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Dardo "el Pescado" - 1. Tiro de (des)gracia

Las escaleras de hormigón seguían resistiendo de una manera más que decente el  paso del tiempo.  Miles de corridas desde que se empezó a construir el barrio, de quienes lo estuvieron ocupando, fueron dejando sus huellas de ese color plomizo tan particular.  Corridas que surgían cada vez que era necesario no ser vistos, en este laberinto gris, a no más de doscientos metros de la autopista.

El sol ya no era tal, y las pupilas se ofrecían plenas a recibir la poca claridad que regalaba el ocaso.  Dardo o Dardi o El Pescado, como lo conocían por ahí, bajó los cinco pisos que lo separaban del patio de entrada, sin más iluminación que la que se podía colar por las pequeñas aberturas, sin ventanas, de los muros de piedra pelada.  O como era costumbre, la penumbra se cortaba con el reflejo medio rojizo de las pitadas de quienes se juntaban en los descansos de entre pisos, en silencio, esperando vaya a saber qué.

-  Pescado, cuidate si salís que por la Pearson hay dos autitos con ganas de llevarse a alguien. -

-  ¿Pasó algo? -  

-  Nada nuevo, supongo que lo deben querer apretar al Colita con los pagos.  Dicen que se está escondiendo -

-  Al pedo, ya lo van a encontrar. -    Y se fué hacia la autopista, por ahí donde el alambrado está medio flojo y se puede levantar un poquito como para que uno medio flaco pueda pasar.  Los que lo hacen toman todos los cuidados para que no se rompa y llame la atención a los de mantenimiento de la ruta, y lo arreglen.

Las luces de los autos no cesaban de acercarse y, cruzar no iba a ser fácil.  A lo lejos la fila de los que iban hacia la Capital era realmente importante.  Pero entre medio del tránsito se veían dos moles, una al lado de la otra, con una sinfonía de leds iluminando a su paso e indicando que seguramente vendrían a una velocidad menor que el resto.  Esa era la  oportunidad de cruzar.  Contó ..cuatro..tres..dos..uno! y con apenas tres saltos llegó al guardarail central, casi rozando el paragolpes del camión que venía sobre la  izquierda.  Con su corazón bombeando a punto de estallar en mil pedazos, cruzó casi caminando la otra mano de la autopista, prácticamente sin tráfico, pensando que este shock de adrenalina le alcanzaría para pasar la noche.  Al día siguiente lo intentaría nuevamente, jugando con el destino, como quien bate el cubilete con los cinco dados por tercera vez buscando una generala servida, que le cambie de una la suerte de esa partida.

Prendió un  medio cigarro que tenía un tanto arrugado en el bolsillo de su jean y encaró hacia el barrio 11 de Noviembre que no estaba a más de cuatrocientos metros de ahí.  La colectora no tenía veredas y obligaba a caminar por el asfalto destruido y lleno de charcos, pero era una mejor opción que hacerlo por el barro imposible que había dejado la tremenda lluvia de esa tarde.  Al llegar al estacionamiento, casi por costumbre comenzó a tantear las manijas de las puertas esperando encontrar alguna abierta, cosa casi imposible en los tiempos que corren.  Pero  al dar vuelta hacia el otro lateral, vió un auto bordó que llamaba la atención por tener sus balizas encendidas, y sin gente adentro, o por lo menos era lo que veía Dardo desde unos quince metros.  Fue directo hacia ese automóvil.  Se asomó, no vió  nadie adentro, tanteó la manija de la puerta, y un golpe muy fuerte en su cabeza fue su último recuerdo hasta que entre gritos y patadas era metido en lo que luego sabría que era un calabozo, o algo parecido.

Un olor inmundo le provocó arcadas, lo que llamó la atención de un ocasional compañero que lo recibió con un  - Si vomitás acá, vas limpiarlo con tu lengua! -

Tal vez por la advertencia o porque hacía mas de un día que no comía, la cosa no pasó a mayores.  El dolor de cabeza era tremendo y trató de apoyarla sobre sus rodillas esperando que sirviera para calmarlo un poco.

-  ¿ Que te choreaste? -

Dardo apenas volteó su cabeza para mirar la cara de quién le hablaba entre las sombras del lugar, y con los ojos llorosos del dolor, le murmuró - Nada -

-  Ahh, sos un pescado entonces.  Si los de la mañana están de buen humor, te vas a tu casita -

Se acomodó en un rincón y se tapó la cabeza con su buzo para sentir lo menos posible el hedor que inundaba el lugar.   Durmió lo que pudo y como pudo hasta que lo despertó una bolsa de náilon que cayó sobre su cara con su cinturón, el Registro y un par de zapatillas de lona que serían de uno que calzaba un  par de números menos.

-  Tomátelas si no querés cobrar de nuevo -  Y apareció en  la calle de un lugar que no conocía, otro barrio que allá por el fondo tenía una ruta o algo así.  Se calzó como pudo las zapatillas, tanteó los bolsillos con la esperanza de encontrar algo, pero ni una moneda y menos que menos el teléfono.

Caminó hacia la ruta y al llegar a la primera esquina, una camioneta frenó a su lado y una voz que le resultó conocida le dijo - Subí - Claro, era su compañero reciente.

-  Te saco de acá, no es un  buen lugar para andar caminando y menos tan temprano. -  Dardo lo miró y le llamó la atención una cadena con una medalla posiblemente de oro que llevaba colgada del cuello.  Le recordaba una que lucía siempre su abuela Cata hasta el día ese que le entraron y pasó lo que pasó.

-  Vamos a cargar nafta.-  Le dijo el tipo y paró en una Shell que estaba sobre la ruta, unos quinientos metros más adelante del barrio donde estaba la comisaría.

-  Tomá, llenále el tanque -  le dijo mientras le daba la llave y lo empujaba a bajar.  Dardo se paró al costado de la camioneta y esperó el click que marcaba el final de la carga.  En ese momento se bajó el conductor con la cara tapada y apuntando al empleado le quitó su billetera, a Él y a su compañero que estaba pasando una tarjeta de crédito a dos metros suyo.

-  Dale! - le dijo a Dardo y ambos subieron a la camioneta, escapando a toda velocidad en dirección contraria a la que venían 

-  Esto es rápido.  Vamos a comprar algo para comer, Tengo hambre. -  Y pararon en una panadería.  - Bajá conmigo -  Le dijo a Dardo.  Compraron facturas y al momento de pagar, sacó una pistola y apoyándola sobre la cabeza del hombre que estaba en la caja, le gritó a Dardo - Vaciá la caja y sacales los teléfonos y lo que tengan en los bolsillos! Dale movete!! - y le dió una bolsa de náilon de esas donde se entrega el pan.  Volvieron a la camioneta y a toda velocidad escaparon por la ruta, siguiendo la misma dirección que traían

-  ¿Qué me mirás pelotudo!? - le quitó la bolsa con lo robado y la tiró al piso  de atrás - No me digas que te querés bajar ahora -

Dardo le guiñó un ojo y con una sonrisa le dijo - Todo bien -  A lo que el conductor riéndose le dijo - Así me gusta.  Damos una vuelta más y te llevo a tu ca.... -  Su propia pistola estaba en su boca a punto de ser gatillada.

- Pará a un costado ya! - en voz baja le dijo Dardo.

Algo que no se entendía fue una especie de respuesta.

-  Pará  te dije! - Volvió a decir Dardo, esta vez a los gritos, y la camioneta aminoró su marcha en dirección a la banquina, y antes de que se detuviera totalmente, un estampido seco y fuerte hizo vibrar los vidrios del vehículo y de inmediato la bocina comenzó a sonar.  Le quitó la cadena con la medalla, tomó el teléfono que estaba en  la  guantera y de una corrida cruzó la ruta fácilmente, no había demasiado tránsito.

-  Hola.  Sobre la banquina de la ruta 34 a un par de kilómetros de la Shell, está el tipo que robó esa estación de servicio y una panadería más adelante.  Es una camioneta gris claro.  Creo que chocó y está herido - Tiró la pistola en una zanja de barro, apagó el teléfono, y tanteó en el bolsillo de su jean que estuviese la cadena con la medalla como la de su finada abuela.

Creyó ver allá al fondo, los edificios del barrio 11 de noviembre y hacia ahí puso rumbo, recordando lo que una vez, hace no tanto había escuchado:

" cuando te cargás al primer tipo, pasás a jugar en otra pantalla, como en los videojuegos.  Y tenés que seguir jugando, hasta que perdés "

Ese comentario, en ese momento cobró  sentido para el Pescado

(continuará...)


Riqui de Ituzaingó


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