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Mostrando las entradas de 2022

Dardo "el Pescado" . 8 El Cuento del Tío

El sábado arrancó con sol aunque mirar el cielo entonces, no era lo que se esperaba porque había mucho humo dando vueltas, y cada tanto el viento hacía sentir el olor a cables quemados. La canchita del Once fue acondicionada para la ocasión.  Se cortaron los pastos de alrededor, se limpió un poco detrás del arco que daba a la ruta, casi siempre un basural que nadie levantaba, a lo sumo algún vecino cada tanto prendia fuego como para espantar  a los bichos.  Los arcos de cinco metros, reglamentarios para los campeonatos de los barrios de por acá, fueron emparejados con arena y, se marcó con cal el  punto penal a nueve pasos, un poco menos de otros tantos metros. " Dani, asegurate que ningún boludo ofrezca falopa.  Hoy cuidense"   Ramón Luna desde una mesa del minimercado de la Shell, controlaba todo con sus dos teléfonos No eran las diez y desde una camioneta bajaron dos chulengos para los choris, una pochoclera, y toda la bebida, especialmente botellas de cerveza y damajuanas

Dardo "el Pescado" - 7. Los Ramones

Ramón Luna era el mayor de tres hermanos.  Ocupaba una casita baja en el fondo del terreno familiar en Villa Celina. Compraba y vendía autos y alguna que otra moto que ofertaba al costado de la autopista, y casi siempre se lo veía por las tardes con una de esas sillas plegables y una mesita.  Él y sus hermanos empezaron a hacerse conocidos hace un par de años en Los Sapitos, y rápidamente trascendieron ese barrio, hasta acercarse al mismísimo Once.  Y ultimamente se los vió varias veces merodeando la zona "fiscalizando" los campeonatos de penales que todos los sábados se hacían en las canchitas de los distintos barrios " Ramón, estate atento.  En cualquier momento vas a tener baile, y vos sabés que cuando hay baile, hay que bailar"  .  El mensaje entró al teléfono de Ramón, quien se levantó sus anteojos oscuros onda Lenny Kravitz para poder leerlo.  Una camioneta verde paró frente a los autos estacionados sobre el pasto, y el hombre se paró y saludó con un -  ¿Qué

El último partido

Esa mañana de agosto estaba bien fresca como corresponde a la época, pero el sol que ya superaba la línea de los techos de la Iglesia, iluminaba y le daba el calorcito tan necesario a la plaza del pueblo.  Un camión estaba estacionado sobre su lateral sur, el que daba hacia la ruta, y tres tipos de unos cuarenta años comenzaron a bajar los equipos para hacer algunas tomas de la película que estaba revolucionando a Beltrán; sin dudas el acontecimiento más importante en los últimos años. En La Capitana, el boliche por excelencia de la zona, mezcla de bar, cantina y más de una vez sitio de peñas, desayunaban en una mesa por el fondo, Don Agresti, el  director, su asistente, el Gestor Cultural de la Municipalidad, y por supuesto María del Sol y Paco Ferré, protagonistas del film y tapas de todas las revistas por entonces. -  ... y cómo fué que decidieron venir a filmar a Beltrán, un pueblo de no tan fácil acceso desde la Capital? -  dijo Martín el Gestor de la Municipalidad de Beltrán -  F

Al atardecer

Esos atardeceres tenían el encantador transito hacia la penumbra, sin que uno pudiese advertir, desde los sillones de hierro que hacían crepitar las piedritas donde se apoyaban, cuán extenso serían esos momentos.  Con los ojos clavados allá arriba, dónde esa montaña terracota se hacía cielo al compás de la caída del sol, el tiempo yo podía contarlo sin otra referencia que los vaivenes de mi piel, masomenos por dónde dicen que tenemos un corazón. Esa espera mágica, como los chicos que evitan mover el último caramelo en la boca para que dure un cachito mas, una de esas tardes de marzo pude ponerle una medida exacta: siete mil cuatrocientos latidos.  Y por supuesto que habiendo encontrado semejante información, me propuse ralentizar el incesante bombeo de mi sangre en pos de conseguir un atardecer casi infinito, en ese lugar soñado, mucho más cerca del sol y también mucho más lejos de la gente que todo lo empaña, como si hubiese cuestiones más importantes que empantanar la rutinaria caída

Dardo "el Pescado" - 6. Neblina y humo de motos

  -  Decile a Marcelito que mañana a las 9 y media lo quiero sentado en esa silla.  Dejo un quinientos, compren facturas - El Comisario a cargo del Comando agarró sus cosas, un sobretodo color camel, un portafolios de cuero y un sombrero negro de ala, como los que se usaban en las viejas películas de intriga y acción. Saludó a su paso y se fue en su Audi blanco, seguramente al ritmo de Juan Luis Guerra, su cantante favorito. Aguirre es uno de esos tipos que deben manejar todo, y a medida que fue ascendiendo en cargos, fue sumando poder a fuerza de no derivar decisiones y a procurar el malestar general entre la gente que estaba a su cargo, y en la medida de lo posible, entre su pares.  En lo que iba del año ya había sido citado dos veces por el Consejo de Inspectores, y gracias a su capacidad innata de revertir las situaciones, salió de esas reuniones sin un rasguño a su investidura.  Algo que le daba combustible extra a su astronómico ego Aquella mañana la niebla lo cubría todo.  El ai

Dardo "el Pescado" 5. Dos caranchos

Dos caranchos miraban atentos desde arriba de uno de los arcos de la canchita, la quietud de esa mañana.  Cada tanto sus chirridos cortaban el ulular de la ventisca que se escurría por entre los pasillos que separaban los edificios del barrio. Algún memorioso dijo no hace mucho que toda esta zona era un bañado donde jilgueros y cabecitas negras entre otros, eran los dueños del lugar, llenando de música esos días.  Pero vino la autopista, luego a su vera el barrio, y los pocos pájaros que quisieron resistir la toma, fueros desalojados por el ensordecedor ruido de las máquinas viales y la tala de los pocos árboles del lugar, especialmente ligustros y paraísos. Esa tarde, cuando el viento aflojaba, un olor fétido se hacía presente, casi una marca registrada de este lado del barrio.  Entre los pastos que brotaban desde la zanja se veían los restos de una bolsa de consorcio envolviendo un perro despanzurrado seguramente por los caranchos y las ratas, habitués del baldío, el que por las tard

Con el buzo amarillo

(Dedicado a mi amigo Fabi) Yo creo que nadie quería ir al arco porque no era una empresa sencilla.  Se enseñaba el oficio de Arquero como quien lo hace con un aprendiz de carpintería o de albañil.   Mi llegada a Itu en el año 67 fue bienvenida por los pibes de mi edad, ya que al tratarse de un barrio muy pequeño, diría que fronterizo  (tres zonas según la Filcar lo rodeaban) aportaba un futuro integrante a los planteles vigentes.  Mejor dicho, esperarían a que le pudiese pegar a la número cinco para por lo menos armar un cabeza. Ante la inexistencia de probos en las porterías , fue que hube de aprender los gajes del oficio, desde una tribuna viendo al memorable Gato Marín, o leyendo notas y reportajes en la Revista Goles.  Y no mucho mas que eso. Así fue cómo las dos primeras cosas que puse en práctica fueron: marcar con el talón de mis botines (supongamos que tenía) sobre la imaginaria línea del  área chica, la posición de ambos palos del arco (o lo que lo formase), y dejar detrás de

Dardo "el Pescado" - 4.En guardia

 #  1.45 am.  El Fiat Siena negro estaba estacionado a cinco metros de la Pearson, y a dos cuadras de la autopista.  Casi una sombra en esa calle que supo tener alumbrado público en los años que se comenzó a edificar el barrio.  Y también para ese fin de año cuando vinieron tres o cuatro Concejales a inaugurar la obra que por entonces, no llegaba al sesenta por ciento de su construcción. " Encendé el motor.  En menos de dos minutos pasa una camioneta gris hacia el barrio.  Te metés atrás y te asegurás que nadie los siga.  Si ves que viene alguien atrás, hacés luces y clavás los frenos.  Dejá el teléfono sin cortar  ".  Dardo dió la última pitada y tiró el pucho por la ventanilla que de inmediato cerró.  El viento que empezaba a levantarse, hacía más fría la noche.  A lo lejos se veían dos luces que se acercaban muy rápido. Puso primera y dejó el pie  sobre el embrague, listo para cumplir lo ordenado. Apenas dobló el Siena por la Pearson, en el espejo vió venir un vehículo, ta

Dardo "el Pescado" - 3. No más palabras

Cuando bajaba el sol, El Tío se acomodaba detrás del improvisado mostrador de madera, para atender a los que se juntaban luego de las changas, a tomar un vino o una cerveza.  A unos diez o quince metros de su casa, donde Tela tenía el almacencito, había alquilado una pieza.  Le hizo una puerta hacia la calle, y en unos pocos metros cuadrados, se armó el boliche.  En una heladera Siam verde, comprada en algún revoleo, siempre tenía vino blanco de dudosa calidad, alguna cerveza, y por si pedían Ferné, una o dos Colas de tercera marca. -  ¿Qué te sirvo Dardo? -   preguntó El Tío -  Un Ferné.  - -  Cuando vos pedís Ferné querés charlar.  ¿Qué pasa? - -  Me apretaron de la yuta.  Me tienen agarrado de las bolas, y no sé ahora con que van a venir - -  ¿Quién fue, cómo se llama? - -  No sé.  Uno flaco, de pelo largo con flequillo, vestido con vaqueros gastados - -   Ahhhh si.  Ya sé - El Tío  le puso un hielo al vaso de Ferné y Coca y comentó - Estás complicado pendejo -  Y se fue a atender a

Los Murgueros

La calle paralela a la avenida donde estaba el súper chino, tenía varios negocios chicos, especialmente la cuadra que estaba detrás. De veredas húmedas, tal vez porque miraban hacia el sur de la ciudad, sumado al agua que siempre corría junto al cordón y que los colectivos se encargaban de desparramar.  Una dietética, un almacén, una casa de sellos y fotocopias, y llegando a la esquina, antes del maxikiosco, una tintorería de esas 5 a sec . Yael iba pateando una cebolla, despacito como para que llegara hasta la esquina sin caerse a la calle.  Mientras tanto se imaginaba como explicar en su casa el haber llegado tan temprano cuando debería estar en el puesto de la verdulería, en ese momento. Desistió volver a casa tan rápido y al llegar a Araujo, dobló hacia la derecha, como yendo hacia el parque.  Siempre que podía se daba una vuelta por allí con la esperanza de que lo invitaran a participar de un picado.  Dentro de su imaginación también estaba la respuesta que daría " ... es qu

Dardo "el Pescado" - 2. Cambio de Hábito

Tres de esos bloques de cemento que siempre hay cerca de las obras, estaban a un par de metros de la equina, seguramente llevados ahí por algún pasajero.  Donde paraba el 433 cartel Bo. Los Sauces, no había refugio, solamente los tres improvisados asientos, y un cartel de chapa, oxidados que apenas podía señalar que ahí debían esperar los que viajaban hacia la estación de tren.  Dardo esperaba el paso del 433, que casi nunca paraba, por venir lleno desde el barrio, o porque los choferes consideraban a esa y a la siguiente como dos paradas difíciles. - Che Pescau, te andan buscando - -  ¿Quién? - levantando la vista y dirigiéndose a la mujer que conducía el Renault 12 -  ¿Y quién va a ser? -  le respondieron desde adentro del auto  -  ¿En qué bolonqui te metiste ahora? - Estela o Tela como la llamaban en el barrio, atendía un almacencito en la calle de atrás de los edificios.  Estaba al tanto de casi todo lo que pasaba y tenía cierto afecto por los muchachos de la edad de su hijo.  Dard

Dardo "el Pescado" - 1. Tiro de (des)gracia

Las escaleras de hormigón seguían resistiendo de una manera más que decente el  paso del tiempo.  Miles de corridas desde que se empezó a construir el barrio, de quienes lo estuvieron ocupando, fueron dejando sus huellas de ese color plomizo tan particular.  Corridas que surgían cada vez que era necesario no ser vistos, en este laberinto gris, a no más de doscientos metros de la autopista. El sol ya no era tal, y las pupilas se ofrecían plenas a recibir la poca claridad que regalaba el ocaso.  Dardo o Dardi o El Pescado, como lo conocían por ahí, bajó los cinco pisos que lo separaban del patio de entrada, sin más iluminación que la que se podía colar por las pequeñas aberturas, sin ventanas, de los muros de piedra pelada.  O como era costumbre, la penumbra se cortaba con el reflejo medio rojizo de las pitadas de quienes se juntaban en los descansos de entre pisos, en silencio, esperando vaya a saber qué. -  Pescado, cuidate si salís que por la Pearson hay dos autitos con ganas de llev