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Ruta 14 (Parte 4)

Retomaron la huella y a unos mil metros, sobre la derecha, medio tapado por algunos pastos, apareció el camino buscado.  Su estado no era mejor que el anterior, pero por lo menos apuntaba hacia donde se  suponía querían ir.

-  Dele por acá derecho - Con un ademán señaló Indalesio

-  Eso estoy haciendo.  Si espero a que usted me guíe...-  Julio, un tanto más relajado, aceleró un poco su marcha, con la seguridad que con el 3CV no tendría problemas por esos caminos, por lo menos hasta ahora venían sin sobresaltos, con excepción, obviamente, de la compañia asignada.  En fin

-  Digame Don, ¿para que llevamos estas gallinas? - preguntó, mientras esquivaba un bicho que se le cruzaba por delante.  Ni idea de qué se trataba, si una perdiz, una rata o un conejo. Él, más allá de un perro, no sabía identificar

-  Deudas de juego - 

-  A la pelota!  -

-  Si, tiempos difíciles para el paisano - Indalesio, se acomodó el pañuelo del cuello, y miró a lontananza, como para darle fuerza a su reflexión

-  Si quiere contar... total, tiempo tenemos, y estamos nosotros dos y las gallinas. No creo que nadie más se entere - 

El sol estaba bien arriba, pero no molestaba, el día era templado, por lo menos  mientras hubiese sol sobre el techo de lona del auto.  El paisaje era el  mismo de siempre, alambrados sobre alguno de los lados, un campo sembrado por ahí, un monte de álamos por allá, y la huella que comenzaba de a poco a ser algo más firme, dandole más confianza al conductor

-  En esta zona, se apuesta en  serio - Fue casi una sentencia.  El viejo hizo la pausa como quien pita largo, o toma un trago de caña, pero ambas cosas no estaban permitidas en el rodado de origen francés.  Así que al ver que no hubo ni comentario ni pregunta, continuó:

- Siempre fui buen jinete, el Tata me sentó arriba de un matungo antes que empezara a camiar.  Imaginese! -

-  Me imagino! -

-  Yo era de los buenos; si habré domado potros!  Cuando volvía de la escuela siempre había un pión que me estaba esperando para que le amanse uno.  Y yo me subía, y se lo dejaba hecho una lechuguita a puro tacazo! -

-  O sea que de chico nomás -

- Claaaro hombre, ¿porque se piensa que soy chueco de las patas?

-  Y después se dedicó a eso -

-  No, lo hacía pa´despuntar el vicio, como se dice.  Cuando me hice mozo, el Tata me regaló un zaino. Cómo briyaba ese animal!  Parecía que lo lustraban cada mañana -

-  Que bonito ejemplar -

- Ni se imagina, me llamaban de los pueblos vecinos para que lo pasee por las plazas - Indalesio, empezó a agarrar confianza en el relato, y sobado por las interjecciones de Julio, pintaba como para relatarse La Odisea

-  Le decía, con mi zaino nos floreábamos delante de todo el gauchaje.  Y una vez, por los pagos de Venado Tuerto, un capataz de campo de girasol, me dijo : "Oiga mocito, mucho paseo con ese animal, pero no creo que pueda andar mas rápido que un trotecito; debe ser un matungo".  ¿Ahh si?  Me dije, y sin levantar la voz, como me había enseñado mi Tata, le contesté "¿A quién hay que correrle?  Ponga día y hora y ahí estaremos" -

-  ¿  Carreras de caballos? - 

-  Cuadreras - El viejo se sacó el sombrero, abrió la ventailla del 3CV y con su brazo derecho afuera, como cortando el aire, siguió - No sabe!  Un domingo cuando empezaba a clarear, nos juimos con el Tata, mi zaino y un alazán que montaba Él, los días de fiesta.  Teníamos que estar a un costado de la estancia La Rosita -

-  ¿Y había que apostar? - preguntó Julio, mientras sacaba de la guantera, una caja de pastillas Tic Tac, y sin convidar a su copiloto, se sampó un puñadito en la boca

-  Si no hay plata, no hay cuadrera.  El Tata habrá llevado cinco mil de los fuertes - 

-  No diga -

-  Si digo.  Ya cuando llegamos vimos la fila que nos estaban esperando, unos cuatro o cinco jinetes montados en hermosos ejemplares, nerviosos con ganas de correr cuanto antes.  Nosotros tranquilos, aunque nos sorprendió que la huella que hacía de pista estaba muy embarrada;  raro por la seca que hace por estos lados para esa fecha.  Ahi hubo carro con agua, piso pesado para mi zaino, un animal grande, de tranco largo - 

-  Usted dice que le hicieron trampas -

-  Ehhh, pueser, uno era mozo y tenía que pagar el derecho de campo.  Pero arrancó la primera, me pusieron a un potro de tamaño similar, como pa´tantearme, y le gané al tranco.  Y pasó el segundo, y el tercero, y usté viera a mi pingo cómo le gustaba el barro, parecía chancho en  el chiquero!.  Y llegó la última cuadrera, una yegua de pelaje alazán, como el de mi Tata, una hermosura de ejemplar, no sabe.  Todos pusieron todos los biyetes en la gorra del capataz, y el Tata, que nunca se quedaba atrás, no sólo puso sus biyetes, sino que redobló la apuesta "Y le damos un cuerpo de ventaja!" -

-  Uhhhh - dijo Julio aún con la caja de pastillas en la mano

-  Eso mismo fue lo que dijieron todos los presente, y empezaron a aplaudir -

-  Digame, ¿usted estaba nervioso? -

-  Naahh, que voy!  Ese día  mi cabayo estaba con ganas de correr, si usté lo hubiese visto, volaba ese animalito del Señor! -

-  Siga hombre.. -

-  Sonó la caerola que hacía de campana, arrancó la yegua, y yo atrás; esa vez hacíamos cuadrera doble.  Tranquilo me quedé detrás, ahicito, para cuidar al animal, y ya cuando pegamos la vuelta, ahí le pegué una palmadita a mi zaino, y como si supiese que no podíamos perder, se abrió por el alambrado y no se cuántos metros le sacó al otro animal, para asombro de toda la pionada y del capataz de La Rosita, que no paraba de putear al otro jinete.  Pero no terminó ahí la cosa -

-  ¿  Que pasó? -

-  Cuatro cabayos, con cuatro polecías arriba, se nos aparecieron por el sembrau de alfalfa, al grito de "cuadrera, cuadrera! me los llevo a todos al calabozo".  Imaginese hombre, nos llevaron a todos a un puesto de Cristophersen, ¿ve?  Por atrás de aquel monte que se ve adelante, por ahí.  Terminamos el Tata y yo con el Comesario, y nos preguntaron, si eramos cuatreros, de dónde habíamos sacado los cabayos, que si no sabíamos que no se podía correr por plata, y todas esas cosas.  Y bueno, el Tata le tuvo que dar todo lo que ganamos. Y nos echó, que nos fuérmos rápido que Él no había visto nada -

-  Qué mala suerte!  - Dijo Julio mientras prestaba atención, a unos metros adelante, sobre el costado del camino, un hombre se levantaba de entre los yuyos -

-  Pero cuando cruzábamos la puerta del puesto policial, escuché "venga mocito, venga"  Me di vuelta, me acerqué a la mesa donde estaba el Comesario, y me dijo "Usté es buen jinete, véngase el Día de la Virgen,cuando empiece a clarear, a lo de La Rosita.  A usté lo voy a sacar bueno.  Y venga con el zaino, ehh!"



El auto hizo unos metros y se escuchó el pedido de auxilio del hombre que había visto Julio -  Es el Pedro, el compadre del Froilán. Pare Don, pare!  -  Se arrimaron, Indalesio se bajó, y el Pedro se cayó delante del Citroen-  Se lo veía muy golpeado



(Continuará..)





Riqui de Ituzaingó

Comentarios

  1. Hay que bueno.... Estuve en la estancia La Rosita en las Cuadredas...., Que le habrá pasado al Pedro?....
    Espero ansiosa el próximo capitulo!!!! Ana Lidia Pagani...

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  2. Las cuadreras eran prohibidas? Para mi que el comisario era un piola que se hizo unos mangos....

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  3. Mmm me imagino dónde vá a terminar Pedro...

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  4. Iba un poco atrasada con los relatos,paro ahora a esperar al proximo

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  5. ¿Un comisario corruptito? Hmmmm, qué raro. Se ve que esto es ficción nomás...

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