Dos caranchos miraban atentos desde arriba de uno de los arcos de la canchita, la quietud de esa mañana. Cada tanto sus chirridos cortaban el ulular de la ventisca que se escurría por entre los pasillos que separaban los edificios del barrio. Algún memorioso dijo no hace mucho que toda esta zona era un bañado donde jilgueros y cabecitas negras entre otros, eran los dueños del lugar, llenando de música esos días. Pero vino la autopista, luego a su vera el barrio, y los pocos pájaros que quisieron resistir la toma, fueros desalojados por el ensordecedor ruido de las máquinas viales y la tala de los pocos árboles del lugar, especialmente ligustros y paraísos.
Esa tarde, cuando el viento aflojaba, un olor fétido se hacía presente, casi una marca registrada de este lado del barrio. Entre los pastos que brotaban desde la zanja se veían los restos de una bolsa de consorcio envolviendo un perro despanzurrado seguramente por los caranchos y las ratas, habitués del baldío, el que por las tardes hacía las veces de canchita.
- Pescado, vamos hasta el Once (de noviembre) a ver si consigo una moto para comprar -
- ¿Lo vas a ver al Funes? -
- Si. Me avisó que tiene un par. Dale vamos - Carlo era un personaje que deambulaba a toda hora por ahí. Algunas veces se lo veía con una cortadora de pasto de esas a explosión, y changueaba con eso. Por lo visto le alcanzaba, andaba seguido sentado en la mesa de afuera del bar tomando cerveza y fumando
- Escuchame Pescado, escuchame bien. Me dijo El Tío que te cuides con la yuta, que Él te va a ayudar -
Dardo caminaba junto al Carlo con las manos en los bolsillos, despacio, aún le dolía todo el cuerpo. Se quedó escuchando sin hacer comentario.
- ¿Me oís Pescado o te quedaste sordo con el choque? -
Dardo lo miró medio de costado y sin levantar la voz contestó - ¿Y porqué te manda a vos? Yo cada tanto paso por el bar -
- Estás vigilado Pescado, y si te ven hablando con Él, la vas a pudrir. El Tío es de fierro y te va a dar una mano. Pero si los ven juntos ... -
- ¿Te dijo algo más? - preguntó Dardo? -
- Que por ahora hagas todo lo que te digan. Cualquier cosa yo te aviso -
Carlo sacó un paquete de cigarrillos de primera marca y le dió uno a su compañero de caminata. Le ofreció fuego pero Dardo con un ademán demoró el convite. Tomó el cigarrillo y lo pasó por encima de su labio superior, disfrutando del olor tan característico del tabaco rubio de esa marca. Ya ni recordaba cuando había sido la última vez que fumó uno. Sin encenderlo lo metió en el bolsillo trasero de su jean. La caminata siguió en silencio, ninguno de los dos era de mucho hablar.
Con un par de días sin mayores sobresaltos y una tira de Diclofenac, Dardo dejó de lado sus dolores e intentó su rutina diaria de desafiar el veloz tránsito de la autopista, especialmente a la hora en la que todos vuelven de trabajar. Se sentó sobre el guardarail y encendió el cigarro que guardaba en su bolsillo, gentileza del Carlo; cruzar nuevamente entre los autos era un buen motivo para unas pitadas de un pucho como la gente.
"Pescado, ¿Cómo estás tanto tiempo? Me dijeron que anduviste visitando la guardia del Hospital, la próxima vez manejá más despacio, me dejaste el Fiat destrozado!. Hoy a la noche comé livianito, te voy a necesitar". Terminó de escuchar el mensaje de audio, apagó el cigarro con cuidado para seguir más tarde. Volvió al edificio silbando algo que creía haber escuchado en la radio.
Ya casi de madrugada, solamente se podía conseguir algo para tomar en "la ventanita". Una casa alquilada que cuando oscurecía abría la ventana que estaba sobre la vereda, y vendía entre otras cosas, cerveza fría y vino en caja.
Al Turco se lo podía encontrar casi siempre ahí; una o dos veces por noche pasaba. Era el punto de reunión con quienes le distribuían en la Once (de noviembre).
- Turco ¿no vinieron los pibes todavía? - le dijo un tipo desde adentro de la ventana
- Me avisaron que estaban viniendo. Está cortada la bajada al barrio, hubo un choque -
Dos muchachos, visiblemente borrachos se acercaron a la ventana. - Turco, dame otra birra, pero no como la que me diste recién, estaba caliente como una meada! - Le dijo uno de ellos
- Todas están bien frías. Son cuatrocientos ... -
- Y no te pago una mierda porque vos vendés mierda, y yo no quiero mierda!!! - El más alto de los dos comenzó a pishar la pared debajo de la ventana - Y mirá lo que hago, me vas a joder a mi! -
El Turco que miraba la escena, le hizo una seña al tipo de la ventana como para que cierre y encaró hacia el auto blanco
- Ehhhh, vo´que te metés, ortiba. ¿Que sos yuta? - Le dijo el mas morrudo de los dos mientras le cortaba el paso hacia el auto. La ventana se cerró, hubo un forcejeo, y se escucharon tres balazos y no mucho mas. Justo esa noche la camioneta del Comando no estaba en la esquina.
" Listo jefe, mande remis" "OK. Preparen el paquete"
El Megáne 2004 puso primera y encaró hacia la colectora de la Autopista. Dardo encendió la radio pasacassete y por curiosidad nomás metió con su dedo índice esa tableta plástica que asomaba de ella. Una vieja canción quizás de alguna película comenzó a sonar por los parlantes de las puertas; piano nomás y nadie que cante. "Pescado, apurate. Te esperan en La Ventanita del Once. No tenés más de tres minutos para llegar. Abrís el baúl, te cargan y te vas a la mierda volando"
Muy raro era en esta época y en estos barrios que desde un auto se escuchara la música de Richard Clayderman. Pero le daba el aire musical justo que necesitaba el momento.
"Tirá el paquete en un baldío. Es muy pesado ¿Tomaste la sopa hoy?. Dejá el auto en la Shell y te volvés caminando"
Dos caranchos miraban atentamente desde los cables que cruzaban la barrosa calle que se alejaba del barrio en dirección a vaya a saber dónde. Entre los pastos que brotaban desde una de las zanjas se veían los restos de una bolsa de consorcio envolviendo un tipo despanzurrado seguramente por los caranchos y las ratas, habitués del baldío ...
(continuará..)
Riqui de Ituzaingó
Este pibe vive metiéndose en líos todos los días... Ana Lidia Pagani
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