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Dardo "el Pescado" - 2. Cambio de Hábito

Tres de esos bloques de cemento que siempre hay cerca de las obras, estaban a un par de metros de la equina, seguramente llevados ahí por algún pasajero.  Donde paraba el 433 cartel Bo. Los Sauces, no había refugio, solamente los tres improvisados asientos, y un cartel de chapa, oxidados que apenas podía señalar que ahí debían esperar los que viajaban hacia la estación de tren.  Dardo esperaba el paso del 433, que casi nunca paraba, por venir lleno desde el barrio, o porque los choferes consideraban a esa y a la siguiente como dos paradas difíciles.

- Che Pescau, te andan buscando -

-  ¿Quién? - levantando la vista y dirigiéndose a la mujer que conducía el Renault 12

-  ¿Y quién va a ser? -  le respondieron desde adentro del auto  -  ¿En qué bolonqui te metiste ahora? -

Estela o Tela como la llamaban en el barrio, atendía un almacencito en la calle de atrás de los edificios.  Estaba al tanto de casi todo lo que pasaba y tenía cierto afecto por los muchachos de la edad de su hijo.  Dardo era uno de ellos y en más de una oportunidad los tuvo que ir a rescatar de alguna redada

-  Nada muy importante.  Después paso a la tarde, tengo algunas cosas que llevar -

Siguió levantando con la SUBE las piedritas de lo que supo ser un asfalto.  Un golpe fuerte se escuchó a no más de una cuadra.  Levantó la vista y alcanzó a ver la cola del Renault rojo de Tela.  Corrió hasta el lugar, también había salido una vecina con dos perros de esos callejeros.

Quien la chocó fué una camioneta del Comando Radioeléctrico según rezaba el texto en uno de sus laterales blancos y verdes.  Tela tenía la cara más colorada que de costumbre, pero a juzgar por el bollo que eran las dos puertas del lado del acompañante, estaba bien.

 -  Pescau. no me pasó nada pero andate de acá -  Le dijo la accidentada conductora

-  ...sí, es Él - Comentó quien manejaba la camioneta, y los dos que habían bajado, de inmediato lo subieron y se lo llevaron al Comando.

Esta vez no sólo le quitaron los cordones sino también las zapatillas, unas Adidas rojas que compró en la barata de  los sábados.  Muchas voces se escuchaban desde la celda, también una o dos radios, y un motor gasolero que parecía necesitar una afinada.

- Dardo Silva "El Pescado", bienvenido!. -  Un hombre de unos cuarenta y pico de años, de camisa blanca y voz de muchos años de tabaco, lo recibió sentado detrás de una mesa en una habitación cerca de la zona enrejada.

-  Por lo que me dijeron sos muy tiernito, no andás visitando estos pagos seguido.  Pero, un día te mandaste una macana: Te cargaste a un amigo de la casa -

-  No entiendo -  dijo Dardo esquivando la mirada del policía.

-  Vos hablás cuando yo te lo permita -  y le pegó un tirón muy fuerte sobre ambas orejas, dejándolas casi del color de las moras que crecen en el costado del  barrio.

Y se fue dejando a Dardo solo en esa habitación del Comando.  

Pasó un buen rato, y se abrió la  puerta, dándole paso a el policía junto a otra persona.

-  ¿Qué hacemos con este asesino? -

-  Dejalo que piense toda la noche y mañana hablo con él -  Un tal Marcelo palmeó a Dardo como si lo conociese de toda la vida.  Para aquel que lo viese por acá por primera vez, descreería que tiene que ver algo con la Fuerza, como la suelen llamar quienes la integran.  Pelo largo con flequillo, muy flaco con la piel sin rastros de sol por años.  Y pantalones de jean rotos que acompañaban a una campera con su espalda bordada; un águila en su totalidad.

No fue una noche fácil para El Pescado.  Se encargaron que no sólo no  durmiera, sin que  tomara conciencia que estas madrugadas de terror podrían ser su futuro inmediato.

Esa mañana, Marcelo entró con un mate y un termo en sus manos. Se sentó detrás de la mesa que lo separaba de un Dardo visiblemente perturbado.

-  No te convido mate porque supongo que ya te habrán dado el desayuno -  y con una sonrisa se cebó otro mate.

-  Creo que habrás entendido todo, pero por las dudas te lo refresco.  Mataste a un tipo que era amigo nuestro, y eso es muy grave.  Te tendrías que pudrir en algún pozo con noches tan bonitas como la que te regalaron los muchachos ayer.  -  y chupó largo el mate hasta hacerlo sonar de vacío.  Una especie de música de fondo para cortar el monólogo en la habitación.

-  Pero, ¿sabés? Me caés simpático, parecés buen pibe, y te voy a dar una oportunidad que no creo  que rechaces -

Dardo seguía esquivándole la mirada, y esperando que ese momento terminara lo antes posible.  Sea cual sea el final.

-  Vas a ser mi colaborador.  No es un trabajo muy pesado y enseguida te vas a poner canchero.  ¿Estamos de acuerdo?  Claro que sí. -  Y le dió un beso en  la frente, casi paternal.  -  Ahora te volvés a tu casa que los tuyos deben estar preocupados, y tené siempre el  teléfono prendido esperando mi llamado.  Ahí en esa bolsa tenés las zapatillas y la SUBE -   Y se fue con su termo y su mate.  Dardo se calzó rápido las Adidas rojas y encaró hacia la salida, sin  que nadie lo detuviese, sin que nadie lo mirara siquiera.  Como si fuese protagonista de un relato de fantasía.


La moto, una de esas japonesas bien grandes, se detuvo frente al almacencito de Tela.  Y sin sacarse el casco, su conductor entró saludando -  Buen día buen día!  ¿Me corta cien de queso y cien de salame? -  Le pegó un mordiscón a una flautita que estaba en el canasto casi lleno.  -  Tela, le encargo me cuide bien al pibe, hoy estuve charlando con él.  Vamos a hacer grandes cosas juntos -

-  Dejámelo a mi, yo te lo cuido, es un guacho bueno -  Y le dió la bolsita con el fiambre.

Marcelo salió del almacencito, pateó la moto y encaró como hacia la autopista, esquivando los pozos de, lo que años atrás supo se un asfalto.

(continuará ...)


Riqui de Ituzaingó


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