- ¿Lo viste? -
- Si. Un tipo que llega a la esquina y dobla -
- Era Él! -
Si bien el frío apretaba, a esta hora de la mañana ya se podía decir que las casi diez de ese día no distaban mucho de las de cualquier otro día del año, con excepción de los domingo o los días de Fiesta. La vida en los pueblos es tediosamente rutinaria, por lo menos a la vista de los que no viven allí. Si algún cineasta se parara con su lente presto para enfocar en un mismo lugar, varios días a la misma hora, seguramente recolectaría muchos minutos de película que se repetirían. El auto de color que arrima a la vereda, un fulano con el diario bajo el brazo, una chica no tan chica con la bolsa vacía y la lista en la mano, dos chicos de guardapolvos claros corriendo hacia la escuela. Y en esta época, el viento que a pesar de no ser muy fuerte, pareciera verse cómo se arremolina en la unión de la 7 y la Cabral, jugándole bromas al desprevenido que por allí pasa con una gorra, o a la descuidada que espera cruzar con una falda por encima de sus rodillas.
Aquel que recién llega a vender algo, a visitar un pariente o simplemente se baja de la ruta buscando los baños de la YPF, desconocen la verdadera vida del lugar, que se puede sentir en las historias a veces mínimas que surgen cada vez que se ceba un mate o se saluda con un beso en cada mejilla.
- Ayer a la tardecita estuve en lo de Don Germán; vió que yo le hago los flanes, y aproveché que se viene el feriado y le hice dos cajas de pastelitos, una de batata, otra de membrillo. Estaba raro. Preguntó si había llegado alguien a la pensión, en estos días, o si había visto a un hombre mayor que no fuese del pueblo. -
- No me diga, Gloria! ¿Le habrán entrado a robar? Ya este pueblo no es lo que fue toda la vida. Hoy no se puede caminar por la calle tranquila!. Sin ir más lejos, recién cuando venía para la panadería, desde un auto, no sabe las groserías que me gritaron! -
- Ay Anita ni me cuente! Y nada, yo le dije que recién espero para el viernes al viajante de los repuestos, El Señor Daniel. No sabe, es un caballero, se nota que viene de la Capital. A una le da gusto atenderlo! -
- Claro, gente respetuosa. Y una que acá no gana para disgustos. Fijese, Gloria, yo soy una señora grande, y no ando vestida por la calle como las hijas de los Perez. Que no es por hablar mal de nadie, pero qué bien les vendría una puesta en vereda a esas mocosas! -
- Quién sigue!! - se escuchó desde el mostrador donde está la caja
- La chica -
Ya casi no se comprende bien el porqué de la palabra Confitería sigue estando en las marquesinas de las panaderías importantes de cada lugar. En realidad es correcto como en el caso de Confitería y Panadería La Perla, local que además de panes y facturas, uno puede llevarse tortas, postres y golosinas en general. Confituras como le decían. Y La Perla, manteniendo la tradición de este gremio, le dedica una importante porción de sus exhibidores de vidrio curvado a resaltar bocaditos de dulce de leche, chocolatines y galletitas en esos paquetes que caben perfectamente en los bolsillos de los guardapolvos. Pero sin dudas la estrella es la enorme caramelera que se muestra majestuosamente enhiesta, allá en el fondo del mostrador, como suelen presentarse las gemas más importantes en las casas de venta de joyas.
- Quién sigue! -
.....
- Quién sigue!!! - repitió
- Señora, a Usted le toca. ¿No escucha? -
- Estoy buscando un budín. Ya voy -
- Yo no sé. Pareciera que no ven que una no está para pasarse toda la mañana acá. Una tiene cosas que hacer -
- Y si. ¿Qué le decía? Ahh si, que me dijeron que la mayorcita anda noviando con hombre de Ughes. Casado, dicen las malas lenguas...-
- Ya es cualquier cosa. Por eso yo no me meto en la vida de nadie; Usted sabe lo respetuosa que soy, Anita... -
- Señora .... -
- ... pero cuando viene Don Daniel, se revoluciona el barrio, hay un par que se ponen como locas ... -
- Señora... -
- No quiero hacer nombres pero la de la forrajería... se le cae la baba cada vez ..... -
- Gloria!!! Deje de hablar y compre que están todos esperando!!! -
- Bueno, bueno. Hola querida Dame dos milonguitas. - pidió Gloria - Y nada más que eso. Una vive sola y tiene que cuidarse con la harinas -
Tomó la bolsa de papel, pagó con cambio, y mientras saludaba con un beso, decía: - Anita, al final no le pude contar lo que me preguntó de Don Germán ... -
Anita puso cara de no se de qué me habla y atendió su turno de compra en el mostrador de La Perla
- Grisines, un paquete. Galletas marineras, un cuartito, y levadura en polvo -
Gloria salió por entre la cortina de tiras de chapa de colores que le ponen música al lugar, cuando el viento pega de frente o con el entrar y salir de los vecinos, clientes de toda la vida. Dobló por la cinco en dirección a la ruta, aunque su destino estaba sólo a dos calles de la avenida: Su casa. La que debido a su gran tamaño, pero por sobre todas las cosas a las noches de soledad desde que se fue el Juan, se convirtió en la pensión Lo de Gloria, dedicada especialmente a cobijar viajantes que venían de Rosario o directamente de la capital, Santa Fe de la Vera Cruz.
- Doña! - exclamó uno de los chicos de Carmen - Vino un hombre, preguntando por la pensión. Quería una cama, me dijo -
- ¿Un Hombre? - preguntó Gloria - ¿ Decime, ¿era masomenos alto, y usaba saco y corbata? ¿Vos lo viste? -
- Si, yo estaba con la bici. No, no era ese que viene siempre. Era un viejo, así con cara de viejo, con bigotes, y un saco marrón, así como el perro ese -
- ¿Se fue? -
- No se - El chico, se subió a la bici y enfiló para el lado del campo
Gloria, caminó un poco más, cruzó la calle, sacó la llave, mientras abría con su pie la pequeña puertita de rejas, una especie de mojón ya que su escasa altura nada detenía, ni siquiera al perro de Carmen que la saltaba y siempre estaba listo para robarse algo del tacho de basura que estaba en el patio. Entró a la pensión y fue directamente hacia la cocina a dejar el pan y la verdura que había comprado recién. Apoyó las bolsas sobre la mesada y al voltear la vista hacia la mesa dijo, con cara de asombro:
- ¿Qué hace usted acá? ¿ Quién le abrió? -
La mañana ya casi no era tal. El viento del oeste traía olor a sopa de vaya a saber dónde. El sol no se decidía a quedarse pleno, e iba y venía escabuyéndose entre esas nubes plomizas de frío.
Un hombre, con sus codos apoyados sobre la mesa levantó su mano derecha en un claro gesto de pedir silencio o espera. Y un nuevo relato se hizo realidad en ese frío día del mes de julio
(¿continuará?)
Riqui de Ituzaingó
¡Si claro! Tiene qué cotinuar!!!!!
ResponderBorrarPor supuesto que tiene que continuar, si no como sabemos quién era el hombre y qué quería??? Ana Lidia Pagani
ResponderBorrarMuy bueno, me encantan estas historias de pueblos. Abrazo
ResponderBorrar¿Cómo pregunta eso? Esto RECIÉN EMPIEZA!!
ResponderBorrar