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(La) Reconquista (parte 2)

 -Si señor, desde las 6.30 estamos abiertos.  Le reservo una habitación.  ¿Nombre y apellido?-

El Residencial Urquiza no era una de las opciones de alojamiento turístico en Reconquista.  En realidad esta no es una ciudad que reciba turismo, pero hay cierto movimiento de gente que entra y sale de la ciudad y que necesitan de una cama limpia y una ducha caliente, casi siempre viajantes y hombres de negocios, y algún que otro pasajero que venga a ver parientes para cuestiones que no impliquen alojarse en la casa del fulano o fulana en cuestión.  Este Residencial tenía solamente dos habitaciones con baño privado, y otras tres con uno único compartido.  Una cocina que se podía usar e inclusive comer allí porque era grande y tenía una mesa como para más de diez personas, pero casi sin excepción no la visitaban más que para calentar el agua del termo Lumilagro o similar.

Julio pagó su viaje en taxi y al bajar en el número 734 de la calle Urquiza, vio como se abría la puerta y un hombre de unos setenta años le daba la bienvenida.

-¿Señor Julio?  Lo estaba esperando. Acompáñeme, le muestro su habitación-  Lo llevó por un pasillo hasta la última puerta con un 5 señalado con un acrílico transparente, y su número resaltaba con un dorado apenas brillante.

-Le dejo la llave, la puerta de calle se cierra de 22.00 a 7.00, si sale avíseme, y cuando llegue me toca el timbre.  Están prohibidas las visitas y cuando se acomode, baje que le cobro, la paga acá es por adelantado.  ¿Cuántos días se va a quedar?-

La habitación no invitaba a quedarse mucho.  Dos camas y una mesita de luz entre ellas, ocupaban casi todo su espacio, dejando apenas lugar para  poder ir al baño y abrir el  placar que sin puertas corredizas, jamás sería utilizado.

Apoyó la mochila sobre la cama y separó un par de cosas que deberían ser lavadas de inmediato.  Abrió la puerta del baño, y como era de esperar, su tamaño era acorde con el cuarto.  La puerta chocaba contra el inodoro y el espacio que había entre ella y la pileta lavamanos era el mínimo para que entrara una persona delgada.  No tenía bidet y allá arriba, un caño apuntando hacia abajo hacía las veces de ducha del lugar.  En la parte interior de la puerta un cartel rezaba "no arroje papel ni algodón en el inodoro.  No lave vajilla. Mantenga la limpieza."  Después de tanto tiempo esta era una buena oportunidad para darse una ducha caliente, afeitarse y recostarse en una cama confortable, o no tanto, pero recordando las palabras del dueño del Residencial tomó la billetera y fue a cumplir con la paga.

-Le pago dos noches, aunque es posible que no las utilice, tengo que hacer algunos trámites en la ciudad.  Necesito si me indica donde puedo llevar a lavar la ropa.-

-Si quiere me la deja con la llave cuando se va y mi señora se la lava y se la plancha a un precio razonable.-

-Perfecto. Ahhh, ¿me puede indicar como llegar al Hogar del Sol?-

-¿Hogar del sol? No, no me suena.-  El hombre tomó el dinero y se fue caminando por el pasillo.  -Cualquier otra cosa que necesite me avisa y si no estoy yo cuando se va me deja acá arriba la llave y la ropa que tenga para lavar.- 

Julio volvió a la habitación, todavía era muy temprano para salir, pensó que tirarse en la cama un rato sería una buena opción. 


"Hola, soy Carlos... vino un tipo y está preguntando por el Hogar... no sé, un tal Julio, tiene unos sesenta y pico de años y vino solo... está bien, cualquier cosa te aviso."  El teléfono color negro que no tenía menos de treinta años fue colgado haciendo ese ruido tan característico que hoy sólo puede apreciarse en viejas películas.


Reconquista por las mañanas tenía una vida intensa como si fuese un pueblo.  Bicicletas, señoras mayores con bolsas de los mandados y camionetas que repartían cajones de cervezas y gaseosas, le daban un color especial que llamó la atención de Julio.  A no más de dos cuadras del Residencial encontró un lavadero, y si bien había dejado la ropa en la Conserjería, aprovechó para entrar y preguntar.

-Buen día señora.  Estoy buscando el Hogar del Sol, ¿usted podría indicarme cómo llegar ahí?-

-Hola.  ¿la casa de las maestras?  Sí, está acá cerca, a un par de calles.  ¿Para qué lo busca?-

Julio agradeció con un gesto y contestó: -Es una larga historia... pero tengo un encargo de una amiga y quiero ver si puedo dar una mano.  ¿Me puede indicar cómo llegar?-

La señora del lavadero salió a la vereda y le mostró con gestos y palabras cómo llegar al Hogar. -Seguramente lo atenderá Marcela o Esther, una de las maestras que lo están manteniendo.-

Se fue caminando despacio con rumbo al lugar que había venido a buscar.  No sabía muy bien qué podía ofrecer ni tampoco si sería bien recibido pero hacía más de un día que su intuición lo había traído hasta aquí y Él no era hombre de andar contradiciendo a estas cuestiones metafísicas. 

El 622 de la calle Solís estaba prolijamente dibujado con lo que parecía ser una tiza de color amarillo sobre el frente de la casona que unos años atrás supo estar pintada de un verde oscuro, hoy la pintura estaba descolorida en algunas zonas y descascaradas en otras.  Julio golpeó la puerta de madera con el llamador de lo que parecía ser bronce y recordó que sesenta años atrás o más, cuando iba de visita a lo de su abuela Catalina pedía que lo alzaran para poder hacer sonar ese reluciente e impactante trozo de metal que se destacaba en el centro de la puerta de roble.  "Esto es una señal" dijo en voz baja y consideró que ya no era solo su intuición lo que lo estaba guiando sino quién sabe si no era también el recuerdo de su abuela Cata.

-¿Qué busca?-  Se escuchó a través de la mirilla.

-Buen día, estoy buscando el Hogar del Sol y por cómo me indicaron supongo que debe ser éste.-

-¿Quién es usted? ¿Qué quiere?-

-Me dijeron que podía hablar con alguna de las maestras, Marcela o Esther.  Yo soy amigo de Elsa.-

-¿Elsa? ¿Cómo es su nombre?-

-Julio.-

La puerta de madera despintada se abrió apenas como para que pudiese entrar una persona.  -Pase.-  Y se cerró detrás de Julio.

-Soy Marcela. Acompáñeme.-

Un angosto techado hacía las veces de hall de entrada sin más pared que la que apuntaba hacia la vereda, por delante se abría un enorme patio con una galería sobre su izquierda, con varias puertas de celosías y en el fondo de ella una ventana abierta de par en par dejaba ver el vapor de una cafetera, lista para acompañar la leche de varios desayunos. 

-Estamos por servir el desayuno a los chicos.- dijo Marcela. - Esther tenemos visitas.-  Le dijo a quien estaba llenando tres paneras gigantes con rodajas de flautitas cortadas prolijamente. - Le sirvo un café y espérenos acá un rato.  Julio, lo estábamos esperando.-

Unos nueve o diez chicos, prolijamente vestidos y peinados, esperaban sentados en tres mesas en una habitación contigua a la cocina del lugar.  Particularmente este Hogar albergaba a chicos de no más de diez u once años, y eso favorecía el trato entre ellos y las maestras del Jardín de Infantes Municipal, que se habían hecho cargo de sostenerlo abierto, con la ayuda de los vecinos y comerciantes de la zona.  La mayoría de quienes allí vivían, no lo hacían por haber sido abandonados por ser huérfanos, sino porque sus familias, mayormente madres solteras, no podían criarlos.  Algunos pasaban un tiempo y volvían con su madre, y a otros, al entrar a la adolescencia, los derivaban a otros hogares, con chicos más grandes.

Un griterío general anunciaba la finalización del desayuno, y el patio se convirtió de repente en una plaza de juegos infantiles donde la alegría era la reina del lugar.

-¿Le sirvo otro?- Preguntó Marcela, señalando la taza de Julio con el pico de la cafetera.

-Si, gracias.  ¿Cómo es que me estaban esperando?-

-Elsa nos avisó que usted en algún momento andaría por aquí y que seguramente nos podría dar una mano si ella no llegaba a tiempo.-

Julio se quedó pensando y no quiso repreguntar, dejó que todo siguiera su curso, seguiría guiándose por su intuición.  Mal no le había ido hasta ahora.

-¿En qué las puedo ayudar?-

-¿Conoce la historia de cómo las maestras del Jardín nos hicimos cargo del Hogar?-

-Si, algo me contaron.-

-Bueno, se ve que había gente interesada en esta propiedad y cuando el Municipio decidió que este edificio quedara para el  Hogar, con nuestra guarda, parece que se molestaron bastante.  Aunque durante un tiempo largo no tuvimos problemas, desde hace unas semanas empezamos a recibir amenazas, en el Hogar  y nosotras de manera personal.-

-¿Amenazas?  ¿Qué tipo de amenazas?-

-Llamados telefónicos, notas que tiran por debajo de la puerta y a las maestras un par de veces nos gritaron desde un auto que dejáramos todo y nos fuésemos, sino la íbamos a pasar mal.-

-¿Hicieron la denuncia en la Policía?-

-Fuimos varias veces pero no nos la quisieron tomar, dijeron que no teníamos pruebas, que era todo muy confuso.  Se ve que algo raro hay.-

Julio le dio un sorbo a su café  y le arrimó una silla a Esther que escuchaba todo al lado de la puerta que daba al patio, como si no quisiese interrumpir.

-¿Y quién piensan que puede estar detrás de esto?-

-Si bien esto es un barrio, las dos casas de al lado y una que da fondo con fondo con nuestro terreno, fueron vendidas en el último año sin que nadie se mudase.  Nosotras creemos que quizás quieran construir algo grande, un edificio o algo así y esta casa está justo en el medio.-

-¿Cómo puedo ayudarlas?-

-No sé-  dijo Esther, mirando primero a Marcela y luego a Julio.

Un teléfono comenzó a sonar en la habitación que hacía las veces de comedor -Chicos, no atiendan!- Gritó la más grande de las maestras y se paró para ir.  Julio se paró también.  -¿Puede ser una nueva amenaza?- preguntó.

-A esta hora llamaron varias veces y atendieron los chicos.-

-Déjenme a mi: "Hogar del Sol, buenos días, habla Julio, el nuevo regente a cargo."-

No hubo respuesta.  -Cortaron.  Se ve que eran ellos.- Comentó Julio.  -Pensemos un poco y de paso me pueden mostrar el Hogar y me gustaría conocer a los chicos.-

Los tres salieron del comedor y se quedaron mirando cómo los chicos se organizaban para jugar a la pelota. 


"Carlos, nos atendió un tal Julio que parece que se va a hacer cargo del lugar.  ¿Ese era el nombre del tipo que está parando en el Residencial? ... Ahh, ok.  Fijate entre sus cosas si encontrás alguna información o sus documentos. Avisame."


La pelota de goma fue directo hacia las piernas del visitante que, como si fuese un jugador más la paró con su pie izquierdo y la dejó pisada esperando el correspondiente reclamo.  -Ehhh, pasala, dale!!!-  Gritó el pibe que tenía la remera roja con mangas blancas.  Julio contestó -¿Puedo jugar?-  Y desde el campo de juego se escuchó la respuesta: -No! esperá que terminemos el partido.-  La pelota volvió a rodar sobre las baldosas del patio y todos los chicos comenzaron a correr para tratar de alcanzarla primero.  

-¿Cómo conocen a Elsa?-  preguntó Julio.

Marcela que junto con Esther y Julio estaban mirando el partido dijo: -Es la madrina del Hogar. Ella nos ayudó mucho cuando nos hicimos cargo y siempre está en contacto para darnos una mano, un consejo o cualquier cosa que podamos necesitar.  Hablamos hace un par de días y nos comentó que estaba con algunos problemas e iba a demorar su llegada pero que no nos hiciésemos problema porque iba a llegar Julio que es como si fuese yo.-  

Julio sonrió, se sacó la campera que tiró a un costado de la cancha y se metió de lleno en el partido -Yo también juego!-  Y se tiró al piso atrapando la pelota en el medio de la cancha entre  gritos y risas en general.  Las maestras se miraron y ambas repitieron el mismo gesto de sonrisa y complicidad, retirándose a terminar de acomodar todo lo que se había usado para el desayuno.  

Ese medio día hubo guiso que mandaron de la parrilla El Farol, cuyo dueño era uno de los tantos que aportaban la comida para los chicos del Hogar.  Esta vez se agregó un plato a la mesa y el recientemente llegado jugador de futbol acompañó a todos en el almuerzo.  

-Me voy a dormir una siesta, estoy con sueño, anoche la pasé en un sillón en la Terminar de Omnibus y estoy cansado.  A la tardecita vuelvo.-

-Seguramente va a estar Esther, yo también en un rato ya me voy, nos vemos mañana o en otro momento.-  Contestó Marcela. 

Julio se fue caminando despacio con rumbo al 734 de la calle Urquiza disfrutando del silencio que entregaban las primeras horas de la mañana, llena de vida como cualquier ciudad de esta zona de la provincia.  Tocó el timbre y una señora abrió la puerta recibiéndolo con un -Buenas tardes, si busca alojamiento no puedo ayudarlo, estamos completo.-

-Yo estoy alojado aquí, en la habitación número 5- respondió.

-Creo que está en un error porque la habitación número 5 está ocupada por un matrimonio.  Fíjese bien la dirección, se habrá equivocado de Residencial.- Y cerró la puerta.

Volvió a tocar el timbre y desde adentro se escuchó una voz que decía:  -No insista. Váyase!! no moleste o llamo a la policía.-

Se quedó mirando la calle, los autos que estaban estacionados en la otra cuadra, una reja recién pintada allá enfrente, una vereda de ladrillos con pasto crecido en varias de sus juntas.  En el canasto de basura que pertenecía al 734, una caja con papeles y dos cajitas de casettes TDK, prolijamente escritos con una Bic trazo fino, mezclando mayúsculas y minúsculas, como solía hacer en los años 80 ó 90.  Estaba claro que ya no sería bienvenido en ese lugar (vaya a saber porqué) y debería rumbear hacia otro lado.  Con lo puesto y su billetera como todo equipaje, ah, y una crucecita de madera atada a un delgado cordón marrón oscuro, única herencia de su madre, se fue a una plaza que había visto cerca del Hogar, era tiempo de pensar un poco.


" Hola, el tipo estuvo un rato en la plaza del Correo y después se fué al Hogar...  y hace como quince minutos... Bueno, me avisás cualquier cosas que necesites...Dale! "


- Y, puede ser - Esther le dijo mientras preparaba el mate

-No tengo dudas, recién cuando venía me estaba siguiendo alguien, Pero bueno, yo vine para dar una mano, y así lo voy a hacer.-

-¿Y que se le ocurre?-

-Ustedes me dijeron que hay mucha gente, comerciantes por ejemplo que ayudaban al Hogar. ¿Cuál es el más influyente? -preguntó Julio

-Don Enrique tiene un corralón de materiales y preside la Unión de comerciantes, gracias a Él, muchos nos dan una mano con lo que necesitamos-

-Necesito verlo cuanto antes -

-Ahora la llamo a Marcela, para que lo conecte.  Otra cosa, Usted no tiene dónde dormir, ¿cierto?-

-Es cierto-

-Aca tenemos una habitación donde duerme quien se queda cada noche con los chicos.  Puede quedarse ahí, y de paso nos hace la guardia nocturna, total Usted es el nueve Regente!-

-Jaja, claro, tengo que tomar posesión de mi nuevo puesto-

Un terreno muy grande, casi un cuarto de manzana ocupaba el corralón La Amistad, y era imponente ver la geografía del mismo con montañas de ladrillos de distintos colores y texturas, médanos urbanos y tres camiones volcadores, seguramente escapados de una vieja publicidad de Duravit.  En el fondo, una construcción no muy grande hacía las veces de show room, depósito y oficinas.  Nada muy moderno y a decir verdad, tampoco  muy prolijo que digamos, pero por la cantidad de gente que había, hacía suponer que a los clientes mucho no les importaban esas cuestiones.

-Vengo a vera Don Enrique, me está esperando-

-¿Su nombre?-

Julio metió la mano en el bolsillo de su campera, y sacó una de las tarjetas que le quedaban. "Unicef Argentina - Julio...", y se la entregó al empleado. De inmediato lo hicieron ingresar a la oficina que estaba detrás de la caja

-Pase pase, póngase cómodo. Marcela me estuvo contando un poco la cosa.-

-Ahh, bien.  ¿Y se le ocurre quién puede estar detrás de las amenazas?-

-Ehhh, seguramente algún vecino nuevo, hay gente que no se banca el griterío de los chicos.  Pero no se preocupe, en unos días más todo va a ser un recuerdo.  ¿Un café?-

-Gracias.  A mi me parece que no es algo menor.  Debemos actuar de inmediato antes de que pase a mayores-  Julio rechazó el ofrecimiento de azucar con un ademán y le pegó un sorbo al cafe, que Don Enrique le había servido de un gran termo que tenía en una mesita al lado de su escritorio.

-¿Y qué necesita?  No me queda muy en claro el motivo de su visita-

-El Hogar del Sol está siendo monitoreado para ser apadrinado por UNICEF.  Yo vine unos días para ver el funcionamiento y corregir algunas cosas según piden los protocolos de la Organización.  Pero al encontrarme con esta situación considero, y ya lo he consultado con mis superiores, que lo mejor es desmantelar este problema lo antes posible-

-¿Y cómo piensa hacerlo?-

-Anunciaremos públicamente el padrinazgo de UNICEF este mismo fin de semana, y con eso echaremos por tierra las ambiciones de aquellos que tienen otros planes con la propiedad donde funciona el Hogar-

-¿Le parece?-

-Ni lo dude.  Hay que moverse rápido y necesito de su colaboración y de la Unión de Comerciantes.  ¿Está dispuesto a ayudarnos?-

- Ehh, si si por supuesto.  ¿Más café?-

- Gracias.  Mire, lo que necesito de Usted es.......


"Hola, me vino a ver el tipo, el tal Julio...si, es de UNICEF y hay toda una movida con el Hogar....si, no lo dudes...y, yo digo que hay que abandonar la cosa, por lo menos por ahora...es que además me comprometió a mi directamente....claro, si decía que no saltaba todo...Y bueno...hablamos pronto"


Ese domingo, el nuevo cartel de chapa resaltaba sobre la pared recién pintada.  HOGAR DEL SOL- UNICEF.  Los pibes impecablemente peinados y vestidos hacían una fila a un costado del improvisado escenario hecho con pallets.  A un costado, Julio, Esther y Don Enrique, y más allá, varios socios de la Unión de Comerciantes y hasta un par de Concejales en representación del Intendente.

-Y agradecemos especialmente a Don Enrique, que sin sus innumerables gestiones hizo que todo esto fuese posible.  Es por eso que queremos darle este diploma de Protector del Hogar, un título que seguramente honrará y que velará por .el crecimiento de esta Casa, un ejemplo para toda la Provincia..-

El emotivo discurso de Marcela fue interrumpido por dos bocinazos de camión que venían desde la calle.  Uno de los chicos rompió la fila y salió corriendo hacia afuera.  Otro gritó -Tía Elsa!- Y todo se descontroló, los pibes fueron todos hacia la calle sin atender los retos de las maestras

Julio comenzó a reir ante la mirada de todos, y solamente atinó a decir -Los chicos!- como queriendo esconder el verdadero significado de su estado de felicidad.  Ese iba a ser un  domingo que nunca olvidaría


Marcela dió por finalizado el discurso ante la ausencia de público que la escuchara, dejó el micrófono en la mesa  que tenía detrás y le dió PLAY al radiograbador que musicalizaba el evento.  La voz de la Lizarazu  llenó todo el patio del Hogar (suban el volumen y hagan click sobre el link)


Continuará..


Riqui de Ituzaingó


Comentarios

  1. Ah bueno pero en ese pueblo son todos mafiosos!!! Y ahora que va a hacer sin ropa? Porque supongo que siendo un jubilado no tendrá tanta plata para ir a la tienda del pueblo a comprase... Pero algo magnífico pasó, LLEGÓ ELSA!!! Que bueno... Veremos como será el reencuentro...
    Ana Lidia Pagani...

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