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Una noche en el Golf

A fines de los setenta cuando estallaba la música disco y los pibes llenaban las pistas de baile de los clubes, salones, y los más grandecitos, los boliches de Ramos y Padua, yo andaba en otra.  Siempre con algún casette TDK de 90 encima para grabar de una cara un disco y del otro lado uno de esos compilados que tanto nos gustaba hacer; el primer antecedente de las playlist.  Yo no tenía grabador para reproducir esas gemas, pero mi Tío Héctor si tenía, y a veces se lo pedía prestado, y muchas otras, se lo tomaba prestado cuando se iba a laburar.  Ese era un radiograbador de esas marcas chinas medio truchas pero que cumplían perfectamente con nuestras expectativas, por lo menos, las mías.  Y a eso de las siete de la tarde pasaban esos programas como el de Badía, o el Tren Fantasma, y siempre podía pescar canciones, que iba pegando en esas cintas, con la particularidad que ningún tema tenía principio, ya que empezaba a grabar cuando escuchaba las primeras notas e identificaba la canción.

Pero los sábados había baile, y yo iba, a ver si pescaba algo, y también a estar con mis amigos, los que no profesaban el culto al rocanrroll, como el que suscribe.  Ahora bien, tampoco era cuestión de andar yirando por los cien barrios porteños, yo iba al GEI y a lo sumo si me invitaban a algún cumple de quince con bailongo, me arrimaba, pero no mucho más que eso.


El año setenta y nueve fue especial porque terminábamos el secundario, y como era usual entonces, había que juntar el mango para hacernos el buzo de egresados, y al terminar el año, organizar el Gran Baile Gran.  Nosotros no nos caracterizábamos por la iniciativa y la actitud para llevar a cabo este tipo de empresas, y como era de esperar, el buzo se hizo con fondos propios.  Se encargó en San Marcos, con un estampado diseñado por un conspicuo y selecto grupo de artistas, y plasmado en un papel por Pipa.  Color bordó, como debía ser.  Por entonces los buzos eran grises, azules, y los más osados pedían bordó.  En nuestro caso hubo un conflicto cromático con el fabricante, los tonos que deberían asemejarse a una uva Malbec, se convirtieron en diecinueve tomates en su punto justo de madurez.

De todas maneras, el objetivo máximo era el Baile de Egresados, y había que juntar plata, no se muy bien para qué, pero eso lo teníamos claro.  Ese año, por esas cosas raras que tiene el destino, egresábamos tres divisiones, además de nosotros, los de Sexto y los de Nacional.  Alguien se iluminó y dijo: "hagamos un baile y vendemos entradas, algo juntaremos". Y así fue, un sábado a la tarde nos juntamos en lo de Juan (ese era su apellido) para organizar la cosa.  Se decidió que fuesen los salones del Brisas del Plata, donde tuviese lugar el evento, y como éramos todos nenes, nos pusimos de acuerdo con la hermana de Juan, que iba al Sofía Barat (o Bunge, no recuerdo) para hacer la fiesta juntos, así nos asegurábamos presencia femenina y masculina masomenos pareja.  Llegó la gran noche, habíamos vendido algunas entradas, y nos juntamos en el hall del club.  Pero las minas no venían, y les poníamos todas las fichas porque ellas también egresaban y necesitaban juntar guita.  Hasta que empezaron a caer, pero no con muy buenas noticias, no habían vendido ni una entrada, y encima no vinieron todas, eran pior que nosotros!!.  Y después, problemas con el sonido, también se cortó una fase, en fin, una noche olvidable.

Llegó Noviembre y el Comité de organización se puso las pilas, y consiguió el salón del Ituzaingó Golf Club, que queda enfrente de la estación de Padua.  Un hermoso lugar.  Se puso fecha, se mandaron a imprimir las entradas que incluían una consumisión, canjeando un cartoncito troquelado en  la misma.

Llegó el día, mejor dícho, la noche, y como todos los sábados nos fuimos a jugar al fóbal a Villa Udaondo todo el día, éramos tan jóvenes!  todo un sábado corriendo detrás de la redonda y a  la noche, bailongo hasta que las velas no ardan.  Yo seguramente, iría empilchado con mi uniforme de ocasión, que a pesar del calorcito de noviembre, sería mi pantalón de corderoy finito azul y la camisa manga larga de jean, con rayitas muy finas.  Un Dandy.

-  Che, estamos en problemas -  Dijo el Tano

-  ¿  Qué pasó? - pregunté sin muchas ganas de escuchar una respuesta esquiva.

-  Aparecieron entradas con una numeración superior a la que nos repartimos para vender -

-  Ohhh, maldición! -  en esos casos siempre había que decir "maldición!"

-  ¿Cómo se dieron cuenta? -  Ale está en la puerta y a la tercer entrada que cortó, se le dió por mirar el número, y cómo Él había estado repartiendo con un par de Sexto, se avivó -

-  Propongo que alguien con una escusa vaya adentro, y como hay poca gente, le pregunte a cada uno quién le vendió la entrada.  Y ahí desenmascaramos al reo -

Gaby fue el encargado de recabar la información, así que con prisa se fue para los salones.

La noche estaba fantástica, con un poco de calorcito pero de esos que no molestan, sino que le hacen la segunda al viento que suele brotar de  los árboles que enmarcan las canchas de golf.  Por lo menos, en Itu.  Y de a poco comenzó a llegar gente, y lo sorprendente fue que la mayoría eran desconocidos, o sea que había comprado una entrada. Pintaba un éxito total la fiesta.  Así que decidimos entrar, yo estaba con Jorge y con Pipa.  El lugar era medio raro como para boliche, con muchos recovecos, pero estaba bueno, y no era tan grande, o sea que si la convocatoria era la que estimábamos, lo íbamos a llenar.  De  inmediato nos acercamos a la barra de tragos y canjeamos nuestros cartoncitos por latas de Heineken, y mientras hacíamos el primer brindis, lo vemos aparecer a Gabriel, con cara de pocos amigos

-  Complicada la cosa -  Dijo, y se fue hasta la barra, para estar en igualdad de condiciones con nosotros.  Nos quedamos esperando, a que se sirviera y a que deje de charlar con medio mundo, la mitad que nosotros no conocíamos.  Pero finalmente volvió con las novedades

-  Complicada la cosa -

 -  Ese concepto ya lo tenemos afirmado- ¿algo más? -

-  Descubrí tres focos de conflicto -

-  A la pelotita! -

-  Están vendiendo  entradas con una numeración que no es la que encargamos.  Encontré números duplicados, y me dijeron que en la esquina que da a la Estación de Tren, hay un par de tarjeteros vendiendo -

-  Reventa!!!! -  Exclamamos al unísono los tres

-  Esto es serio! Esperen que me voy a buscar otra cerveza -  Y se fue por ahi

La gente seguía entrando, la música ya estaba por iniciar la fiesta, y en la pista principal las luces tiñeron de ilusión a la noche.  El  momento tan esperado había llegado.

-  Che, no podemos dejar la cosa así, algo hay que hacer -  pregunté con tono de preocupación 

-  Hay que llamar a la policía! -  sugirió Jorge

-  Naaah, es un quilombo! -  dijo Luis, que anoticiado del supuesto defalco, vino a aportar soluciones

-  ¿Invitaron a Lopo, el preceptor?  Él estudia derecho, seguramente puede ayudarnos -

-  No pero yo tengo el teléfono, una vez me lo pasó y lo recuerdo -  Dijo el Chino, haciendo gala de su memoria de elefante ¿?

-  Bien, ¿Alguien tiene un teléfono celular? -  Pipa esbozó...

-  No se inventó aún, así que vamos a tener que esperar por lo menos unos 15 años -

-  Pucha -

  La gente seguía entrando, la barra de tragos estaba ardiendo, todos canjeando sus cartoncitos.  A esa altura de los acontecimientos yo ya iba por la tercera o cuarta cerveza, y no las estaba pagando.  "¿Invitaría la casa?".  Cuarenta años después me doy cuanta que la casa éramos nosotros.  

Y entre la gente, apareció un profe, número puesto en las jodas, y quisimos levantarlo en andas, pero casi que ni lo intentamos:  Un día de sol y fóbal, mas no se cuántas cervezas, convertirían todo en una tragedia.  Y después apareció una profe, la única que esperábamos, y vimos que hacían una linda pareja.  Y si bien yo no era amante de la música de los boliches, como les conté al principio de este, estaba esperando que pongan este tema, para que todo se descontrole  (hagan click en el link y suban el volumen)

Pero en un momento, se apagó la música, se prendieron las luces, y por la puerta de entrada aparecieron tres cosos con trajes azules, anteojos, gorras y tocando pito

-  La cana, cagamos! -  se escuchó por ahí

-  Recibimos una denuncia muy grave, falsificación de entradas, hurto de las mismas y otras yerbas, Que nadie se mueva!! -  Y entró a tocar pito desaforadamente.  Nadie entendía nada.  Había caras de confusión, tristeza, y una de pánico (siempre hay alguien que se asusta).  Los tres se dirigieron a la barra de tragos y le dijeron al improvisado Barman :

-  A ver Usté ¿Permiso para expender bebidas alcohólicas y libreta sanitaria? -

-  Ehhh, no los tengo a mano -  fue su respuesta

-  Esto complica todo.  A ver, a ver, ese vodka que se ve ahí parece falsificado.  Sirva una medida que lo vamos a probar -  Dijo uno de los tres

Mientras tanto yo me arrimé hacia la puerta y del lado de afuera, apenas asomado, lo veo al Gordo Rocco cagándose de risa.  Y cuando me vió, hizo señas de que me callara, como la foto de la mina con el gorro blanco que está en los hospitales.  Ahí entendí todo y quise meter un pique corto hacia la barra de tragos, pero mis piernas no respondieron, como Ayala en Francia 98.  Pero igual, le hice señas a Gerardo, que me siguiera, y me puse atrás del poli que estaba entrándole al vodka.  Le saqué la gorra, los anteojos, y resultó ser Ariel, el que jugaba en Matreros con Roco.  Todos estallamos de risa, las luces volvieron a pintar toda la casona de con colores, y la música le puso el marco justo, a la última parte de la noche


Mucho más no recuerdo, sabrán entender, la cerveza no es la mejor compañera para los deportistas como yo, pero me  contaron que cuando las luces comenzaron a ser más claras, la música más de consultorio dental, y la gente se iba pa´las casas, vino el Cabezón Gonzalez, con los números finales, y luego de pagar el salón, y la descontrolada barra de tragos, dijo a los egresados -  Quedaron treinta pesos, tres billetes de diez.  O sea un billete para cada división. -

Nos volvimos con la frente marchita a Castelar, nos sentamos en la vereda de la Iglesia, como para intentar que el Señor nos limpiara un poco el  hígado, y el que estaba más sobrio propuso -  Repartamos el dinero -  Contó los que éramos, creo que diez, y ese fue el número de partes en que dividió el billete de diez.  -¿Dónde habrá quedado mi parte? - pensé.  Y me volví a casa, sin un peso, agotado, con pronóstico de domingo de ataque al hígado pero, "¿Quien me quitríaa lo bailado?"


PD: Me volví caminando hasta la Estación de Tren, abrazado a Rocco y al Colorado, cantando esta canción; es lo único que podíamos cantar, a esa altura (si quieren hagan click en el link, pero si no lo hacen, no se pierden nada)

 

Riqui de Ituzaingó

 





Comentarios

  1. Buena historia de estudiantes!!!! Me gustó, entretenida la noche del baile... Digo yo, hicieron otro baile ???
    Ana Lidia Pagani.

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  2. Excelente Ricky. Que maestro para encontrar lo poetico en semejante fracaso. Jua!

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