Cuando bajaba del colectivo, antes de subir al andén de la estación, compraba el diario. Si tenía suerte de conseguir sentarse en el local de las 8.05, lo leía todo en esa horita que le demandaba llegar a Once. Todo quería decir la página de atrás, la de las tiras, los chistes, y las citas que estaban al pie de esa página. La ante última se leía a continuación. Horóscopo, pronóstico el tiempo y hasta los arribos y partidas de los aviones en el Aeropuerto de Ezeiza. Crucigrama o el juego que hubiese, se dejaba para el horario del almuerzo en la oficina. Los avisos fúnebres los pasaba rápido, había escuchado que solamente se miraban cuando se moría algún conocido. Familiar, vecino, alguien del trabajo, y por simple curiosidad miraba quién saludaba al difunto. Siguiendo la lógica de leer de atrás hacia adelante, se pasaban las hojas que tenían esos avisos grandes de las compañias, y los que anunciaban los remates, todo muy alejado del mundo de aque...