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Soldadito de plomo

Cuando miro esa esquina, ahí donde las baldosas se bañan en sombra, no puedo dejar de regañar contra el paso del tiempo, bah en realidad con todo lo que pasó en los últimos cuarenta y pico de años.  La gran batalla final tuvo lugar allí y su irrevocable resultado me obligó a ocultarme todo este tiempo en una cueva que no habíamos planeado utilizar pero las cosas no salieron como nosotros esperábamos y no tuve otra posibilidad.  Es que caer en manos del enemigo hubiese sido el peor de los finales, y no haría más que ahondar la profunda tristeza que provoca el haber dejado todo y que no haya sido suficiente.

Esa mañana la lluvia lo había complicado todo, ya que no estuvo previsto ese escenario la noche anterior cuando hicimos un repaso de cómo derrotar al enemigo, en la que sería la embestida final, con los pocos recursos que nos quedaban.  Recuerdo como si fuese hoy, éramos una docena de valientes que lucharíamos cuerpo a cuerpo, tres de a caballo listos para revolear sable a diestra y siniestra.  Pero nuestro verdadero potencial estaba en los motorizados, un camión Duravit que trasladaba a toda la tropa, un tanque de esos blindaos, con cañón largo por delante, una moto, una grúa y un par de autos ligeros, todos ellos Matchbox, de lo mejor que se podía conseguir entonces.

Se cavaron trincheras que se taparon con hojas de sauce, se alisó el camino para que los motorizados puedan atacar fácilmente, e hicimos un importante acopio de proyectiles de distinto tipo y calibre, a saber:  bolitas de ligustro y de paraíso, piedra partida que quedó de alguna obra de por ahí y dos o tres bolitas japonesas que habíamos comprado la tarde anterior con todo lo ahorrado en meses.

La moral estaba alta, a pesar de que los últimos resultados no nos venían acompañado, habíamos tenido muchas bajas, tanto de soldados como de recursos, en especial una ambulancia Mercedes que asistía a los heridos en el campo de batalla y una fortaleza que supimos construir con madera y chapa y que era nuestro bunker, pero que no resistió los constantes embates de la artillería contraria.

La lluvia lo complicó todo, los caminos de acceso al fuerte que se ubicaba en esa esquina dónde jamás daba el sol, estaban anegados y no nos encontrábamos preparados para sortear este inconveniente.  Al sonar de la corneta, decenas de disparos comenzaron a llegar desde la parte superior de esa fortificación que teníamos como objetivo de toma.  Y a nuestra retaguardia fuimos atacados por una columnas de hormigas culonas, y aunque estaba expresamente prohibido fuimos hostigados por un gato barcino que solía frecuentar la zona, y que esa mañana nos dimos cuenta que siempre había hecho las veces de informante, y cuando menos lo esperábamos se declaró como uno de nuestros enemigos.

Yo fui alcanzado por uno de los proyectiles, perdiendo un brazo y parcialmente una pierna, cayendo con el impacto dentro de una de las trincheras, quedando a la espera de ser capturado y en el mejor de los casos ser derivado a un hospital de campaña enemigo.  Pero la lluvia se hizo más intensa y el fuego cesó.  El agua se hizo charco debajo mío y el peligro de derrumbe de las paredes del pozo era inminente.  El agua dejó de caer de repente, un fuerte viento se hizo presente y veía desde ahí abajo cómo hojas y papeles pasaban como si fuesen nubes en  mi cielo.  

Algo muy grande cayó en la trinchera, parecía un hueso, dándome de lleno en toda mi humanidad de plomo, y apenas pude ver un hocico, supuestamente del Terry, un personaje que frecuentaba la zona, antes de que la tierra comience a taparnos, a mi y al hueso.


Pasó mucho tiempo, y yo quedé a salvo de ser un prisionero más, lo cual, para un soldadito, no es algo menor.  Se ve que muchos años después hubo cambios, refacciones, y de una palada fui a parar dos o tres metros hacia la vereda, quedando delante de mí vista lo que había sido el escenario de infinitas batallas, hoy convertido en un jardín, rodeado con un caminito de baldosas del color del ladrillo

(y va la canción de siempre)

Riqui de Ituzaingó



Comentarios

  1. Recordé cada rincón de tu campo de batalla, el camión Duravit, los autitos Matchbox, las bolitas, los protagonistas de la historia que son los soldaditos y lo que vino a mi memoria algo que nunca mas vi que son... Las Hormigas Culonas!!!
    Ana Lidia Pagani...

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