Ir al contenido principal

(La) Reconquista (parte 3)

Elsa bajó rodeada por los pibes que no paraban de saltar y hacer bullicio, que si bien se notaba lo importante que era para ellos la llegada de su tía, los chicos siempre andan saltando y haciendo barullo a esa edad.  El motor quedó regulando, anunciando que en breve volvería a mover al camión vaya a saber a donde.  

Todos fueron acercándose a la vereda.  Marcela se adelantó a saludar a la Madrina con un fuerte abrazo, Esther se ubicó detrás de ella como quién espera el saludo de la Novia en un casamiento.  Don Enrique también salió charlando con el ferretero, y con los últimos acordes de la canción se fué vaciando el patio, con la única excepción de Julio, que con su mejor sonrisa estampada en la cara esperaba, simplemente esperaba.

Elsa saludó a cada uno pero mirando por encima de las cabecitas prolijamente peinadas, buscándolo. Levantó sus anteojos, los puso de vincha, casi una marca registrada suya, y casi trotando entró a la casona que albergaba al Hogar del Sol.  Julio al verla salió a su encuentro y en menos de dos pasos se dieron ese enorme beso que se debían, casi desde el primer día.  Los chicos, privilegiados testigos de esta escena sacada de una película romántica, comenzaron a aplaudir y a gritar "Viva, Viva!", aunque los protagonistas no llegaran a escuchar más allá de sus palabras

- Las ganas de besarte que tenía fue los que me trajo hasta acá.  Yo lo sabía, que aparecerías en mi vida, desde antes de comprar los mapas para encarar este viaje.  ¿Te acordás que te conté?  -

-  Si, si, recuerdo cada palabra, cada gesto tuyo, ¿Cómo olvidarte? -

Y se abrazaron fuertemente, una vez más sin importarles la presencia de las maestras que habiendo cerrado la puerta de calle, se empeñaron en llevar a los pibes al comedor, y dejarles a ellos un minuto de intimidad, bah, un poco de silencio nomás.

-  Me adelanté porque me contó Marcela que te robaron todo.  Te traje dinero, y ¿qué necesitás, ropa, o qué? -

-  Lo que más lamento son los casettes que escuchamos alguna vez juntos, el resto no era más que ropa y nada que no pueda comprar en una perfumería.  En realidad, acá en el Hogar tengo casi todo lo que necesito para ser feliz.  casi todo... -

Elsa, una mujer a la que la vida la había tallado a los golpes, no pudo evitar que una lágrima cayera de cada uno de sus ojos, y volvió a besar a su hombre,  quizás no el de su vida, pero si el de ese momento, así lo señalaban sus emociones.

-  Ya me tengo que ir, no quiero que me agarre la noche en la ruta.  Esperame Julio, el martes ya estoy de vuelta -

Julio la acompañó hasta el camión que aún estaba en marcha, y alcanzó a ver en el asiento de acompañante a una mujer, un tanto mayor que ella, que miraba por la ventanilla las flores que se asomaban entre la reja de una casona de enfrente

-  ¿Ese es tu novio? - preguntó Irma

-  Si.  Es mi novio -  Y puso primera en dirección a Paraná

Elsa poco conocía de la vida de Irma, sabía que había una amistad entre ella y su madre, quizás unos años atrás se veían más seguido, pero no mucho mas que eso.  Que vivía en Paraná desde hace unos diez años, lugar a donde alguna vez había pasado a buscar o a llevar un paquete.  Que había una historia que desconocía, y que las veces que intentó averiguar, no consiguió mas que silencio

-  Irma, mi mamá nunca quiso hablar mucho de Usted, no se porqué, pero cuando llegué a la casa los otros días, vi que era Usted la que la acompañaba hasta el último minuto -

La ruta estaba pesada, el sol aplastaba sobre el pavimento la silueta del camión, y si bien no hacía un calor de verano, no daban muchas ganas de andar haciendo kilómetros por ahí.  Por expreso pedido de su madre, debía llevar esa máquina de coser a pedal y algo de papeles y ropa, a Entre Ríos, y obviamente a Irma, quien recibiría en su casa la carga que estaba en la caja del camión de Elsa

-  Te lo iba a contar, eso hablamos con tu madre. hay una historia detrás nuestro, como vos decís -

-  La escucho - Algo había, eso pensaba Elsa, y para calmar su ansiedad abrió un paquete de bizcochitos Don Satur, importándole poco que no tuviese quien le cebara mate, como para que no se le empaste la boca al comer el quinto o sexto. Bajó la radio, le ofreció a su acompañante con el paquete recién abierto, y se bajó los anteojos desde el pelo.  Por las dudas.

-  Nos conocimos hace más de cincuenta años en un taller de costura de la calle Guardia Nacional.  Un galpón grande, con más de treinta personas trabajando, y donde se cosían camisas de esas de color beige que usan en las fábricas.  Cuando yo entré tu madre era una, no delegada porque por entonces no había, pero era un poco la que nos representaba ante el patrón.  Yo tenía diecisiete años recién cumplidos y mas ganas de escaparme de mi casa que de otra cosa.  Cuando llegué no fui muy bien recibida, quizás por mi ropa que no era de una obrera o el pelo rubio casi blanco, un bicho raro dentro del taller.  No me hablaban casi, y siempre me hacían barrer o me acusaban de cosas que faltaban.  Pero un día el capataz me llamó a la oficina que tenía en un entrepiso y empezó a hacerse el baboso  y a acercarse a mi, y salí corriendo.  Mientras bajaba llorando las escaleras veía a un par de compañeras mirándome y riéndose, se ve que ya lo conocían al capataz.  Me fui al baño y me quedé un rato largo ahí, casi hasta la hora de salir.  En ese momento vino tu madre a golpearme la puerta y a decirme que  tenía que ir a trabajar.  Comenzamos a discutir, yo le dije todo lo que me estaba pasando y que ella tenía que defenderme, que para eso estaba, y como me contestó con una risa medio socarrona, le pegué una cachetada, y ahí se armó el lío.  Si bien yo era una chica de menos edad, tenía un cuerpo mucho mas grande y nos trenzamos unos segundos apenas porque de inmediato nos separaron para evitar que nos sancionaran, ya que a esa hora siempre venía el patrón a cerrar.  Esa tarde cambió la cosa, me empezaron a respetar, pero con tu madre ni nos mirábamos.  Hasta que una tarde, no se cuánto tiempo había pasado, la veo que me estaba esperando en la esquina, ahí donde tomaba el colectivo para volver a casa. -

-  Y ahí volvieron las piñas! -

-  No.  Me pidió disculpas, me contó un poco de lo difícil que era para ella, sobrevivir en ese ambiente, pero que me quedara tranquila que ya no me iban a molestar mas.  Y esa tarde comenzó una relación entre nosotros, algo que no existía porque no teníamos ni un  si ni un no.

-  ¿Qué tipo de relación? - 

-  Y, nos queríamos mucho -

-  Ahhh  bueno -  Elsa subió sus anteojos al modo vincha, tomó un puñado de Don Satur, y pisó el acelerador, sin darle mucha importancia al cartel de 60 que había pasado unos metros atrás

-  ¿ Y hay más? - preguntó en un tono poco cordial

-  Sobre fin de año, mi hermana mayor se cayó de un caballo y quedó muy mal, casi sin poder moverse, entonces me fuí a Entre Riós, para dar una mano a la familia.  Y no nos vimos más.  Tu madre hizo su vida por ahí, conoció a tu padre, y parte de la historia es la que conocés -

-  Algo me está faltando, pero paramos un rato, tenemos poco gasoil -

Puso el giro a la derecha, casi quinientos metros antes del playón de la estación de servicio, y no porque hubiese mucho tráfico, sólo andaba por la zona su camión y algún que otro auto en dirección contraria.  Pero las ganas de bajarse un par de minutos la habían invadido - ¿Porqué no me quedé con Julio? -  Paró contra un sauce y casi que se tiró y fue rápido al baño.  Abrió la canilla hasta que el chorro era bien fuerte, y metió su cabeza debajo de él, y contó  tres, cuatro.. doce..  quince....  Escurrió su pelo como pudo y se secó con unas cuantas toallas de papel que salían de un rollo colgado de la pared.  No llegó a secarlo por completo, pero por lo menos no iba a estar chorreándose. Le puso algo de combustible al camión, fue a pagar adentro y se trajo dos cafés y un paquete de galletitas de agua.

-  Le traje un café -

-  Te agradezco pero no tomo café, me hace mal - y casi sin esperar la explicación, Elsa lo tiró por la ventanilla, y puso rumbo nuevamente hacia la capital de Entre Ríos

-  Me decía... -

-  Muchos años después, ni se cuántos, el recuerdo por ella era cada vez más presente, y aprovechando un viaje a Buenos Aires, me puse en campaña para tratar de encontrarla.  Me fuí al  taller pero ya no existía, ahí habían construído un mercado.  Di mil vueltas hasta que me crucé con una compañera que me dió algunos datos de cómo encontrar a tu madre.  Y en un par de días conseguí su teléfono.  Llamé y al escuchar mi voz me cortó.  Volví a hacerlo un par de veces y en una de esas me dice que estaba con muchos problemas, pero que si quería, el  viernes por la mañana debía ir al Mercado de Flores, que allí podríamos hablar un rato.  Por supuesto que fuí, y me sorprendió verla envejecida y muy desalineada, no había pasado tanto tiempo.  Me contó los problemas que había tenido, que tu padre la había dejado casi en la calle, y que conoció a otro hombre que no la trataba para nada bien -

- Ismael -

- Puede ser, no recuerdo su nombre, pero me dijo que lo que más le preocupaba era que les hiciera algo a Uds.  Le dije que se viniera a Entre Ríos, pero me dijo que era un tema que debía arreglarlo sola y de manera definitiva-

-  Claro, seguramente fue cuando nos fuimos a vivir un tiempo con mi tía Carmen, y ella pasaba todas las tardes luego del taller y nos daba de cenar, bien temprano y se iba, hasta la tarde del día siguiente. -  

-  Esos días fueron un infierno para ella, yo me quedé aunque ella no quisiese, y en un par de semanas, le puso fin a esa tan complicada relación.  Muy valiente lo que hizo. -

- ¿Qué hizo? - preguntó Elsa, ya un poco más relajada

-  Puso fin a esa relación.  Eso fue lo que me dijo en su momento.  Y ahí fue cuando del taller le consiguieron otro trabajo en la zona de Sarandí, un taller que a su vez necesitaba una portera, y allí consiguió trabajo, vivienda y por sobre todas las cosas, un poco de tranquilidad -

-  Si, lo recuerdo, fueron tiempos difíciles yo quedé muy asustada durante un tiempo, me costaba dormir, es más hoy, mil años después, me despierto dos o tres veces por la noche -

Ya el sol había caído y la nochecita cubría de decenas de tonos gris el horizonte, incluido los vaivenes que dibujaban las olas del río, más producto de un poco de viento que de alguna que otra embarcación, con rumbo al puerto cercano.  Sólo las luces ámbar del tablero anunciaban que no estában protagonizando una película de esas que veíamos en los televisores de tubo, los sábados por la tarde.

Las luces bajas se encendieron y tres o cuatro semáforos más adelante, apareció la avenida del boulevard, dónde Irma dió las últimas indicaciones para llegar al destino del viaje.

-  ¿Cómo sigue tu viaje, volvés a Santa Fé? -

-  Mañana temprano debo entregar unas coas que me quedaron pendientes del último viaje, en un pueblo a unos ciento cincuenta kilómetros de acá, y después pego la vuelta -

- ¿Y dónde vas a pasar la noche? -

-  Generalmente voy a una pensión al final de la avenida, pero especialmente hoy ...-

Irma apoyó su mano sobre la espalda de Elsa y detrás de ellas se cerró la puerta de calle.

-  Esta es tu casa.  Date una ducha si querés, dormí un rato yo te llamo para cenar -

La radio en la cocina estaba encendida, un locutor invitaba a comprar con descuentos, los sábados y domingos en El Económico.  Y casi sin pausa, presentó una nueva canción, mientras sonaba el top que anunciaba una nueva hora en la provincia

(click en el link para escucharlo a Fito)


Riqui de Ituzaingó

Comentarios

  1. La verdad que tus historias son atrapantes, yo no sé como te las imaginas... me encantan, estoy esperando ansiosa para ver como sigue!!!!!! Ana Lidia Pagani!

    ResponderBorrar
  2. La verdad hermano me atrapas tenés una imajinacion y una narrativa MARAVILLOSA

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

El Vasco - 1. El Parroquiano

Religiosamente, como hace más de veinte años, Don Germán llegó a la puerta del boliche de San Martín y calle 3, pasaditas las  7.  Apoyó la bicicleta sobre el poste verde del alumbrado público, se quitó los guantes de cuero, y sacó de entre sus ropas un manojo de 15 o 20 llaves, que a entender de quién escribe este relato, deben haber servido pata cerrar distintas etapas de su vida.  Hoy con unas seis se arreglaría, dos para las puertas de su casa, una para el candado de Anacleta, esa que lo trae aquí cada día desde el ´83.  Y las del boliche, una de la cadena de adelante, la Trabex de la puerta principal, y la del fondo.  Las otras llaves, vaya a saber uno cuándo giraron por última vez. Quitó la puerta de chapa, sacó los largueros, no sin antes pegarle un par de pataditas que no hacen más que deformar la chapa, y generarán a la madrugada una nueva puteada, ante la sonrisa escondida del barrendero de turno. - ¿Cuándo será el día que Juan o Luis se den cuenta que este boliche les va a q

El Vasco - 7. Los zorzales

Por iniciativa de los descendientes de aquellos primeros inmigrantes, este año y por primera vez, se trasladó al pueblo, la fiesta de la Vascongada.  Durante casi una semana, el pueblo elegido se viste de gala para recibir esta festividad, tan cercana a su gente.En esta oportunidad, desde hace un par de meses se está organizando todo conla ayuda de unos vascos oriundos de Artega, Santa Fe. Donde comienza el boulevard de la San Martín, ahí cuando cruza la calle Pueyrredón, se armó el inmenso escenario, que fuese prestado por el Club de Paleta.  Levantado casi dos metros del asfalto, permite que cualquier espectáculo pueda verse desde dos o tres cuadras, sin problemas.  El año pasado, cuando se hizo la Fiesta Provincial del Maíz, se le agregó un techo de chapas, para evitar que una ocasional lluvia haga suspender el evento que se ofrezca en ese momento. Sesis cuadras de la avenida se vistieron de ocasión.  El verde de los estandartes eran el reemplazo indicado de las hojas que aún no se

El Vasco - 2. Un par de mate cocidos

 El camión esperaba ser cargado con el pedido de materiales del Convento de La Merced, y si bien aún no habían bajado el remito de la oficina, este ya estaba en marcha para disgusto de todo ser humano que merodeara por ahí.  La mañana, aún sin sol, se colmaba con una bruma helada, típica de los primeros días de Julio.  Pero el camión Dodge de Materiales San Martín, con su humareda de gas oil mal quemado, le daba al lugar una espesura que nada tiene que envidiarle a las tormentas del Mar del Norte relatadas por E A Poe. -  Cheeee, carguen ese camión de una buena vez que nos vamos a morir todos intoxicados! - Dijo Pedro mientras hacía la recorrida de cada mañana, revisando que todo estuviese en orden.  Aunque en un terreno atestado de ladrillos, varillas e inmensos médanos de arena, pocas serías las sorpresas que habrían de aparecer.  A decir verdad, esa recorrida la usaba para fumarse un pucho medio a escondidas, para evitar los retos de sus empleados, todos con más de diez años trabaja