Pantalones de sarga negros, medio brillantes por el uso cotidiano, chaqueta blanca y moño negro como corresponde a un mozo que se precie de tal, como esos que atienden las pizzerías del centro e inclusive las de Flores. Libretita y lápiz negro bastante chico para anotar, aunque a esta altura del partido no hiciese falta, los comensales se quedan más tranquilos cuando hay registro gráfico de sus pedidos; por las dudas...
Carlitos no era un mozo de raza, aunque cualquiera que lo viese actuar con tanta soltura, no lo pondria en duda, pero a decir verdad tenía pocos años de oficio, y todos en la 101, casi casi una academia para los mozos de la zona oeste.
Estuve preguntando por ahí sobre su historia, qué era de Él antes de andar con la bandeja y la servilleta colgada del brazo, y alguna cosa pude rescatar de por ahí..
" En el arranque de los Setenta entre Ramos y Padua se repartían el protagonismo en las noches de los sábado con sus decenas de boliches bailables. Y entre medio de ellos, Jericó en Ituzaingó trataba de estar a la altura y siempre convocaba a los que se retrasaban con sus planes de salida hasta último momento, y también a los fiacas y a los que no conseguían auto y podían volverse caminando. Charly era el Rey, todo empezaba cuando Él llegaba, tarde por cierto como para asegurarse que ya no debía entrar nadie más. Pelo largo aunque se vislumbraban un par de entradas que sentenciarían calvicie en unos años más. Patillas de prócer, camisas muy especiales, por llamarlas de alguna manera y pantalones oxford, de esos anchos que tapaban la totalidad de los zapatos. Los zapatos...otro tema, no menor. Él marcaba la moda y decía cuándo empezaba y cuando terminaba el uso de algo, como por ejemplo los zuecos. Tenía por lo menos tres o cuatro pares, zuecos y también zapatos con plataforma y no le hacía asco a los colores, el muchacho más arriesgado andaba por los colores guinda, con detalles en rojo, siempre al tono, Charly, su nombre de batalla, mezclaba la paleta de un pintor debajo de sus botamangas. Y le quedaba bien!
Contaban que, así como estaba Charly, también estaba Susy. De increíbles ojos negros, casi del color de su pelo, el que más volaba en la pista a la hora de bailar Rock. Su presencia era tan impactante como misteriosa porque nunca se sabía cuándo llegaba ni en qué momento había decidido irse. El boliche era otro cuando Ella entraba a la pista, todo se iluminaba y el climax era el instante que con una mirada aceptaba que Charly fuese su partenaire en un par de temas, era una explosión de alegría en la gente que los rodeaban y no paraban de gritar y corear sus nombres. Todo Ituzaingó fantaseaba por entonces con la relación entre ambos pero la verdad era que no compartían más que algunos minutos cada sábado en el centro de la pista. Pero lo que no podía negarse era la atracción que había entre ellos y los memoriosos dicen que Charly estaba muerto de amor por ella. Esto duró algo más qe un verano de aquellos años setenta.
Meses más tarde se cierra Jericó para festejar el cumple número 18 de Ofelia, la hija de uno de los comerciantes más importantes de la zona. Y como no podía ser de otra manera, el boliche ponía el disc jockey y debía estar Charly, sino no había fiesta alguna. La historia siguió como se esperaba, el playboy del oeste se puso de novio con la hija del comerciante, y meses mas tarde se casaron, dejando en el recuerdo las noches de Soul y el apodo Charly. Ya era Carlos, el dueño de una casa de aberturas frente a las vías. Algún cliente se arrimaba y con una sonrisa, quería que salgan los recuerdos en Carlos pero no había caso, ya casi no quedaban.
- Le cobra Don Carlos a la Señora - Le dijo Martín, uno de los pibes que atendían el mostrador. Una mujer muy desalineada, con una muleta que ayudaba a corregir cierta renguera, y un rostro asustado, con rasgos de violencia le dijo en voz baja - Mi nombre es Susana Torrico, tengo una boleta que pagar de un pedido de chapas - Un escalofrío corrió por todo el cuerpo de Carlos y durante una eternidad se quedó paralizado mirando a los ojos de esa mujer, quién le evitaba una y otra vez la mirada
- Me va a cobrar, por favor?
- Vení Martín, vení por favor - Y se fué al baño a llorar. Desconsoladamente, y en unos segundos todos los recuerdos se le presentaron delante de sus ojos y empezó a maldecir en voz alta.
Martín golpeó la puerta del baño - Se siente bien Don Carlos?
- No, haceme un favor, cerrá vos. Me voy
Un nuevo amigo apareció en su vida esa tarde, el whisky. ya nada fue igual, en poco tiempo se esfumó el negocio, la familia, los amigos....."
Carlitos vivía en una pensión cerca de la estación de Merlo, y había conseguido el laburo en la 101, no era mucho lo que ganaba pero alcanzaba para pagar la pieza y para comer.
Cada noche, terminaba a eso de la una y se iba a tomar whisky a Pick, a Hottys, o ´donde estuviese abierto. A veces alguien le charlaba, quizás con lástima de verlo cómo se ahogaba su vida.
Una de esas noches, lo agarraron entre tres para afanarlo y un mal golpe puso fin a su historia, mejor dicho a sus tres historias, las de Charly, Carlos y Carlitos
Riqui de Ituzaingó
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