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Unos días con Elsa (parte 5)

En La Casa de los Duendes todo estaba en orden, Aldo programaba la semana, que incluía el poner en marcha el nuevo baño con el termotanque recién recibido.

-  ¿Se quedan no?  Hoy van a comer los mejores fideos de toda la provincia, obviamente amasado por María -  Aldo, siempre fue una persona agradecida y no dejaba pasar la oportunidad de demostrarlo. A Elsa la querían mucho todos en la Casa, pero esta era una situación especial, que nada tenía que ver con darle un poco de amor a los pibes.  Elsa lo miró a Julio, como esperando una respuesta, y este sin dudar contestó:

-  Les agradecemos de corazón, pero preferimos seguir viaje, mañana temprano tenemos que estar en Esperanza, y hay un tirón de viaje -

-  Pero ¿van a viajar de noche? -  María se asomó desde la cocina con cara de asombro

-  No se preocupe María - Elsa tomó la posta  -  Ahora retomamos la Ruta 14 y de acuerdo a como vengamos, pasamos la noche en Rosario, y mañana tempranito hacemos el último tramo.  En todo caso, a la vuelta pasamos con tiempo y le hacemos honor a esos fideos que imagino deben ser una delicia -

Saludaron con unos besos, a la pareja y a cada uno e los chicos de la Casa, cargaron los termos con agua caliente, y bocinazo mediante, pusieron rumbo a Rosarío, lugar donde deberían tomar la autopista hacia el norte, o hacer escala hasta que aclare.

El camión salió por Seguí pero hacia el otro lado esta vez, estaban cerca de la ruta, y la historia con marco de asfalto medio deteriorado, continuaba con rumbo hacia el este.  Al frente el cielo a cada paso se teñía de gris, contrastando con los tonos violáceos que devolvían los espejos externos.  Luces por doquier anunciaban un tráfico intenso, pero fluído, no parecía que hubiese demoras en el viaje.

-  Estaba pensando que, siempre me contaron que sobre la costa del río en Rosario, hay algunos lugares donde se come pescado como en ningún otro lugar.  ¿Te parece? -  Julio, mientras buscaba en la radio un poco de música, hizo la propuesta

- Sabés, no soy de comer pescado, yo vivo comiendo bichos con patas, jaja.  Vaca, chancho y pollo.  Es más ni me acuerdo la última vez que comí -

-  Estos lugares son especiales, te los sirven muy condimentados, y no hay nadie que se resista -

- No me queda otra que confiar en vos.  Acepto la propuesta!  -  Elsa metió un par de bocinazos como para reafirmar sus dichos -  ¿Conocés algún lugar en especial? -

-  No conozco Rosario -  Julio la miró a Elsa esperando una cara en particular

-  Tamo´en el horno!!!! Ya veo que terminamos comiendo pizza de parado en alguna esquina de por ahí -

-  Confiá en mi, creo que hasta ahora la vengo piloteando bien, ¿no? -

-  Mirá, ahora quiero comer el mejor pecado de toda Santa Fé.  No se habla mas!  Arreglate -  Prendió las luces de posición, el tablero del  camión, de a poco se fue iluminando con pinceladas de rojo y ámbar que jugaban también sobre los vidrios de los anteojos que hacían las veces de vincha, conteniendo los furiosos pelos de Elsa.  


Pasadas las nueve ya estaban dejando atrás a la avenida que rodea la ciudad, y Elsa y Julio ya iban atravesando los suburbios, en dirección a la costa del Paraná.  

-  Pará en ese kiosco así compro cigarrillos -

-  ¿Desde cuando fumás vos?  ¿O es solamente cuando conocés una ciudad nueva? - Elsa arrimó al cordón y aprovechó para mirarse en el espejo mientras esperaba a Julio, y confirmar que le hacía falta una buena ducha, y porqué no una maquillada acorde a la situación, aunque por la hora que era, esa parte quedaría para antes de acostarse.

-  No tenía cigarrillos, entonces te traje una Coca Light y un paquete de papas fritas, como a vos te gustan -

-  ¿Y quién te dijo que me gustan las papas fritas? -

- Se nota en tu mirada! -

-  Ja, te brotó el poeta -  Abrió el paquete, le convidó a su compañero, puso primera y dijo -  Bueno hasta acá llegué, a partir de ahora me guiás vos.   O sea... -

-  Seguí por esta hasta el segundo semáforo.  Ahí doblás a la izquierda, y le pegás derecho hasta el río.  Ese es nuestro destino -

-  Ahhh, yo que me había ilusionado que habías bajado solamente a comprarme algo en el quisco.  Veo que fuiste a pedir auxilio -

-  Ya que estaba, pregunté.  Me dijeron que ahí sobre la costa tenemos que buscar una entrada de un ascensor, que te lleva directo a una especie de restorán que está abajo, bien sobre el río -

Efectivamente, había sobre la vereda que hacía las veces de rambla, una puerta de un elevador, que más de un desprevenido habrá pensado "hicieron el ascensor primero y luego , cuando debían construirle una casa alrededor, se arrepintieron".  Julio apretó el botón, y casi de inmediato se sintió la llegada. Descendieron un nivel y mágicamente, al abrir la puerta metálica, delante de sus ojos, se pudo ver un amplio patio, iluminado con bochas traslúcidas como se suelen ver en las plazas o en algunas avenidas.  Las mesas y las sillas no eran de restorán, más vale, parecián haber sido tomadas del buffet de un club, pero tras la baranda que ponía límite a ese balcón natural, el Río Paraná, se olía majestuoso, si uno lo buscaba en esa oscura inmensidad, que cada tanto se cortaba con algún que otro reflejo que ofrecían las olas, alentadas por la brisa que venía del este.  Buscaron una mesa pegada a una glisina, marco ideal para ese lugar mágico, por el entorno y por lo que significaba también ese momento.  Elsa no podía disimular su cara, mezcla de asombro, felicidad y porqué no, intriga.  Julio, levantaba su cara como buscando que la parte más fresca del viento del Paraná, le acariciara la piel, como lo haría la más dulce de las amantes.

-  Buenas noches ¿primera vez por aquí? -  Una joven mesera, apareció de la nada, y en un tono acorde a la noche, se hizo conocer

-  Primera vez, nos recomendaron este lugar -  Julio mirando a Elsa, buscaba cierta aprobación hasta para pedir una carta

-  Si me permiten, no les voy a traer la carta.  Creo tener en claro qué es lo que vinieron a buscar.  Dejen todo por cuenta mía -

Los dos se miraron, y coincidieron -  Dale! -

Casi de inmediato, la mesa de plástico, testigo de mil batallas gastronómicas, fue cubierta por un mantel de tela blanca, tanto como el color de los dos platos que sobre él, se posaron.  Tres copas por cada lado, cubiertos brillantes, casi que podían reflejar la luz de las estrellas.  Y la joven mesera, ante el desconcierto de la pareja, sirvió champán en cada una de las copas finitas

-  Supongo que tendrán algún motivo para brindar -  Les preguntó, o mejor dicho afirmó

- Si, si, siempre es buena ocasión hacerlo.  Motivos hay de sobra -  Elsa levantó la copa, y mirando a los ojos a su compañero de ruta, hizo sonar el cristal que se asemejaba al que se mostraba en esas películas, con mansiones y vestidos de etiqueta, en  la Costa Azul.  Esta noche no había vidrio, Tramontina ni mantel de hule.  La magia todo lo puede.

Hubo una pequeña entrada de quesos, luego una boga no tan grande, se hizo dueña de la noche, opacando el dorado intenso del Chardonnay que iba a la par.  Un bol con frambuesas, cerezas y guindas, le puso color a la cena, y también anunció el final de la comida.  Casi ni hablaron con palabras, fue un vaivén de gestos, miradas y algún que otro suspiro

-  ¿Comieron bien? -

-  Si -  fue lo único que atinaron a decir

-  Acompáñenme al balcón -  Cruzaron todo el patio, muy pocas mesas ocupadas, y pasaron entre ellas como fantasmas, nadie advirtió su paso, suave, casi silencioso, que era hasta discordante con el ruido de vajilla, risas y hasta una tos de un atorado

En la  otra punta, casi colgado sobre el río había un balcón semicircular, cobijado con  una pérgola verde agua y blanco, que completaba la foto junto a un sillón y mesa de mimbre en  los mismos tonos brillantes que espejaban la enorme luna que parecía desgajarse todo a lo largo del río

-  Les dejo el balde con el champán y las dos copas.  Pero ahora, brinden en serio -  Dijo la joven mesera y se esfumó en la noche.

Con la  música del agua golpeando más agua, se unieron suavemente las copas, y también los labios de Elsa y Julio, sin pasión, pero con emoción. Y fueron felices mil momentos, tomados por los hombros, mirando la luna cómo  se iba empequeñeciéndose por encima de sus cabezas.

Desde una mesa lejana se escuchaba cantar a una pareja mayor, una canción que no se canta en cualquier ocasión.  Julio intentó silbarla, y Elsa rió largamente (hagan click, suban el volúmen y canten!)

¿Continuará?


Riqui de Ituzaingó


 


 


Comentarios

  1. Hay que linda que va esta historia..... Te mereces el Óscar de los escritores, viaje en el camión, fui a ese restaurante a comer esa boga y tome champagne en el balcón!!!
    Ana Lidia Pagani.

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  2. Hermoso tema!!! Ojo! No se dobla a la izquierda en un semaforo... Ja

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  3. ¡Bueno! ¿Llegó el reposo del guerrero? Linda escena la del balcón, intensa y entrañable!!!

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