mientras se quitaba la gorra y el sobretodo.  -  Esperemos que estos dos hagan honor a su palabra y vengan temprano.  Tengo hambre - Comunmente. cualquiera de los habitués del club, recuerda que su infancia también estuvo asociada al Club de Paleta, aunque nadie sepa la fecha en la que se construyó.  Los m

El Vasco - 3. Confitería y Panadería La Perla

 - ¿Lo viste? - -  Si.  Un tipo que llega a la esquina y dobla  - - Era Él! - Si bien el frío apretaba, a esta hora de la mañana ya se podía decir que las casi diez de ese día no distaban mucho de las de cualquier otro día del año, con excepción de los domingo o los días de Fiesta.  La vida en los pueblos es tediosamente rutinaria, por lo menos a la vista de los que no viven allí.  Si algún cineasta se parara con su lente presto para enfocar en un mismo lugar, varios días a la misma hora, seguramente recolectaría muchos minutos de película que se repetirían.  El auto de color que arrima a la vereda, un fulano con el diario bajo el brazo, una chica no tan chica con la bolsa vacía y la lista en la mano, dos chicos de guardapolvos claros corriendo hacia la  escuela.  Y en esta época, el viento que a pesar de no ser muy fuerte, pareciera verse cómo se arremolina en la unión de la 7 y la Cabral, jugándole bromas al desprevenido que por allí pasa con una gorra, o a la descuidada que espera c