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Mostrando las entradas de 2021

Rolando Rivas

Para los que tenemos más de cincuenta, leer el nombre Rolando Rivas, nos dispara de inmediato a una de las primeras historias de amor que desde la tele, nos enganchó a todos, sin distinguir edad ni sexo.  La familia toda esperaba que se hiciesen las 20.30 para ver  como una chiquilina Solita Silveyra, enamoraba a un enrulado taxista,  Claudio García Satur. Todo bien, pero no quiero hablar de ese icónico programa. Había una marca de fuegos artificiales que tenía ese nombre, recuerdo haber visto un cartel pegado sobre una pared, seguramente de esos publicitarios que repartían en quioscos o librerías, los lugares donde siempre se vendían para las fiestas.  Nunca supe a ciencia cierta si ese nombre era un homenaje al trabajador del Siam Di Tella o simplemente, era otro tipo que se llamaba igual. A decir verdad nunca me entusiasmó mucho el tirar cuetes, quizás porque una vez cuando era chico me quemé con uno de esos que eran como fósforos y me explotó en la mano, sin mayores consecuencias p

Las Teteras

En el bazar de la calle Alsina uno podía viajar a través del tiempo de acuerdo al pasillo que eligiese.  Los memoriosos comentan que sus dueños, una pareja de españoles de Cádiz, habían llegado a medidos del siglo pasado, y una vez instalados, abrieron lo que más adelante se llamaría Ramos Generales, y ya entrado los setenta, simplemente bazar Alsina.  Según puede verse en un par de fotos que ilustran la pared que se ubica detrás de la caja, no hubo grandes cambios respecto de lo que los españoles tenían allá por los años cincuenta.  Eso si, a diferencia de lo que sucede habitualmente con los negocios que perduran a través de los años, el Bazar Alsina era una visita obligada para aquellos que anduviesen por esta parte de la ciudad.  Todo relucía como si hubiese sido colocado en su lugar en estos días, tanto su estructura edilicia, como la decoración del local, y ni que hablar de la mercadería que se exhibía para la venta. El piso damero que religiosamente cada mañana se repasaba con as

Miguelito y el gato

  - Oiga Don ¿Me puedo llevar dos mandarinas?  Son para mi mamá,  hoy es su cumpleaños -  -  Si.  Te espero mañana a las nueve.  No falles, Jonatan  - Así lo despidió el Tío de Yael -  No señor -  Miguelito agarró dos de las más pintonas y las puso, una en cada bolsillo, y como si tuviese un peso extra, salió con su bicicleta parado arriba de los pedales rumbo al barrio nuevamente.  Cruzó la avenida casi por la mitad sin respetar semáforos ni nada, y así como venía llegó a la esquina y dobló tomando cada vez más velocidad.  Hizo unas cuantas cuadras y dejó su bicicleta tirada sobre unos pastos de lo que alguna vez supo ser una vereda de césped.  Se sentó a su lado y mientras pelaba la primera de las dos mandarinas, pensaba  "  Me revienta que me digan Miguelito!  Yo no soy uno de los clavos que rompen las ruedas! .".  Tenía el ceño fruncido como si el sol le estuviese dando de lleno en la cara, pero no había casi sol, ese era un gesto común en Él.  Un gato blanco y gris se s

Yael

Siempre me llamaron la atención las fachadas de este tipo de supermercados, muy simples, casi una marca registrada.  De paredes bien altas, pintadas siempre a un color nada estridente pero bien prolijitas.  Sin carteles que señalen su nombre o su actividad, yo supongo uqe para ahorrar un manguito, total cuando ponen un chino, en seguida el barrio se entera.  Y portones de varias hojas, con rejas por fuera, pero abiertas como para que uno pueda salir con las bosas y alguien que ayude, y nada más. Entrando sobre la derecha, a veces estaba Yael, casi encerrado entre cajones que ofrecían tomates cherries y bananas de Ecuador, y una heladera de esas que tienen todo un vidrio empañado, donde guardan verduras frescas.  A la tarde era un problema, nunca llegaba a las cinco como prometía el cartelito que le había hecho poner la china, y que era motivo suficiente de reclamo cada tarde.   Cualquiera que fuese testigo, no entendería porqué no discutían en castellano, así le daban sentido a eso que

Al límite

 El tipo saludó a las pocas personas que quedaban en la oficina, personal de limpieza, uno que se ocupaba del archivo y un flaco alto que tenía pinta de amigo del dueño.  La puerta se cerró detrás de Él y mientras apretaba el botón del ascensor, aflojó el nudo de su corbata.  ¿Cuántos años más debería seguir usándola?.  Volvió a apoyar su dedo sobre el cuadrado metálico, y al no ver ni luz en la botonera ni escuchar ese zumbido característico de estos aparatos, decidió usar la escalera, total cuatro pisos no eran la muerte de nadie (en bajada).  El problema fue que las luces de la escalera no funcionaban o por lo menos, no veía las lucecitas rojas encendidas como para ir apretando a medida que descendía buscando la salida.  Solamente se iluminaba con la claridad que entraba desde las ventanitas que había en cada uno de los descansos de los pisos, y como daban a la calle, sus pasos se teñían de cierto resplandor celeste. Tenue, pero resplandor al fin. A nadie cruzó durante esos minutos,

(La) Reconquista (final)

Una grúa azul metalizado, con letrero en sus puertas "Remolque los Cuñados " y una baliza naranja en su techo, salió de la vieja Ruta 14 para entrar en la estación de servicio.  Paró frente al galpón que estaba detrás de los surtidores, y un policía, un hombre flaco, de unos treinta y tantos años, bajó por la puerta del acompañante y fue recibido por Justina, que estaba tirando agua con una manguera, para que no se levante tanta tierra. -  Era hora!! - fue el saludo de bienvenida -  Buenas, si, se atrasó un poco todo porque justo el Juzgado que está a cargo del tema, cerró una semana porque hubo un desmoronamiento en un baño y no podían trabajar normalmente - -  Ahhh - - Bueno, eso es lo que me dijeron.  ¿No tocaron nada no? - -  ¿ Y no ve que está la faja que pusieron ustedes?.  Además, qué me voy a poner a tocar, tengo otras cosas que hacer, más importantes.  Dele, apuren que ya mismo le aviso a los muchachos que se vengan a trabajar.  No pueden estar tanto tiempo parados -

(La) Reconquista (parte 3)

Elsa bajó rodeada por los pibes que no paraban de saltar y hacer bullicio, que si bien se notaba lo importante que era para ellos la llegada de su tía , los chicos siempre andan saltando y haciendo barullo a esa edad.  El motor quedó regulando, anunciando que en breve volvería a mover al camión vaya a saber a donde.   Todos fueron acercándose a la vereda.  Marcela se adelantó a saludar a la Madrina con un fuerte abrazo, Esther se ubicó detrás de ella como quién espera el saludo de la Novia en un casamiento.  Don Enrique también salió charlando con el ferretero, y con los últimos acordes de la canción se fué vaciando el patio, con la única excepción de Julio, que con su mejor sonrisa estampada en la cara esperaba, simplemente esperaba. Elsa saludó a cada uno pero mirando por encima de las cabecitas prolijamente peinadas, buscándolo. Levantó sus anteojos, los puso de vincha, casi una marca registrada suya, y casi trotando entró a la casona que albergaba al Hogar del Sol.  Julio al verla

Soldadito de plomo

Cuando miro esa esquina, ahí donde las baldosas se bañan en sombra, no puedo dejar de regañar contra el paso del tiempo, bah en realidad con todo lo que pasó en los últimos cuarenta y pico de años.  La gran batalla final tuvo lugar allí y su irrevocable resultado me obligó a ocultarme todo este tiempo en una cueva que no habíamos planeado utilizar pero las cosas no salieron como nosotros esperábamos y no tuve otra posibilidad.  Es que caer en manos del enemigo hubiese sido el peor de los finales, y no haría más que ahondar la profunda tristeza que provoca el haber dejado todo y que no haya sido suficiente. Esa mañana la lluvia lo había complicado todo, ya que no estuvo previsto ese escenario la noche anterior cuando hicimos un repaso de cómo derrotar al enemigo, en la que sería la embestida final, con los pocos recursos que nos quedaban.  Recuerdo como si fuese hoy, éramos una docena de valientes que lucharíamos cuerpo a cuerpo, tres de a caballo listos para revolear sable a diestra y