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El Vasco - 5. El Club de Paleta

 "HOY ARROZ CON MEJILLONES" anunciaba la pizarra que estaba sobre la pared, a la derecha del imponente portón de madera del Club de Paleta, como todos lo conocían, o Sociedad Vasca del Oeste, tal como rezaba la placa de bronce, a la izquierda de la puerta.

-  Buenas noches, buenas noches -  Saludó Ezequiel o "cabezón" como lo conocían todos por ahí.  Con la sonrisa que lo caracterizaba ingresó en compañía de José Antonio al salón comedor, recibiendo los saludos de Mónica y Marcelo, los dueños de casa, así como también los de quienes ocupaban las primeras mesas, por supuesto gente conocída.

-  Vamos a aquella de cuatro, al lado de la estufa -  Le señaló a su amigo, mientras se quitaba la gorra y el sobretodo.  -  Esperemos que estos dos hagan honor a su palabra y vengan temprano.  Tengo hambre -

Comunmente. cualquiera de los habitués del club, recuerda que su infancia también estuvo asociada al Club de Paleta, aunque nadie sepa la fecha en la que se construyó.  Los más grandes o aquellos que siempre merodean por ahí con el afán de contar la historia del pueblo, afirman que en estos terrenos había un almacén de ramos generales.  Este, como en todos los  pueblos de la zona, también era punto de encuentro social.  En sus mesas se jugaba a las cartas cada tardecita, cuando a los que los agarraba la caída del sol en la zona y decidían esperar el amanecer para seguir arriando ganado en busca de mejores pastos, compartían con los lugareños un vaso de vino o una copita de grapa. Ahí daban por finalizado formalmente el día.  Y los domingos, se acondicionaba la cancha de bochas, y para las fiestas, se improvisaba el bailongo sobre el piso de tierra de atrás del almacén, apisonado de tanto darle a la Taba.  Pero todo cambió, vaya a saber en qué año, con la llegada del Vasco y sus animales.  La leche y los quesos, dejaron de traerse en carreta entonces.  Con el Vasco fueron llegando algunas familias que siguieron sus pasos y encontraron allí, tierra donde echar sus raíces.  Si bien está documentada la fecha de inauguración y hay una historia oficial acerca de como nació, los que lo frecuentan tejen relatos que coquetean con lo cierto :  "Mi padre ayudó a levantar las paredes del frontón cuando todo alrededor era campo"  o "los malones solían parar a la orilla de este brazo del Salado y preparar los ataques a la zona del Fortín de La Merced".  Historias que podían seguir indefinidamente sin que nadie cuestione o no su veracidad.

-  Mónica, arrime algo para picar y una jarra de vino -  Pidió casi sin levantar la voz José Antonio.  Parecía ser el socio ideal del Cabezón, ya que su parquedad no hacía otra cosa que resaltar lo afable del carácter del compañero.

-  Les dejo una de tinto y una soda, y ya les alcanzo unas berenjenas.  Ezequiel, hace mucho que no nos visita.  ¿ Ya no le gusta la comida casera, o encontró alguien que le cocine mejor? - preguntó Mónica con una sonrisa.

-  Anda noviando parece - fue el aporte de José Antonio, el que fue correspondido con una palmada de su amigo.  -  No se puede mantener en reserva nada en este pueblo, que lo tiró! - dijo Ezequiel, mientras servía los vasos con vino tinto, fresco a pesar del frío de la noche.

-  Sirva dos más, que un buen vino ayuda a aguantar la fresca que hace en la calle -  Con boina negra y una campera de cuero del mismo color, Pedron anunció su llagada y la de Don Germán, vestido con  su infaltable echarpe marroncito y los guantes de cuero, casi una marca registrada de aquellos que desafían el frío de las mañanas y las noches, andando en bicicleta.

Sin más que algunas señas como saludo, los recién llegados se sumaron a la mesa.  No eran amigos los cuatro, se conocían, eso sí, de alguna reunión social, y de cuando los comerciantes más importantes tenían que juntarse para reclamar algo  ante el Intendente, como cuando lo de la llegada del circo hace un par de veranos atrás.

-  ¿Ya pidiereon?  Yo voy con el arroz con mejillones.  ¿Ustedes? - preguntó Don Germán mientras levantaba una berenjena con una tostada que hacía las veces de cucharita.

Ezequiel miró al resto de la mesa buscando consenso, y ante los gestos de aprobación de todos, dijo en voz alta -  Mónica, cuatro arroces, una más de vino, hielo, y si puede ser, alguna berenjena más que yo ni las probé. Qué bueno que nos juntamos a comer, creo que es la primera vez que estamos los cuatro.  Pero algo más que venir a charlar debe haber, ¿no? -  continuó diciendo

-  La culpa de todo es del viejo este que sabe que siempre tuve curiosidad por la pesca y me regaló una caña - dijo Pedro.

-  Yo no, fueron los chicos del Corralón -

-   Nahh, dejate de joder Germán! -  replicó Pedro, que luego de un pequeño sorbito a su vaso, continuó: -  Y como además, este no despega ni un día de su boliche, pensé que sería una buena ocasión para colarnos en tu camioneta e irnos un finde semana por ahí -

-  Recién le venía diciendo a José que me prestan una cabaña en la costa del Paraná, y ya estábamos poniendo fecha para ir -  El "Cabezón", mostrando entusiasmo por la propuesta pegó un par de palmadas, como aplaudiendo pero sin hacer ruido.

Mónica y Marcelo, cortaron el diálogo, apareciendo con los cuatro platos, otra panera y los dos cubiertos que faltaban

-   ¿ Y el almanaque que estaba colgado en esa pared?  -  preguntó Pedro - Quería ver cuándo había un fin de semana largo.  Y ya ponemos fecha -

-  El próximo es el del 17 de agosto, que cae lunes.  ¿ Se aceptan colados? -  Preguntó Marcelo con una sonrisa.

-  Usted se debe a este Templo del pueblo, y si cierra un fin de semana, le prenden fuego el club. Y después Mónica lo corta en pedacitos -  fue el comentario de José Antonio, que se ve que esa noche estaaba con ganas de hablar.

-  Está bien, se perderán ver a un pescador de raza -  Dijo Marcelo, mientras miraba hacia la pared desnuda que aún conserbaba el tornillo que fijaba el almanaque tradicional que todos los años mandaba a imprimir el Club de Paleta -  Lo quité porque la Comisión mandó a pintar un cuadro con el retrato del Vasco, y hoy lo trajeron, pero aún no tuve tiempo de colgarlo -

-  Acá Pedro, que es el ingeniero de la msea, se ofrece para colgarlo y dejarlo a plomo como se debe mostrar una obra de arte -  Ezequiel festejó la iniciativa de Dn Germán, levantando su vaso.

-  ¿Ingeniero yo?  Si apenas terminé la primaria -  Pedro alzó también su vaso -  Pero eso si, con las plomadas y los niveles me defiendo.  Salud! -

Casi a las 21.30 hs. el local estaba completo.  Sin más música que el tintinear de copas y cubiertos, y por supuesto las decenas de diálogos que se entrecruzaban por aquí y por allá, la noche del viernes estaba viva.  Amigos y no tanto, como los de este relato.  Familias, como los Conte y los Sandoval que insistían en charlar de una mesa a la otra, mientras los más chicos jugaban corriendo entre las múltiples figuras que regalaba el piso de antiguos e impecables mosaicos.  Y sólo aquellos que estuviesen cerca de la puerta, podrían escuchar los golpes de la pelota sobre la inmensa pared con sus líneas pintadas artesanalmente todos los 21 de marzo por el Presidente del club, como marca la tradición.

-  Marcelo! Traenos cuatro cafés, y la dolorosa - Ezequiel mientras se servía el fondo de la jarra de vino, dió por cerrada la cena.  - Y bueno, compañeros, quedamos para el quince de agosto.  Yo diría que arranquemos bien temprano, así aprovechamos la  salida -

Marcelo arrimó los cuatro pocillos y fué cargando en la bandeja los platos, cubiertos y la panera que solamente tenía un par de migas. -  Tienen cuatro platos, dos jarras de vino, y el café lo invita la casa.  Mil setecientos -

-  Tomá dos mil, y repartí el vuelto con los chicos de la cocina, que esos son los que trabajan en serio -  Pedro sacó de su bolsillo los cuatro de quinientos y con un ademán, rehusó el aporte de los otros tres.  -  La próxima invitan ustedes.  Ahhh, Marcelo, traé el cuadro, así lo dejo puesto y nos vamos rápido.  Mañana sábado, se arranca a a las sieta como cada día -

El buffetero dejó el dinero en la caja, y salió de atrás del mostrador con dirección al hall que lleva, entre otros, a la cancha de paleta.  Al rato apareció con un cuadro no muy grande, casí del tamaño de un periódico, envuelto en un fino papel de color blanco.

Pedro se paró, lo tomó y prolijamente quitó el envoltorio.  Y revisando que el tornillo fijado sobre la pared estuviese firme, colgó el cuadro con el rostro de el Vasco, perfectamente alineado con las aristas del ventanal y el borde de los mosaicos del piso.

-  Es Él ! -  Don Germán se incorporó de golpe y pegó el grito, llamando la atención de todos los que estaban entonces en el salón comedor del Club de Paleta.

Con un marco de madera lustrada a la cera, la pintura brillaba al no haber estado expuesta aún.  De trazos muy realistas, se veía el rostro de un hombre de unos setanta y pico de años, de rostro medio cobrizo y ajado por el paso del tiempo, y unos bigotes que iban del canoso a un marrón claro, al parecer, debido a los cigarros y el café.

Los cuatro hombres se retiraron en silencio.  Don Germán visiblemente consternado, bajó la vista y se detuvo delante de la puerta del auto de Pedro, quién esa noche hacía las veces de su chofer.  Desde la vereda, a través de la ventana que mostraba el salón restorán, se podía ver allá en el fondo, el cuadro que homenajeaba al impulsor de entre otras cosas, La Sociedad Vasca del Oeste.

¿Continuará? Qui Lo Sa


Riqui de Ituzaingó






Comentarios

  1. Atrapante, me encantó y espero que siga la aventura para ver cómo se llevan juntos. Ana Lidia Pagani 💞

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    1. Qué julepe el de Don German!!Ja qué siga la historia!!!

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