Ir al contenido principal

Nadie vió a la nena

Las siestas en los pueblos como este son mas o menos todas iguales.  Tierra volando por dónde se mire, el abucheo de las palomas, algún perro ladrando a la nada, y si el viento viene del sur, el aleteo incesante de las ramas de los álamos plateados que escoltan todo a lo largo, al Boulevard Sarmiento.  Es raro ver chicos dando vueltas por allí, ellos aprovechan la quietud de este momento para juntarse y hablar de cosas importantes, por lo menos hasta que afloje el sol y el viento, y puedan salir a dar vueltas por ahí.


A las 15.47 de ese viernes sonaron varias campanadas, posiblemente hayan sido cuatro o cinco, no se sabe exactamente, porque nadie las esperaba, el pueblo sólo tiene una capilla, y en el pueblo que está sobre la ruta hay Iglesia pero que se sepa, sin campanario.  Unos pibes salieron a ver, un par de viejas también, y pasadas las 16.00 algo de gente había cortado la rutina de las siestas de estos pueblos, después de mucho tiempo



Se armaron varios grupitos de no más de dos o tres vecinos cada uno, tratando de entender de dónde venían ese sonido a bronce viejo

-  Eso es ruido de llanta de camión, seguramente están desarmando alguna rueda en la gomería de la ruta - dijo uno de los pibes
-  Hace un par de días trajeron equipo de música al gimnasio para la fiesta del fin de año, seguro fue eso - arriesgó Doña Carmen
-  Yo no escuché nada - dijo el carnicero, pero nadie le dió mucha bola y se fue
No hubo quién creía haber resuelto el tema de las campanadas, pero a los minutos las charlas se volvieron más pueblerinas, y en uno de los grupos se informaba el supuesto embarazo de la hija de los Roldán, hecho no confirmado, pero según la Choli, segurísimo aunque no hay que comentarlo porque es un secreto guardado bajo siete llaves
-  ¿Y vos cómo te enteraste Choli?  - preguntó la Matrona
-  Analía que hace la limpieza de los Roldán, vió hacerles una valija con vestidos largos y ropa de su hermana mayor, y la mandaron un tiempo a lo de la tía de la Capital.  La Analía la vió varias veces con el Carlitos, el que trabaja en el criadero


Algún auto cruzó el Boulevard, el calor fue aflojando y la gente sin hacer demasiada alaraca, volvió a las cosas de cada día, que por cierto, no eran muchas.  



Nadie vió a la nena.



El cielo, como pasa cada tanto en esta zona, comenzó a desteñir una acuarela en rojos, violetas y lo que que quedaba del celeste de la tarde, augurando buen tiempo para los días venideros. Y fue anocheciendo hasta que los ojos de los que nada hacían se pusieron bien grandes para ver claro, en la noche



En la esquina de la 4 y el campo de los Miranda, sonaron dos palmadas y el perro empezó a ladrar insoportablemente

-  Soy yo Doña Emilia, el Padre Juan ¿puedo pasar? - y sin esperar respuesta se metió, como hacía cada vez que venía a ver a la casi centenaria anciana
-  Juan, busquen a la nena 
-  ¿qué nena Emilia? - preguntó el cura
-  No se.  Hoy a la siesta sentí cuatro o cinco golpes sobre mi corazón, y vi la cara de una nena, con lágrimas en los ojos que me miró y se fué hacia el campo, y no sé qué más.  Búsquela Padre......
Doña Emilia cerró sus ojos, y se dejó caer sobre el viejo y mugriento sillón, el cura le acomodó la manta que tapaba sus piernas, y sacando a uno de los perros, se fué, sin hacer demasiado ruido


-  No escuché las campanadas, ni supe de una nena, ¿me estaré distrayendo, me estaré alejando de los que me necesitan? - El Padre Juan le habló al Cristo y bajando la mirada, comenzó a rezar.



Lo sorprendió la claridad del amanecer junto con el canto de algún zorzal.  Nunca se había quedado dormido rezando.  Fé hasta la piecita de atrás, se lavó un poco la cara, tomó un poco de agua, y se fué nuevamente a lo de Doña Emilia, había algo que no estaba bien. A menos de una cuadra, desde una bicicleta lo saludó Fabián, uno de los albañiles que terminaron de arreglar el frente de la capilla

-  Padre Juán, buen día! qué temprano que anda por acá ¿algún problema?
-  Fabián, querido, voy a lo de la Emilia, necesito hablar urgente con ella
Fabién giró sobre la calle de tierra y se acercó al cura
- Cómo, ¿no se enteró? Ayer a la mañana la encontraron tirada en la puerta de la casa, y la llevaron al hospital del pueblo, pero a la tarde se nos fué, me dijo mi mama que entre las tres y media y cuatro de la tarde, ella la acompañó, era la comadre de mi mama
-  ¿y no me avisaron nada, dónde está?  
-  Todavía no la trajeron, parece que no había ambulancia.  Mi mama quiso avisarle a ustéd Padre pero no lo encontró en la capilla
-  Gracias Fabián - El cura despidió al albañil y siguió su camino hasta la casa de 4 y el campo de los Miranda.  Golpeó las manos y el perro comenzó a ladrar, más fuerte que de costumbre, no era para entrar, además, el portón de madera estaba cerrado con una gruesa cadena, un tanto oxidada por el paso del tiempo.  Nadie salió a abrirle


El cura vió salir el sol pleno frente a sus ojos, pero no atinó a moverse.  

- ¿ Habrá sido un sueño todo esto? 
Hizo visera con una mano, se resfregó los ojos con la otra, y a tranco lento emprendió la vuelta a la capilla


A menos de dos cuadras de llegar, una nena sentada sobre el pilar de una casa, lo saludó con un ademán y una mirada triste.






Riqui de Ituzaingó

Comentarios

  1. Me gustó,la sabiduria de los ancianos,y la desatención de algunas personas a su sabiduría,buena reflexion

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

El Vasco - 1. El Parroquiano

Religiosamente, como hace más de veinte años, Don Germán llegó a la puerta del boliche de San Martín y calle 3, pasaditas las  7.  Apoyó la bicicleta sobre el poste verde del alumbrado público, se quitó los guantes de cuero, y sacó de entre sus ropas un manojo de 15 o 20 llaves, que a entender de quién escribe este relato, deben haber servido pata cerrar distintas etapas de su vida.  Hoy con unas seis se arreglaría, dos para las puertas de su casa, una para el candado de Anacleta, esa que lo trae aquí cada día desde el ´83.  Y las del boliche, una de la cadena de adelante, la Trabex de la puerta principal, y la del fondo.  Las otras llaves, vaya a saber uno cuándo giraron por última vez. Quitó la puerta de chapa, sacó los largueros, no sin antes pegarle un par de pataditas que no hacen más que deformar la chapa, y generarán a la madrugada una nueva puteada, ante la sonrisa escondida del barrendero de turno. - ¿Cuándo será el día que Juan o Luis se den cuenta que este boliche les va a q

El Vasco - 7. Los zorzales

Por iniciativa de los descendientes de aquellos primeros inmigrantes, este año y por primera vez, se trasladó al pueblo, la fiesta de la Vascongada.  Durante casi una semana, el pueblo elegido se viste de gala para recibir esta festividad, tan cercana a su gente.En esta oportunidad, desde hace un par de meses se está organizando todo conla ayuda de unos vascos oriundos de Artega, Santa Fe. Donde comienza el boulevard de la San Martín, ahí cuando cruza la calle Pueyrredón, se armó el inmenso escenario, que fuese prestado por el Club de Paleta.  Levantado casi dos metros del asfalto, permite que cualquier espectáculo pueda verse desde dos o tres cuadras, sin problemas.  El año pasado, cuando se hizo la Fiesta Provincial del Maíz, se le agregó un techo de chapas, para evitar que una ocasional lluvia haga suspender el evento que se ofrezca en ese momento. Sesis cuadras de la avenida se vistieron de ocasión.  El verde de los estandartes eran el reemplazo indicado de las hojas que aún no se

El Vasco - 2. Un par de mate cocidos

 El camión esperaba ser cargado con el pedido de materiales del Convento de La Merced, y si bien aún no habían bajado el remito de la oficina, este ya estaba en marcha para disgusto de todo ser humano que merodeara por ahí.  La mañana, aún sin sol, se colmaba con una bruma helada, típica de los primeros días de Julio.  Pero el camión Dodge de Materiales San Martín, con su humareda de gas oil mal quemado, le daba al lugar una espesura que nada tiene que envidiarle a las tormentas del Mar del Norte relatadas por E A Poe. -  Cheeee, carguen ese camión de una buena vez que nos vamos a morir todos intoxicados! - Dijo Pedro mientras hacía la recorrida de cada mañana, revisando que todo estuviese en orden.  Aunque en un terreno atestado de ladrillos, varillas e inmensos médanos de arena, pocas serías las sorpresas que habrían de aparecer.  A decir verdad, esa recorrida la usaba para fumarse un pucho medio a escondidas, para evitar los retos de sus empleados, todos con más de diez años trabaja