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Agustín

Mi padrino era un Dandy.

Nunca me interesé en buscarle el verdadero significado a esa palabra, pero en realidad tampoco me hizo falta, ya que por lo que había escuchado, Agustín se ajustaba perfectamente a su descripción.
La pipa, un perro boxer, la pilcha siempre impecable, el peuyó 504 blanco, y la sonrisa generosa, siempre dispuesta a iluminar todo a su paso.

Yo quería que se hiciese sábado para esperar su llegada a mi casa de Ituzaingó, aunque si bien lo hacía no muy seguido, cada visita era un regalo indescriptible.
Era el fotógrafo de la familia, cada evento importante fue registrado por esa máquina grandota que tenía, pero no era tan importante como esa que me regaló a mi, una Kodak con los flashes en cubitos que servían para cuatro veces.
Y como no podía ser de otra manera, su compañera, mi Tía Irma era lo más, yo la quería y lo sigo haciendo con toda mi alma, pero como pasa con la gente a la que uno idolatra, a partir de un día no supe más de ella, y si bien me hubiese gustado saber de Ella, cuánto más tiempo pasaba, menos eran las ganas de levantar el teléfono y recibir una respuesta que no hubiese querido escuchar.  Entonces me quedé con el recuerdo de su voz y el sabor de esa tarta de frutillas que me compraba cada vez que iba a visitarla a su casa de la calle Arcos.
¿Porqué será que los padrinos generalmente no están todo lo cerca que quieren sus ahijados? Y me lo pregunto habiendo estado a ambos lados del mostrador.  Quién sabe!

- Padrino ¿Me llevás a pasear un día? - 
- Dale, el sábado te paso a buscar. Preparate, ehhh - 
Los sábados empiezan los jueves o los miércoles.  Yo le conté a todos mis amigos que tenía paseo en coche, que ojalá me llevara a comer pizza o a comprarme una camiseta de Velez, colores que me unían aún más con Él.  Y los pibes del barrio debatían hasta cómo  me tenía que empilchar, como si tuviese entonces placard para elegir; yo sabía que para pasear, los Far West y un pullover de esos que me tejía mi Tía.  Pero estos se pensaban que yo era uno de la televisión!
Costó dormir la noche del viernes,  todo estaba preparado: al pie de la cama, los zapatos del colegio recién lustrados, los pantalones vaquero y el resto de la ropa que me había separado mi mamá, todo prolijamente doblado.  Parecía la noche del debut de los que van a jugar por primera vez su partido en  primera, sin importar si fuese Boca o Barracas Central; la ilusión no pone ni nombres ni apellidos.  Me puse la radio debajo de la almohada, un saludable hábito que copié a los más grandes y dejé un cuaderno con un lápiz cerca, por las dudas me acordara de algo.  Quería decirle que cuando tuviese quince, me gustaría que me enseñe a manejar, aunque más no sea, arrancarlo y llevarlo hasta la esquina.  También que mis otros tíos siempre me llevaban a la popular del Amalfitani, y que alguna vez quisiese conocer la platea.  Nunca había ido a su negocio, una casa de fotografía, y una tarde sería lindo acompañarlo y ver cómo vende rollos de fotos, y recibe pedidos para revelar; yo podía ayudarlo si justo ese día tenía mucho trabajo, queseyó, a anotar los pedidos o a acomodar las cosas.  Esa noche de viernes pensaba en preguntarle qué tenía que estudiar, si Comercial o Nacional como ya estaban pensando los hermanos de mis amigos.  ¿Y trabajar?  Eso era importante, a lo mejor me decía que cuando Él no quisiese más trabajar yo podía ir al negocio y ocuparme del tema de las fotos y esas cosas.  En ese caso tendría que aprender a sacar fotos, mirá si me llaman de un casamiento o para los nenes que son bebés.  Ya me había regalado la Kodak, por algo lo debe haber hecho.
La noche de ese viernes fue larga, en la radio seguían pasando tangos y yo no quería dormirme, necesitaba pensar todas las cosas que tenía que hablar con mi Padrino.  Contarle que en el barrio había pocas chicas y que justo había empezado en un colegio de varones, a ver qué me decía, porque yo quería tener una novia como mi Tía Irma, no así de vieja, pero que me quisiese como lo hacía ella, y un día casarme y tener un perro boxer, e ¿hijos?  porque yo no los conocía a los suyos.  Mejor de tener hijos no le pregunto.  Tenía tantas ganas de que se hiciese sábado que me quedé dormido arriba de las cobijas de mi cama, sin taparme, para estar preparado a cuando me viniesen a despertar.

Dormí mucho esa noche, creo que más de cincuenta años, y hoy miércoles ya me empiezo a preparar para esperar que se haga sábado.  Hoy cambié el cuaderno y el lápiz por una compu, y la radió que me acompaña hoy se llama Spotify.  Pero mis ojos son los mismos, brillantes, ilusionados, mientras le cuento hoy a mis amigos, y ellos debatirán sobre la pilcha que debo ponerme.  Al cuete, ya está prolijamente doblada al pie de mi cama.


Riqui de Ituzaingó 







Comentarios

  1. Yo también los quería a Él y a la tía Irma.... Y te fue a buscar el sábado o sólo fue un sueño que nunca pudiste realizar?
    Me agarró nostalgia... Se me vino mi infancia y mi adolescencia de golpe todo junto!!!!

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  2. Hubo una época en que se usaba elegir como padrinos a los abuelos. Ese es mi caso. Un absurdo, porque cuando se morían (y era probable que fuera pronto, por esa lógica de la edad), la pérdida era doble. En fin, recuerdos que disparan tus hermosos relatos, Riqui.
    Desde siempre... Abrazo!

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  3. Uff las fotos familiares con la Kodak fiesta

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