Ir al contenido principal

Los Murgueros

La calle paralela a la avenida donde estaba el súper chino, tenía varios negocios chicos, especialmente la cuadra que estaba detrás. De veredas húmedas, tal vez porque miraban hacia el sur de la ciudad, sumado al agua que siempre corría junto al cordón y que los colectivos se encargaban de desparramar.  Una dietética, un almacén, una casa de sellos y fotocopias, y llegando a la esquina, antes del maxikiosco, una tintorería de esas 5 a sec.

Yael iba pateando una cebolla, despacito como para que llegara hasta la esquina sin caerse a la calle.  Mientras tanto se imaginaba como explicar en su casa el haber llegado tan temprano cuando debería estar en el puesto de la verdulería, en ese momento.

Desistió volver a casa tan rápido y al llegar a Araujo, dobló hacia la derecha, como yendo hacia el parque.  Siempre que podía se daba una vuelta por allí con la esperanza de que lo invitaran a participar de un picado.  Dentro de su imaginación también estaba la respuesta que daría " ... es que nunca jugué a la pelota, pero si me dejan, me quedo a mirar, y a lo mejor ..." .  Siempre encontraba una respuesta distinta de quienes lo invitaban, pero en todos los casos, lo convencían, entraba y hasta hacía un gol!

Pero los bocinazos ahí en la esquina, y los gritos de la gente que estaba sobre la calle, lo hizo despertar de su sueño de gran jugador de fóbal, y se quedó mirando cómo habían quedado, una camioneta y un auto taxi, que chocaron hace muy poquito.

-  ¿Viste cómo se la dieron? -  Una chica de masomenos su edad le comentó la escena, mientras ambos esperaban que aflojara un poco la cosa como para cruzar la calle.

-  Nunca había visto un choque -  Yael le continuó la charla con una sonrisa, y al ver que el tráfico aún quedaba parado le dijo - ¿Cruzamos? -

Siguieron juntos y allá a dos cuadras se veía la punta del parque.  La chica iba tarareando una canción, desconocida para Yael.

-  ¿No la conocés, no? -

-  No -

-  Claro, la hizo el Rulo, y la ensayamos todos los martes y jueves, ahí en el parque -

Yael se quedó mirándola -

-  La Murga -

-  Ahh, La Murga -

Y siguieron caminando al ritmo del tarareo de la chica, que cada vez parecía ser más fuerte

-  Cielo, apurate!  Ya estamos empezando -  Una voz le gritó desde el parque. Y Cielo fue de una corrida a sumarse a los Murqueros.  El Rulo la saludó con una palmada sobre la cabeza de pelos enrulados y mal peinados.  Bah, sin peinar!.  -  ¿Y tu amigo, se suma? -

Cielo se dió vuelta y mirándo hacia  donde estaba parado Yael, le hizo señas con la mano -  Dale, vení a bailar con nosotros -  

Con las manos en los bolsillos y resoplando  pensó  "... Me gustaría, pero nunca bailé ...    ... Dale, vení que te va a gustar..  ...Es que no sé si me va a salir...   ... Si, si. nos falta uno, te vamos a enseñar!...  Y dentro de una ronda que le hicieron los Murgueros, el Invitado comenzó a dar un paso para allá, una cabriola hacía acá y un gesto con los brazos que pronto todos comenzaron a imitar.  El Rulo  le dió su galera, el bastón y su chaqueta, e iniciando una fila llena de música y color, los Murgueros al ritmo de Yael comenzaron a rodear el parque.  Cielo que antes tarareaba, ahora cantaba a viva voz al son de un bombo, varias panderetas, un par de platillos y una trompeta que realzaba la encantadora voz de Cielo.  La tarde comenzó a caer, y los Murgueros no dejaban de cantar y bailar.."

-  Y ¿ vas a venir o no? -  volvió a preguntar Cielo, y ante la falta de respuesta, se fue de una corrida al  medio de la formación y al grito de tres, el Rulo dió por iniciado el  ensayo de esa tarde de martes.

Yael se fue hacia los juegos que estaban detrás del arenero, y sentándose en una hamaca, miraba de reojo cómo los Murgueros le daban alegría a todos los que pasaban por el parque para volver a sus casas o simplemente, vagaban por allí, esperando que alguien los llame para darles, aunque más no sea un rato, algo de sentido a sus vidas.


Riqui de Ituzaingó


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

El Vasco - 1. El Parroquiano

Religiosamente, como hace más de veinte años, Don Germán llegó a la puerta del boliche de San Martín y calle 3, pasaditas las  7.  Apoyó la bicicleta sobre el poste verde del alumbrado público, se quitó los guantes de cuero, y sacó de entre sus ropas un manojo de 15 o 20 llaves, que a entender de quién escribe este relato, deben haber servido pata cerrar distintas etapas de su vida.  Hoy con unas seis se arreglaría, dos para las puertas de su casa, una para el candado de Anacleta, esa que lo trae aquí cada día desde el ´83.  Y las del boliche, una de la cadena de adelante, la Trabex de la puerta principal, y la del fondo.  Las otras llaves, vaya a saber uno cuándo giraron por última vez. Quitó la puerta de chapa, sacó los largueros, no sin antes pegarle un par de pataditas que no hacen más que deformar la chapa, y generarán a la madrugada una nueva puteada, ante la sonrisa escondida del barrendero de turno. - ¿Cuándo será el día que Juan o Luis se den cuenta que este boliche les va a q

El Vasco - 7. Los zorzales

Por iniciativa de los descendientes de aquellos primeros inmigrantes, este año y por primera vez, se trasladó al pueblo, la fiesta de la Vascongada.  Durante casi una semana, el pueblo elegido se viste de gala para recibir esta festividad, tan cercana a su gente.En esta oportunidad, desde hace un par de meses se está organizando todo conla ayuda de unos vascos oriundos de Artega, Santa Fe. Donde comienza el boulevard de la San Martín, ahí cuando cruza la calle Pueyrredón, se armó el inmenso escenario, que fuese prestado por el Club de Paleta.  Levantado casi dos metros del asfalto, permite que cualquier espectáculo pueda verse desde dos o tres cuadras, sin problemas.  El año pasado, cuando se hizo la Fiesta Provincial del Maíz, se le agregó un techo de chapas, para evitar que una ocasional lluvia haga suspender el evento que se ofrezca en ese momento. Sesis cuadras de la avenida se vistieron de ocasión.  El verde de los estandartes eran el reemplazo indicado de las hojas que aún no se

El Vasco - 2. Un par de mate cocidos

 El camión esperaba ser cargado con el pedido de materiales del Convento de La Merced, y si bien aún no habían bajado el remito de la oficina, este ya estaba en marcha para disgusto de todo ser humano que merodeara por ahí.  La mañana, aún sin sol, se colmaba con una bruma helada, típica de los primeros días de Julio.  Pero el camión Dodge de Materiales San Martín, con su humareda de gas oil mal quemado, le daba al lugar una espesura que nada tiene que envidiarle a las tormentas del Mar del Norte relatadas por E A Poe. -  Cheeee, carguen ese camión de una buena vez que nos vamos a morir todos intoxicados! - Dijo Pedro mientras hacía la recorrida de cada mañana, revisando que todo estuviese en orden.  Aunque en un terreno atestado de ladrillos, varillas e inmensos médanos de arena, pocas serías las sorpresas que habrían de aparecer.  A decir verdad, esa recorrida la usaba para fumarse un pucho medio a escondidas, para evitar los retos de sus empleados, todos con más de diez años trabaja