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Valdivia

Cuando Valdivia recorría la zona, buscando lugar para alquilar, le llamó la atención los árboles que enmarcaban esa calle que apuntaba hacia el sur.  No tenían nada en particular, es más, eran medio raquíticos y vetustos,  pero quién sabe cuál es el criterio que usa la gente para enamorarse de una planta.
Hombre sociable si los hay, quiso conocer a sus vecinos, y a todo aquel que merodeara su vereda, y con una rudimentaria técnica, hizo un asiento de materíal al lado del árbol, el que ocuparía cada tarde a la hora del mate, dando por finalizada la jornada laboral. 
Había tenido un reparto de pollos en Maipú, y a fines de los noventa, gracias a sus relaciones, puso una granja con venta de pollos, algo de cerdo y achuras.  No le fue muy bien, pero aprendió a hacer milanesas y se dió cuenta que teniendo una camionetita, y acondicionando el galpón del fondo, iba a resolver el tema de su trabajo.
Cada tarde, se iba al lado del árbol, el del banquito de material, y se establecía como si fuese una oficina, con mate, tarritos de yerba y azúcar, pava, y algún bizcochito Nueve de Oro, los que le compraba al mercadito La Pasión, uno de sus principales clientes del reparto.
-  ¿Un amargo Doña? -
-  Hay Don Valdivia, estoy tan apurada... pero un mate no se le desprecia a nadie.  ¿  Vió la casa de la esquina?  La alquilaron, y dicen que vienen unos muchachones, ummm, me da que pensar -
- ¿Malandras? -
-  No, que va!  Medio raritos, me parece.  Los vi cuando vinieron con el Fernandez, el de la inmobiliaria, y estaban muy arregladitos, y de la mano!!.  Dios mío, me guarde y me ampare!, lo único que nos faltaba -

Valdivia era un político barrial.  Si bien no ejercía como tal, era conocido por todos, y tenía sus informantes, manejaba los datos, casi como Google!
-  Don Valdivia, ¿ sabe que el ferretero de la avenida, se casa? -
-  Mauricio!, no sabía ni que tenía novia -
-  Vamos, vamos, que no va a saber, si usté lo conoce a Él y a la prometida. la hija de los Castro -
-  La más chiquita seguro, mire usted, como crecen los chicos.  ¿Va de compras Marcela? -
-  Si, ¿qué necesita? -
-  Si no le molesta, un paquete de yerba; no me alcanza hasta el viernes que vuelvo a salir con el reparto, y acá mientras trabajamos, meta mate todo el día -
-  Olvidese, cuando vuelvo le toco el timbre -
- Esperaré ansioso - y le dedicó su mejor sonrisa.

Una tarde de esas, al terminar la mateada, trajo la regadera, y le puso agua a los árboles y de paso le pegó una lavada al banquito, que solamente la lluvia bañaba, o sea, hacía mucho que no pasaba.  Por la vereda, desde el lado de la avenida, venían dos muchachos, con dos perros chiquitos, de esos que parecen de peluche, blancos, recién salidos de la peluquería parecían, uno con correa azul y el otro de tono morado, haciendo juego con el collar
-  Buenas tardes, ¿Conociendo el barrio? -
-  Hola, si, si, nos mudamos hace poco, y aprovechamos para sacar a pasear a los perros, y de paso, también nosotros.  Yo soy Fabrizio, y Él, Joaquín, un gusto -
-  Valdivia, para servirles.  Cualquier cosa que necesiten , me tocan el timbre -
Siguieron por la vereda hacia el norte, y al llegar a la esquina, se pararon para que los perros mearan un árbol.  Valdivia miró, levantó la regadera y se metió adentro.
Ese viernes paró la camionetita frente a la casa, la dejó en marcha, y abrió el portón de rejas.  Por la vereda, venía Marcela, su vecina de la vuelta.  Esperó a que estuviese por pasar y la saludó con un - Adiós buena moza! -
Ella respondió con una sonrisa y un - Valdivia .. -
Entro la camionetita y fue directo al galpón, Jorgito estaba limpiando el piso - ¿Todo bien Jorgito ? -
-  Por acá bien, ya no quedaron mas pollos, mañana tiene que traer, al mediodía hacemos todas las milanesas y no alcanza para la tarde.  ¿Vió el árbol? -
-  No, ¿qué pasó? -
-  Se lo cagaron los perros -
Salió corriendo y efectivamente, bien adelante, había dejado sus credenciales un perro -
-  Pero, taquelotiró!  nunca pasó esto - Volvió al galpón - Jorgito quién puede haber sido, por acá no hay perros, no se -
-  Don Valdivia, no sé.  ¿No serán los nuevos los de la esquina? -
Se quedó pensando, en el barrio no hay perros.  Los que estaban sueltos, hace mucho se los llevó la perrera.  Se metió en la casa, se bañó y encaró para la esquina-  Golpeó las manos, y al rato se asomó uno de los muchachos por la ventana - Si, ¿qué necesitaba? -
-  Los perros -
-  ¿Qué pasa con los perros? -
-  Me han cagado el árbol que tengo en la puerta de mi casa -
-  ¿Los nuestros?  No puede ser, salen siempre con nosotros -
- No hay otro perro por la zona, tienen que ser los de ustedes -
- Salimos siempre con la bolsita y levantamos todo, no se confunda.  Y ahora que pienso, acá a la vuelta yo vi perros, en lo de una señora -
Valdivia se quedó pensado, hizo un gesto con la mano, como pidiendo disculpas, y se volvió.  Juntó todo con la escoba y la pala "me parecíó sincero este chico" y entró a su casa a ver la serie de moda.

La mañana  siguiente fue de compras, como para tener suficientes pollos para el lunes, y de por ahí, se trajo una tabla tirada en la calle, justa para hacer un cartel, que clavaría luego sobre el árbol POR FAVOR NO TRAIGA SU PERRO A CAGAR ACA.  GRACIAS. VALDIVIA.

Los días siguientes no fueron mejores, y por lo visto, no le dieron mucha importancia al cartel porque cada mañana, al salir de su casa, Valdivia encontraba un regalito delante de su árbol.  El tema lo tenía desconcertado.  Primero pensó que podía ser alguien que no estuviese contento con su comportamiento al frente de la Unión Vecinal, pero le parecia raro, nadie le había comentado nada.  Los vecinos de la esquina, no, ya les había hecho el reclamo.  Chicos con ganas de hacer maldades, por acá no había.  Recordó que el muchacho de la esquina le comentó que a la vuelta....  Agarró un saco y enfilló para allá, no sabía muy bien dónde, y empezó a caminar despacio, mirando cada casa, una cuadra que no le prestaba mucha atención, casi siempre pasaba manejando.  
En la esquina aún estaba el cartel de la inmobiliaria Fernandez con el ALQUILÓ. Una casa típica de final de cuadra, sin jardín, con esos revestimientos de piedritas  que se  usaban en los setenta.  Dos casas al lado, una cortina baja color gris, recordaba que ahí había estado el kiosco de Don Fani, su bastión, ese que defendió hasta el último de sus días de vida.  un lote baldío, un chalet bajito, una casa a medio terminar.  
De la vereda de enfrente la cosa era similar,  se destacaba la casa de los Herrera, edificada en el fondo y llena de árboles y flores en la parte delantera del lote.  Un galpón que hace unos años fué depósito de una fábrica de envases plásticos. Justo detrás, vivía Marcela, su vecina preferida, esa que Él creía que podía tener alguna historia con ella.  
A lo lejos se escuchó ladrar un perro venía de la manzana de enfrente,  se cruzó y esperó que volviese a ladrar, al rato se escuchó nuevamente, pero parecía venir del centro de la manzana.  Comenzó a  rodearla, a ver si se daba cuenta cuál era la casa, que contenía a ese animal, culpable de sus desvelos.  Llegó a la esquina, dobló a su izquierda, recorrió toda la cuadra y nada.  Volvió a doblar y al pasar por el almacén, se cruzó con Juan, su dueño
-  ¿Paseando por el barrio Valdivia? -
-  Un poco, estirando las piernas -
-  Lo veo preocupado, ¿que le anda pasando hombre? -
-  Hay algún desgraciado que todos los días trae a su perro a cagar delante del árbol que está en la puerta de mi casa -
-  Donde usté se sienta a tomar mate.  Si,  ví que había puesto un cartel -
-  Y no lo puedo enganchar,  y salía a ver por el barrio, y en esta manzana escuché ladrar un perro pero no me doy cuenta dónde.  ¿Usted Juan sabe quién tiene perro por acá? -
-  ¿Yo?  Nahh, en este barrio desde que pasó la perrera, no se si se acuerda, no quedó ni uno. -
-  Yo escuché recién uno, estoy buscando -
-  Le habrá parecido.  Si sé de algo le aviso -
Valdivia, terminó la vuelta y volvió a su casa, con la cabeza gacha, no había conseguido nada. Entró, encendió la radio para escuchar las noticias, y por primera vez de un tiempo para acá, el mate lo tomé en la mesa de cocina.

Juan era el almacenero más jóven de la zona, se hizo cargo del negocio cuando su tío decidió jubilarse y tratar de encarrilar a su único sobrino, que para nada era un mal muchacho, lo que pasaba era que pretendía que viviese la vida como lo hicieron  ellos a su edad, con un trabajo serio y responsable, y no andar de farra por ahí todas las noches.  Y si bien Juan no era un tiro al aire, como solía decirle su tío, aceptó gustoso el convite, porque tenía planes, pero como pasa con la mayoría de ellos, necesitaba un dinero para llevarlos a cabo.  Por ejemplo, pedirle casamiento a Diana, su novia de los años adolescentes.
Como solía hacer, cuando había poco trabajo, esa vez acompañó a su clienta hasta la puerta y la saludó en la vereda, un gesto de cortesía que lo caracterizaba.  Justo a unos metros venía Jorgito, seguramente de vuelta de trabajar.
-  Jorgito, vení, entrá un segundo -
El muchacho entró al almacén, no había clientes en ese momento, estaba por cerrar.
-  ¿Cómo está tu perro nuevo, ese que encontraste en la calle, todo lastimado? -
-  Muy bien, lo curé yo, no estaba tan lastimado, parecía porque como es de color clarito, la sangre se nota mas -
-  Ahhh, muy bien, muy bien.  Y decime una cosa.  ¿Porqué todos los días hay soretes de tu perro delante de la casa de tu patrón?  Porque son de tu perro ¿no? -
Jorgito abrió los ojos grande y empezó a tartamudear.  Pensó en negarlo, pero tarde o temprano se iba a saber 
-  No soporto que se haga el simpático con mi mamá, le dice piropos, no me gusta para nada, viejo baboso! -
- Es buena persona Valdivia, a veces se pone pesado, pero dejalo tranquilo.  Además tu mamá es grande, para elegir a sus amigos, ¿no? -
-  No le diga nada - 
-  No vuelvas a hacerlo, y yo no digo nada.  Inventate algo, como que descubriste el problema y listo -

Pasaron varios días sin novedades, y Valdivia, ese viernes, al volver del reparto, le dijó a Jorgito - Sabés que no vi más que me hayan ensuciado el árbol los perros ¿Habrá sido alguien que le hizo caso al cartel? -
-  Para mi era alguien que lo quería joder un poco a usted, alguna broma, o quién le dice, alguna apuesta "a que no le llevás a cagar tu perro al árbol de Valdivia" -
-  Ahhhh, esa es buena, no se me había ocurrido.  ¿Pero quién habrá sido? -
-  No se, a lo mejor los chicos que se juntan en la canchita de la calle Alsina, esos se la pasan haciendo lío por ahí -

Jorgito, terminó de secar el piso, mientras Valdivia acomodaba la última bandeja en la heladera  
-  Ahora cuando me voy, le saco el cartel, no creo que haga falta, y si me lo da, lo llevo a casa, quiero usarlo para tapar un agujero en el alambre del fondo -

Riqui de Ituzaingó


Comentarios

  1. Está lindo pero no pude descubrir quienes eran los personajes...Ana Lidia Pagani..

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  2. Pregunto.... Julio se habrá quedado sin nafta que no apareció más o lo habrás agarrado los que golpearon al Pedro???? Ana Lidia Pagani

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