Ir al contenido principal

Yo jugué con Diego

Escuchaba no hace mucho, que uno se hace grande, el día que solito, sin que nadie se lo pida, calienta por primera vez la pava, y llena el mate de yerba.  Y se sienta, generalmente en la cocina, solo, y comienza ese rito de  iniciación, con la certeza que ya nada será igual.

Algo similar, pasa con el fóbal, uno se recibe de jugador, de esos que pueden pisar con dignidad un potrero, el día que se van a un baldío, solo con una pelota, y se ponen a patear e imitar esas gambetas, caños y chutazos , que se cargan en la mochila de la memoria reciente.

Esa tarde, de vaya a saber qué año, vi en Matineé, un pibe al que lo tenían haciendo jueguitos con una pelota a un costado del Estudio, mientras conducían el programa.  Pude escuchar que se llamaba Maradona y que jugaba para Los Cebollitas, en el mismo campeonato en el que nosotros participábamos en el Deportivo Morón.  Volví a casa, y después de cenar, agarré mi pelota Huevo de avestruz y me dormí con ella, como para no olvidarme, que al otro día, sábado, tenía algo que hacer, muy temprano, tanto como pudiese.

Me levanté con  los primeros ruidos, me puse mi pilcha de jugar, una camiseta blanca mangas largas con puños rojos, un pantaloncito corto y los Sacachispas, e hice la pasada de rigor por la cocina, para evitar que me retaran.  La leche, bebida, casi que no comí, y me hice las tres cuadras hasta el campito de King.  

Los pastos altos estaban mojados, y cerca de los arcos, el rocío había hecho su trabajo, y un barrito me recibió, y me hizo saber que ahí, hasta que no diera el sol de pleno, podía patinar y errar el gol de mi vida.  Puse la pelota en el piso, y me senté sobre ella.  Y comencé a pensar.  El rito había comenzado.  Quise recordar cosas que había visto, pero en realidad todo el fóbal que yo había aprendido, venía de la voz de los grandes relatores de radio de la época como el Gordo Muñoz, Parnisari y algún otro que no recuerdo.  Pero ayer lo había visto a Él.  Entonces me paré y con un pie y con el otro intenté hacer jueguito, pero me costó pegarle dos veces seguidas sin que no se me cayera la pelota.

-  Agarrá un palito y desinflala un poco -

Miré hacia atrás del arco, hecho con postes de luz, y un pibe, un poco más grande que yo, de rulitos y que calzaba una remera roja, sentado sobre una de las piedras, me hacía señas con las manos, que le hiciera caso.  Me fui a un costado, le sampé un palito por la válvula y algo la desinflé. Y una vez más, la apoyé en el piso y la levanté con el pie derecho, y uno, y dos y tres, y la pasé al otro pié..

-  Vamos Riqui, así se hace -  El pibe me alentaba a seguir

Dejé caer la pelota a propósito, y pasándola de un pie a otro, la fui llevando hacia el otro arco.  Cuando estaba cerca la dejé ahí y le pegué fuerte.  Salió alto y dió contra un árbol de por ahí

- ¿La quisiste meter en el arco?  Así nunca, pegá más despacio -

-  No, le quería pegar al palo -  Respondí, recordando que el arco es grande, lo difícil es pegarle a un  poste que esté a unos metros nuestro

-  Pegale con  la zurda -

-  Yo soy derecho!  No voy a llegar -  le dije, sin mirarlo

-  No importa, vos pegale con esa, y pensá en que ese poste es la Piedra libre que salvará a todos tus compañeros.  Dependen todos de vos! -

Me quedé mirándolo, no entendí muy bien qué me decía, pero le dí muy despacito, eso fue todo lo que pude, y la pelota ni se  levantó, Tardó un rato en llegar, pero finalmente chocó contra el palo de luz y quedó ahí al ladito

-  Bien ! -  El pibe de rulitos, se paró, agarró mi pelota verde y blanca, y luego de hacer un par de jueguitos, le tiró un zurdazo al travesaño, tan fuerte que la pelota volvió hacia Él

-  Riqui, la pelota lo que hace es que tengamos amigos a quienes pasársela, que nos juntemos con ilusión a ganar el partido de nuestra vida, con empeño y esfuerzo, y ayudándonos entre todos, dejando todo en cada partido.  Así como aprenderás a jugar al fóbal, irás creciendo y te harás hombre.  Y esas enseñanzas te ayudarán a ser un poco mejor persona -  Y se fué.  El pibe se fue, y nunca más lo volví a ver.

Hoy pasaron no se cuántos años. La pelota huevo de avestruz ya no la tengo.  La camiseta de fóbal cambió el  rojo por el azul, y hoy en ese baldío, quizás se construya un edificio de pozo.  Pero si algo no cambió en mi son esas palabras que aún recuerdo, y que me acompañaron a lo largo de los años

Recién, antes de escribir esto, recordaba todo esto en voz alta, y me preguntaron

- ¿Quién era el pibe? -

-  Diego -  No dudé - ¿Quién otro podía ser? -

Volví a mi casa, con las medias todavía húmedas del rocío, y la remera un poco embarrada de traer la pelota bajo el brazo. Y empecé a tararear esta canción, que fue grabada muchos años después  (click sobre el link, y suban el volumen)


Riqui de Ituzaingó 

 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

El Vasco - 1. El Parroquiano

Religiosamente, como hace más de veinte años, Don Germán llegó a la puerta del boliche de San Martín y calle 3, pasaditas las  7.  Apoyó la bicicleta sobre el poste verde del alumbrado público, se quitó los guantes de cuero, y sacó de entre sus ropas un manojo de 15 o 20 llaves, que a entender de quién escribe este relato, deben haber servido pata cerrar distintas etapas de su vida.  Hoy con unas seis se arreglaría, dos para las puertas de su casa, una para el candado de Anacleta, esa que lo trae aquí cada día desde el ´83.  Y las del boliche, una de la cadena de adelante, la Trabex de la puerta principal, y la del fondo.  Las otras llaves, vaya a saber uno cuándo giraron por última vez. Quitó la puerta de chapa, sacó los largueros, no sin antes pegarle un par de pataditas que no hacen más que deformar la chapa, y generarán a la madrugada una nueva puteada, ante la sonrisa escondida del barrendero de turno. - ¿Cuándo será el día que Juan o Luis se den cuenta que este boliche les va a q

El Vasco - 7. Los zorzales

Por iniciativa de los descendientes de aquellos primeros inmigrantes, este año y por primera vez, se trasladó al pueblo, la fiesta de la Vascongada.  Durante casi una semana, el pueblo elegido se viste de gala para recibir esta festividad, tan cercana a su gente.En esta oportunidad, desde hace un par de meses se está organizando todo conla ayuda de unos vascos oriundos de Artega, Santa Fe. Donde comienza el boulevard de la San Martín, ahí cuando cruza la calle Pueyrredón, se armó el inmenso escenario, que fuese prestado por el Club de Paleta.  Levantado casi dos metros del asfalto, permite que cualquier espectáculo pueda verse desde dos o tres cuadras, sin problemas.  El año pasado, cuando se hizo la Fiesta Provincial del Maíz, se le agregó un techo de chapas, para evitar que una ocasional lluvia haga suspender el evento que se ofrezca en ese momento. Sesis cuadras de la avenida se vistieron de ocasión.  El verde de los estandartes eran el reemplazo indicado de las hojas que aún no se

El Vasco - 2. Un par de mate cocidos

 El camión esperaba ser cargado con el pedido de materiales del Convento de La Merced, y si bien aún no habían bajado el remito de la oficina, este ya estaba en marcha para disgusto de todo ser humano que merodeara por ahí.  La mañana, aún sin sol, se colmaba con una bruma helada, típica de los primeros días de Julio.  Pero el camión Dodge de Materiales San Martín, con su humareda de gas oil mal quemado, le daba al lugar una espesura que nada tiene que envidiarle a las tormentas del Mar del Norte relatadas por E A Poe. -  Cheeee, carguen ese camión de una buena vez que nos vamos a morir todos intoxicados! - Dijo Pedro mientras hacía la recorrida de cada mañana, revisando que todo estuviese en orden.  Aunque en un terreno atestado de ladrillos, varillas e inmensos médanos de arena, pocas serías las sorpresas que habrían de aparecer.  A decir verdad, esa recorrida la usaba para fumarse un pucho medio a escondidas, para evitar los retos de sus empleados, todos con más de diez años trabaja