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Morito

Sonó el timbre.  Carlitos se asomó por la ventana de la cocina y abajo estaban el Chino, Anibal y Rodri.

-  Bajá Carlitos! -  se escuchó desde la vereda.

-  No puedo ahora, les abro y suban que tengo un quilombo acá -

Se escuchó la chicharra del portero eléctrico, y enseguida la puerta de entrada que se cerraba de un portazo.

-  Dejo mi bici acá abajo! -  gritó Rodri.

Encendieron la luz de la escalera y empezaron a subir, esquivando la bicicleta que estaba apoyada sobre los primeros cuatro escalones, quedando un pequeño pasillito, el que solamente los pibes podrían utilizar.  Las paredes verdes a ambos lados, disimulaban las marcas de manos de los que titubeaban al dar el paso siguiente, buscando el inexistente pasamanos.  O las de Carlitos que subía y bajaba los escalones corriendo y pegándole manotazos a la pared, como para no perder el trazado correcto y evitar la caída. Al principio se pegó un par de porrazos, siempre cuando bajaba con Morito.  ¿Cómo hace el perro para bajar corriendo, parar en el medio y darse vuelta a ladrarme?.  Hasta que aprendió, cada vez que el perro frenaba, Carlitos se tropezaba y volaba por la escalera un par de peldaños abajo.  Y Morito festejaba, entendiendo que ese era el juego y que el show debía continuar.  Dos cumpleaños atrás, el Tío Chiche trajo como regalo al perro, diciéndole que era un Terrier Polaco, cosa totalmente incomprobable, pero más que suficiente para darle cierta mística y generar en el agasajado la esperanza de poder entrenarlo convenientemente y que fuese la envidia del barrio de Mataderos y aledaños.

-  Hola! -  dijeron los tres casi al unísono.  -  ¿Qué lío estás haciendo Carlitos? -

En el centro de la cocina había un balde y todo a su alrededor y más, un hermoso decorado de burbujas de detergente que colmaban el ambiente, casi al punto de que simulara una escena de una propaganda de jabón en polvo, o algo así.

-  Me parece que algo hice mal.  Yo puse lo que decía el libro de química pero arrancaron a brotar globitos, y queseyó! -

-  Yo digo que limpiemos un poco esto, porque si viene tu vieja, cobramos los cuatro -  El Chino volcó el balde en la pileta y abrió la canilla para que corriese agua, y se fuera diluyendo el detergente.

-  ¿Donde hay un trapo de piso? -  Dijo Aníbal, siguiendo la sugerencia del Chino.

- Fiajate en el baño, la puerta que está al final del pasillo -  Carlitos cerró la botella de Magistral y le quitó el excedente que quedaba alrededor del pico, frotando su buzo bordó contra el.

-  Che.... -  se escuchó desde el fondo del pasillo,

-  ¿Y esta pelota? -  

-  La compró mi mamá para llevarle de regalo a Gastón, que cumple el sábado -

-  Pero un fulbito podemos hacer -  dijo Rodri.

-  No, la vamos a ensuciar; por ahí la pinchamos.  No no, dejala ahí -  Carlitos guardaba todo lo que había sacado.  El detergente, el paquete de sal gruesa, el vinagre, una cuchara.  - Además no puedo salir, tengo que esperar a mi hermano que lo trae el micro del cole. -

-  Vamos a la terraza! -  dijo Rodri. -  Siiii -  respondieron los otros dos, sin darle muchas alternativas al dueño de casa, que miraba con resignación el estado en el que habían dejado la cocina.  - Bueno, por lo menos lo intentamos -  Pensó y cerró la puerta que daba al lavadero, y junto con Morito subieron a la terraza.

- Chicos, tengo miedo que la colguemos, la pelota digo. -  Carlitos con el balón abajo del brazo miraba a sus amigos.

-  Quedate tranquilo - dijo Anibal, - La desinflamos un poquito y, no vale gol pateando, hay que llegar jugando -  

En uno de los laterales estaba el enorme tanque de agua, sostenido por cuatro columnas cuadradas de hormigón.  Un arco estaba resuelto.  Del otro lado, el que daba hacia la calle Andalgalá solamente había una pila de cerámicas sin usar, un balde con tierra y una bolsa con escombros.  Un par de piedras grandes fueron perfectas para indicar los límites de la meta sin golero, porque se había convenido dos equipos de dos, todos al medio. Carlitos y Anibal contra el Chino y Rodri. Morito era el único espectador del improvisado match, pero a entender por sus ladridos, lo hacía a disgusto.  Así fue que, cuando el balón comenzó a  rodar, el perro insistía en intervenir en las jugadas.  Esto era una desventaja para el equipo que hacía las veces de local, porque Carlitos, una y otra vez, echaba a Morito del campo de juego, el que estaba delimitado por las hileras de brea que sellaban las juntas de la membrana color aluminio.  En uno de esos descuidos, el Chino quedó frente al arco de las piedras, y - Gooooolllll -  El uno a cero ya era un hecho en la terraza de la calle Andalgalá, y los jugadores del equipo visitante se estrecharon en un abrazo interminable, como si hubiesen ganado el Campeonato del Mundo. Morito asomó su cabeza por entre la reja que daba hacia la calle y comenzó a ladrar.

-  La pelota! - gritó Carlitos agarrándose la cabeza, imitando la icónica imágen del doctor Bilardo en el 86. - Se cayó a la calle, uyyyyyyyy -

Los cuatro se asomaron y la vieron cómo aún seguía rodando por el asfalto con rumbo incierto.  Se quedaron mirando, hasta que se coló por debajo de uno de los autos estacionados sobre la vereda de enfrente.  Un Ford K medio violeta.

Los cuatro, mejor dicho, los cinco bajaron a las corridas por la escalera, hasta terminar, repitiendo una vez más, la ceremonia de terminar chocando contra la puerta de madera.  Acomodaron la bici a un costado y quitándole el pasador, abrieron con el picaporte, el mismo que se salía cada dos por tres, y ...

-  Susy! -  Dijo sorprendido el Chino.

- ¿Donde van con tanta prisa Ustedes? - preguntó la mamá de Carlitos.

-  Ehhh... Morito! - dijo Anibal - Si, Morito -

-  ¿ De qué le van a echar la culpa ahora al pobre perro? -

- ¿ Viste la pelota de Gastón? - arrancó Carlitos mirando a Susy por entre el flequillo.

-  Me vas a decir que el perro se robó la pelota, subió a la escalera y la tiró a la calle ...-

 -  Claro! -  

-  Y ustedes gritaron Goooollll ! -  Susy entró a la casa y dijo -  BUSQUEN LA PELOTA YA, Y QUE NO TENGA UN RASGUÑO, PORQUE COBRAN LOS CUATRO! -  Dió un portazo y subió directo a la cocina.

-  CARRRRLOSSSSSSSSS! -  se escuchó desde la ventana que estaba encima de la mesada

-  Amigo... -  El Chino le dijo a Carltos  - creo que hoy no es tu día -  

Morito cruzó corriendo la calle en dirección al Ford violeta, y casi sin tocar el piso del auto, pasó por debajo de él, saliendo hacia la vereda con la pelota totalmente desinflada en la boca.  La dejó en el piso, se sentó mirando a los pibes, con una sonrisa canina de alegría.  Los cuatro cruzaron corriendo, esquivando una bicicleta de un viejo que casi se cae y que los terminó maldiciendo en un idioma no familiar para los chicos.  Al pisar la vereda, el perro agarró nuevamente la pelota y se largó a correr hasta la esquina, seguido por el cuarteto que no paraba de llamarlo.  Ya en la esquina sigiente, dos perros del barrio se le acercaron, algo le dijeron y Morito soltó el regalo de cumple de Gastón y se fue con sus nuevos amiguitos.  La pelota de gajos verdes y blancos cayó sobre el charco que se alimentaba con el agua que venía desde la avenida.  Con desconsuelo, Carlitos la levantó, la sacudió un poco, y la tiró sobre la vereda.

Carlitos, Anibal, el Chino  y Rodri, se sentaron sobre la pared del quiosco, en silencio, como cuando los chicos del barrio arman ese equipo de los sueños, ese imbatible que desparramaría encanto por doquier, y en la primera excursión a un campito, les hacen cinco o seis.  Y la sensación es El Sueño Terminó...

- Tengo unas monedas, ¿Quién tiene algo más y compramos -

-  Yo estoy seco -

-  Yo una de diez -

-  ¿Una de veinticinco sirve? -

El Chino, haciendo las vecces de Contador del grupo, juntó todo, contó y caminó los dos metros hasta la ventanita del quiosco que asomaba justo sobre la ochava.  

Se sentó nuevamente.  -  Mielcitas.  Me alcanzó para eso -

Con los dientes fué cortando y repartiendo.  Una, dos, tres.  -  Una para mi, y sobra una -  Dos ladridos hicieron el reclamo correspondiente.  Frente a ellos, un Terrier Polaco estaba sentado, esperando, moviendo la cola y con su mejor sonrisa canina, llena de alegría.


Riqui de Ituzaingó


Comentarios

  1. Lindo, se nota que esos pibes no tenían celu😃

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  2. Infancia... bella infancia.
    Mirta

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  3. Hermosos recuerdos de la calle Andalgalá, Vivi 14 años en esa casa y tuve un perro que se llamaba Garú, gracias por el hermoso recuerdo. Ana Lidia Pagani 💞

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  4. "creo que hoy no es tu día", jajajaja. Marlou.

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