El sol de la mañana, medio atenuado por esas nubes que pasan y pasan y no se deciden a estacionarse, le daba a la vista de la Feria, unos tonos en dónde reinaban los ocre y los sepia, una gama que se recomendaría como esencial, en este tipo de mercados.
Llegamos a media mañana, sin que esta parada estuviese prevista. Es que el paseo de ese momento, no tenía otro fin que estirar las patas luego del importante desayuno que nos ofrció el London, como si pensaran que deberíamos aguantar varios días sin probar bocado. Al ver el semáforo que se pintaba de guinda, vimos que ahí sobre la izquierda de la 14 de julio, a no más de una calle de distancia, el tránsito, escaso por cierto en esa mañana de domingo, era desviado por un hombre con chaleco verde loro. Detrás de él, comenzaba la feria.
Sobre la izquierda, pegados a la vereda, comenzaba una seguidilla de carros y puestos de caño y maderas, que terminaba allá adelante, casi donde llegabamos a ver. Vaya a saber cuántas cuadras por delante. La poca gente que andaba, casi no se detenía a mirar y mucho menos a comprar, sino que caminaba, mejor dicho paseaba, como suele verse en las plazas de nuestros pueblos los domingos por la tarde. La vuelta ´el perro que le dicen. Esto podía apreciarse también en cómo se arreglaban para ir. Entre los más jóvenes no faltaban los auriculares grandes, los anteojos oscuros tipo Lenny K, y los pantalones achupinados por demás. Las niñas y no tanto, siempre del brazo de alguna señora de especial peinado de peluquería, y siempre del otro brazo, cartera de cuero o similar, colgando y balanceándose al son de su caminar.
El puesto de libros, se caracterizaba por tenes muchas colecciones, editadas supongo en los años sesenta o setenta, teniendo en cuenta el color del papael, y las tapas, todas naranja suave, verde seco claro, y también un ocre como se pinta la madera de los hospitales. Y todos con la misma tipografía negra en la tapa. Tomé uno de ellos, lo abrí al tun tún y leí algo:
" La fragata Trinidad, con sus velas casi arriadas en su totalidad, zozobraba por la fercidad de la tormenta de viento y lluvia que había hecho saltar a todos de sus literas esa madrugada de Septiembre. Don Isidoro, permanecía enhisto observando cómo dos grumetes luchaban por bajar la última de las velas, para luego esperar que la tempestad decida abandonar la suerte de esas cien almas que desafiaban al peligroso y traicionero Mar del Norte."
Había dos pilas con fasículos de coleccionables. Uno de Tradición Gauchesca. Otro de la Historia de los Campeonatos Mundiales, y algunos sueltos de Anatomía y Salud en general. Quien atendía el puesto, escondido detrás de un ala de sombrero gris topo y una espesa barba canosa, no advirtió nuestra presencia, hasta que le hicimos la pregunta:
- Buena mañana. ¿Alguna novela, como para leer en la playa? - fue mi manera de iniciar una conversación.
Este hombre, de una de las pilas que tenía detrás, tomó uno de impresión un poco más moderna, con tapa de papel ilustración, como traen algunas revistas importantes, y de hojas blancas, dispuestas a esperar el paso del tiempo en algún estante o arrinconado en una buhardilla. " LAS CHICAS DEL 4to C"
Como suele hacerse en estos casos, hice pasar sus hojas, cual prestidigitador haciendo galas con un mazo de naipes; miré su contratapa, con muy poco información, y pregunté:
- ¿Qué tal es este libro. Le parece algo apropiado para una lectura de vacaciones? -
El hombre sin mirarme, tomó el libro, dando por sentado que era inapropiado para mi (desconozco cómo llegó a esa conculsión) y sólo respondió:
- No leo novelas - Y volvió a poner su atención en el periódico, seguramente en su edición dominical, a entender por la cantidad de cuadernillos que tenía.
Unos puestos adelnte, se ofrecían vinilos y láninas con temáticas relacionadas con la música. Fotos de artistas del rock, melódicos y también de los cantantes de orquestas de Estados Unidos, como ser Sinatra o Bennett. Pero me llamó la atención una caja que contenía un par de afiches publicitarios enrollados. Abrí uno de ellos. "Carnavales 1969. Grand Hotell Crillón. Ocho bailes. Tres pistas bailables, Tango, Jazz, y Ritmos Jóvenes" Y a continuación una lista de artistas que desconocía, pero que llamaban la atención porque cada renglón tenía un tamaño de letras diferente,
- ¿Cuánto cuesta? - pregunté, mientras lo enrollaba con cuidado, por lo viejo que parecía el papel.
- No lo vendo. Es lo único que me queda de Anselmo - Una señora de unos setenta y pico de años, extendió su mano pidiéndome la lámina. La desplegó nuevamente, y señaló debajo del título que anunciaba la lista de artistas de tango - "Anselmo Marcel" - Lo enrolló nuevamente y lo volvió a la caja de cartón con marca de aceites por fuera. Nos quedamos mirándola, y al ver que estábamos esperando algo más, nos contó:
- Cuando terminamos la Escuela de Magisterio, se hizo una fiesta, como cada año en diciembre, y en esa oportunidad hubo tres números musicales. Un grupo que bailaba español, dos guitarristas que también cantaban coplas y cantares tradicionales, y Anselmo, un jóven casi de mi edad, del pueblo vecino que era el crédito de la zona. Reunía todo lo que se necesitaba para ser una estrella. Una voz grave y afinada, como se cantaba el tango por entonces. Una fina estampa, y una sonrisa que parecía haberse pintado al óleo. Yo que hube de ser asistente en esa oportunidad, me enamoré de inmediato. Los martes, por las tardes paseábamos por el río, y me contaba de su ilusión de poder cantar en algún teatro y triunfar como cantor. Al terminar ese verano, me fui de maestra a Cnel Artigas, una población a unos cien kilómetros por ruta de allí. Dejé de verlo, casi ni nos despedimos, pero siempre mantuve la esperanza que algún fin de semana cuando yo regresaba a visitar mi casa natal, me estuviese esperando para llevarme con él. Años más tarde nos encontramos con Susana, mi amiga de la infancia, que había venido de paseo a el pueblo donde había nacido. Ella conocía de mi amor por Anselmo y lo primero que me dijo, es que había visto en una afiche en la calle de una presentación de Anselmo en los próximos carnavales, para los que faltaban menos de quince días. Ella en un par de días volvía a Montevideo y quedó en enviarme por telegrama la confirmación de sus dichos. Y así fue. - La señora abrió una caja, tomó un sobre y dentro del él, estaba la hoja de papel con el texto "CONFIRMO STOP 1 Y 2 DE FEBRERO STOP HOTEL CRILLON" - Le devolví el telegrama, lo dobló prolijamente y lo guardó en la caja. Nosotros seguíamos en silencio, para no interferir en su relato. Nos quedamos mirandola, y ella, con una mirada triste, continuó:
- Los días siguientes fueron los más felices de mi vida. Fui a la modista, y juntas elegimos un modelo para la ocasión. De color azul brillante, no hacía más que resaltar el rubio esplendoroso de mi cabellera de entonces, que fue cortado y peinado por Doña María, la peluquera, dueña de los destinos del pelo de cada una de las mujeres de nuestro lugar. El día del primer baile, viajé temprano y fui la primer en entrar. De a poco fueron llegando familias que iban ocupando las mesas que rodeaban cada una de las pistas de baile. Yo ocupé la que estaba justo enfrente del micrófono del cantor, en la pista de tangos, y al empezar la orquestas a tocar, ya el lugar estaba lleno, y una señora, de la edad de mi madre, me pidió compartir la mesa. "Seguramente serás familiar de algún músico, ¿verdad?", me preguntó. "Si, mi novio es Anselmo Marcel" le contesté, y juntas vimos y escuchamos el paso de todos los números, con una orquesta estable, y diferentes cantores. Cuando anunciaron el último cantante, me paré y fui directo a preguntarle al espíquer "¿Anseñmo Marcel no canta hoy?" Se fijó en una lista que tenía con la que presentaba todos los números de la noche, y me dijo. "No lo tengo en la lista". Le dije "Yo soy su novia, viajé especialmente para encontrarme con él ¿Puede averigaurme si mañana o algún otro día va a actuar?. El espíquer se fue y casi de inmediato apareció por detrás del escenario, me hizo una seña y fui. "Me dicen que estaba anotado para cantar hoy y mañana pero se canceló su actuación y trajeron a otro. No saben porqué no cantó". -
La señora del puesto de láminas y discos, sonó su nariz, quizás disimulando alguna lágrima. Nosotros nos miramos, y consideramos oportuno preguntar:
- ¿Nos puede contar qué pasó? -
- Si. Esa madrugada, esperé que aclare y me fuí a la Terminal de ömnibus, para volver a casa. En la cartelera vi que el primero salía 9.30. Me fui a la confitería que estaba abierta y pedí algo para desauyar y poder esperar a que se hiciese la hora de la partida. Al rato, una chata se estacionó, podía verla por la ventana, y un botija bajó dos atados con los periódicos, y los dejó en el puesto. Al terminar mi café, me puse a caminar y pasé por el puesto de venta de periódicos. La edición del domingo, con su cuerpo principal estaba colgada, para que la gente puediese ver los titulares. Ahí recuerdo haber leído. "TRAGEDIA EN LAS RUTAS. UN OMNIBUS DE LA COMPAÑÍA EL ESTEÑO SALÍO DE LA RUTA Y VOLCÓ. SU CHOFER Y OCHO PASAJEROS PERDIERON LA VIDA, ENTRE ELLOS LA PROMESA DEL TANGO, ANSELMO MARCEL QUE VIAJABA CON SU ESPOSA, QUIEN TAMBIÉN PERDIÓ LA VIDA" -
La señora tomó un trapo de lustrar y comenzó a repasar las bateas de los discos. Nos quedamos mirándola en silencio, no creíamos conveniente irnos o hablar o queseyó. Ella, buscó en una de las bateas, dónde había discos simples, y sacó uno. Pude leer en el sobre "LA NOVIA - ANTONIO PRIETO". En un rincón del puesto, había un viejo tocadiscos Ranser. Puso el disco, y pudimos escuchar:
"Blanca y radiante, va la novia ..."
La canción se siguió escuchando, y creimos mejor, ir a otro puesto
Riqui de Ituzaingó
Cuantas vidas se extinguen añorando lo que nunca llegó a ser o tal vez podría haber sido... en definitiva lo que nunca fue. Tal vez todos, en algún rincón guardamos algo parecido
ResponderBorrarPobre chica se quedó pensando que Él siempre la iba a esperar y resulta que se había casado con otra... Y bueno vivirá pensando en su amor el resto de su vida😞😞😞 Ana Lidia Pagani.
ResponderBorrarPenelope!!
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