Una de las cosas que recuerdo de los años ochenta era que las noches eran tranquilas y nos cobijaban entre estrellas y silencios para que pudiésemos dar rienda suelta a toda la ilusión de ser jóvenes, pero más especialmente de ser libres.
Castelar se caracterizó por ser un lugar que luego del cierre de los negocios, especialmente sobre Arias, comenzaban a atenuarse las luces de mercurio y siempre había una pequeña brisa, que limpiaba el trajín del día a día, dejando la atmósfera de manera apropiada para darle paso a los noctámbulos, a los románticos o para aquellos que no querían purgar la soledad comiendo un poco de fideos directamente de la olla, total, para qué servirlos en un solo plato!
Las pizzerías eran una opción para juntarse, pero uno, no siempre quería morfar, además cuando de contarle cosas al amigo, se complicaba con un cacho de muzza en la boca. Y además cerraban temprano.
Es por eso que algunas veces doblábamos por Carlos Casares y ahí al toque, sobre la esquina de la cortada, estaba ese barcito que todos conocían como el Café de la Cortada, nombre que dudo que fuese el que bautizara su dueño, pero no hay registros gráficos ni en la memoria de la gente que afirmara lo contrario.
Silloncitos de madera con apoyabrazos curvos, mesas de madera con el tablero color verde, para que resalten en él, el brillo de los ceniceros, seguramente de Cinzano. Las paredes siempre pintadas con colores medianos que le daban al lugar, junto con las luces de lamparitas medio amarillentas, ese entorno ideal para encender un cigarrillo y que las distintas siluetas que iba delineando el humo fuese el disparador para que la charla comience.
- ¿Pueden ser dos cafés? Uno doble y el otro cortado -
Había un par de mesas que estaban junto a las ventanas, las mejores para que con la mirada perdida esperando ver pasar un colectivo 269 o algún trasnochado tipo por la vereda, invitara a hablar de las cosas de la vida, como si no importara si delante de uno estuviese un amigo, un coso cualquiera o nosotros mismos haciéndonos la segunda, como se veía en más de una mesa con un café y un cenicero lleno de puchos
- Hoy pensaba en la vida. Recuerdo que ir al colegio, en cierta medida era cómodo, teníamos una rutina dónde podíamos caminarla con responsabilidades fáciles de cumplir y para darle un poco de pimienta a la cosa, nos empeñábamos en hacer todo lo contrario, total sabíamos que había alguien que nos iba a poner nuevamente en la senda correcta. Nos permitía jugar....-
El paquete de Particulares 30 era lo suficientemente delgado como para suponer que sería un bollo antes que termine la noche, esta noche. Tampoco era problema, seguramente habrá cerca de la estación, dónde comprar puchos. Qué costumbre esta de fumar! Yo era muy chico y creo que era una vecina que nos vendía cigarrillos sueltos, Benson y los LM, esos que venían en cajita con ese dibujo tan particular. Mas tarde cuando ya compraba mi propio paquete lo escondía en una casilla de madera que teníamos atrás de casa, y que hacía las veces de galponcito. Nunca entendí muy bien lo que significaba para nosotros fumar, pero tenía en claro que los más grandes lo hacían (siempre fuí el más chico de los grupos) y debería estar bien aunque mi vieja opinara lo contrario.
- ¿Y ahora, qué será de nuestra vida, quién nos marcará los tantos? Hay que laburar, hay que tener una novia, no hay que desbarrancar, porque ante la primera que nos mandamos perdemos lo único que mantenemos de los años dorados : casa, comida y ropa planchada. ¿Me entendés? Igual lo que más me jode es otra cosa, el decidir, qué carajos voy a hacer de mi vida, pero no dentro de diez años. Hoy , mañana, la semana que viene. Y si te pregunto a vos, no mucho me vas a ayudar, si estámos en la misma, con los bolsillos llenos de dudas.-
El café no es cualquier bebida. Para nada. Tendría que hurgar en los libros, pero el rito que se practica cada vez que el mozo lo apoya sobre nuestra mesa, debería de tener su significado.
Sin largar el pucho y con esa misma mano se agarraba un sobrecito de azúcar y con los dedos medio y o anular se le pegaba algunos golpecitos rápidos para que no quedaran granos pegados por dentro y poder volcarlo correctamente dentro del pocillo, una vez abierto. Los que no fumaban, los menos, hacían el mismo proceso pero agitando el sobre con violencia, como si la ansiedad que nos quitaba el pucho fuese canalizada en azotar a estos cuadraditos de papel blancos con letras y dibujos. La cucharita revolvía una vez, dos veces, mil veces, hasta que la energía que lanzaba ese movimiento dextrógiro, fuese captada por nuestro alma, y nos diese tranquilidad y fuidez para seguir expresándonos.
- Creo que voy a jugar al PRODE o a la Quiniela, y si gano algo, todo será más fácil. El sentido de la vida en este mundo de mierda es conseguir guita que nos asegure la felicidad. Todo se cumple con un buen pasar. No me vengan con esa boludez del superarse y trascender enla vida.... Dejale eso a los próceres, a los que están en los libros.
Casi a la 1.40 entró un pibe al bar
- ¿No me comprás un ramo de flores? -
- ¿Y para qué? No tengo a quién regalarle -
- Cómo que no? tenés otro café servido, debe ser para tu novia -
Lo miré y me di cuenta que en realidad estaba solo, me estaba hablando a mi mismo, o mejor dicho, no tenía con quién charlar estas cosas
- Sentate, ¿ Te gusta el café? Debe estar calentito, te va a gustar -
- No, tengo que seguir laburando, me espera mi viejo en la estación y tengo que vender todos los ramitos -
El pibe fue hasta una mesa del fondo donde había una pareja, y pudo vender un ramo. Y se fué, posiblemente a oro bar o que se yo. Yo vi el café doble servido delante mío, debería estar frío. Lo agarré y lo tiré por la ventana. - ¿Para qué hago estas cosas? -
- Mozo, ¿me cobra? -
Levanté las solapas de mi saco, y empecé a caminar rumbo a mi casa. Quedaban casi cuarenta cuadras por delante. Esperaba llegar cerca de las dos y media.
Me crucé otra pareja riéndose, tres pibes hablando de filosofía, y un barrendero silbando una canción qué había escuchado recién en el café. Una de Mc Cartney (click en en el link)
Mañana será otro día. Ojalá
Riqui de Ituzaingó
Que interesante relato, me gustó... Digo yo, será verdad que uno se desahoga hablandose a si mismo cuando no tiene con quien hablar? A mi me pasa seguido!
ResponderBorrarAna Lidia Pagani