Ir al contenido principal

Los chetos de Hotty´s

En la época en la que "teníamos que ir a tomar algo", en mi caso a los dieciséis años, mi lugar preferido era FreePort en Castelar, un bar que estaba en el primer piso de la esquina más importante de esa City, Carlos Casares y Arias. Su entrada era una puerta de vidrio con el nombre del boliche puesto con un  calco (no creo que plottearan en esos tiempos) y al abrirla se veía la escalera que llevaba directamente al salón.  Era grande, tenía un par de barras, un pequeño living, o mejor dicho unos silloncitos que hacían las veces de, y lo más lindo eran los grandes ventanales que por las  noches enmarcaban a ese lugar icónico, casi casi que podríamos decir que era un faro en nuestra adolescencia.  Ahí recuerdo haber ido a un casamiento, a un par de recitales (Yuelze seguro), y a veces los sábados pasaban películas en una pantalla que improvisaban, pero como no estaba muy organizado por lo que recuerdo, se terminaban viendo esas que les decían de clase B o C queseyó, películas yanquis, oscuras, dónde siempre o achuraban a uno o la policía andaba detrás de algún caso de corrupción.  Totalmente olvidables.
Pero sin dudas mis mejores recuerdos son de no más de un par de veces que fuimos después de las seis y media, ya terminándo nuestro año quinto de secundaria; la música, el entorno, las luces eran otras, poníéndole el marco justo a esos últimos días de pantalón gris y chomba azul.
Por entonces se estilaba, supongo que ahora también  entre los chicos, el formar parte de un bando social, los chetos, los pardos y los stones.  Si uno lo analiza un poco, esa clasificación debería ser social, y basada principalmente en el dinero y en el círculo en dónde cada uno se movía; cuestión bastante odiosa por cierto.  En nuestro caso, en la mayoría de nosotros, se limitaba a la ropa y en menor medida a gustos musicales.
Para ser cheto, había que usar ropa de marca y original, no andar con truchadas.  Arrancando por arriba, las chombas debían ser Penguin preferentemente o Lacoste, pero esta no tanto porque había muchas  dando vueltas por ahí con el  cocodrilo con la cola para abajo que costaban la tercera parte. y uno nunca la tenía clara cuál debía ser la posición de la cola del bicho.  Y si refrescaba, el pullover obviamente también tenía que tener al  simpático pinguino Yoni.  Los lompas, Wrangler o UFO, en sus versiones de jean o de corderoy finito, y siempre en azul oscuro, no se  jodía con los colores.  Las medias si o sí eran de toalla Hang Ten, yo las recuerdo en color blanco o amarillo.  Acá hay que hacer una aclaración, hoy afirmo que el 95 por ciento de esas medias eran compradas en la feria o en algún revoltijo, total ¿quién te iba a andar mirando las patas?  Respecto al calzado hay un par de versiones que aún hoy en día se discuten.  Unos autores dicen que había que calzar mocasines tipo chayanne, esos con los flecos para adelante.  Otros dicen que no, que la onda eran las zapatillas Topper de tenis, amarillas o celestes preferentemente (jamás azules, y blancas, mmmmm).  Muchas veces completaba el atuendo anteojos de sol como los que usaba Poncharello en la serie Chip´s, pero esa era una figurita difícil, la única posibilidad era mangar excepcionalmente al hermano mayor, tarea para nada menor.  Ahora, si bien estos chabones andaban así vestidos por la vida, no se identificaban como chetos, porque lo consideraban un mote despectivo.
¿Y los pardos? Tendría que consultar con los memoriosos pero para mi eran los que se vestían normalmente, con lo que tenían.  Claro que también llamarlos por ese mote era algo ofensivo, y a veces se usaba con crueldad.  
Los stones eran medio personajes, usaban pantalones bombilla (hoy chupines), y había una marca que los hacía bien, llamada Little Stone, que se conseguían en Chacarita.  Estos fumaban casi siempre, y el que había heredado un frasco de Patchouli del viejo o de un primo mayor, se lo zampaba sobre la ropa.

Así andábamos por la vida por entonces, pero el tema era que nosotros vivíamos en Ituzaingó, y comparado con sus vecinos era un pueblo: Plaza y a su alrededor Iglesia, Comisaría y algunos negocios y pará de contar.  Y como sucede con los pueblos, uno tiene que mostrarse, y qué mejor lugar qué Hotty´s, "el bar".  Había tres o cuatro personajes que los sábados por la tarde se estacionaban en su vereda, la que se iluminaba hasta que el último rayo de sol se metía por detrás de los chalés más tradicionales.  Ahí se los veía con su perfecto uniforme de chetos, con los pulgares en las presillas de los pantalones y moviendo la cabeza suavemente hasta que sus anteojos Ray Ban reflejaban a Febo, listo para crepuscular, logrando llamar la atención de los que estaban del otro lado de la plaza.  Yo creo que estos individuos encandilaban más a las señoras grandes, más que a sus hijas o nietas si correspondiera.
A nosotros nos intrigaban porque también los veíamos algún viernes o domingo por la noche dentro de Hotty´s, siempre juntos pero un poco alejados del vulgo. Mi amigo Oscarcito me contó que solía verlos en el club GEI los sábados casi cuando estaban por arrancar los lentos, aunque jamás los vió bailar, los tipos se estacionaban en la barra y de ahí no los movía nadie.

¿Quienes eran? ¿Qué buscaban?,  Encontré hace poco poniendo órden en el segundo cajón de mi mesita de luz, una libreta de esas que entran en el bolsillo de la camisa, con algunas anotaciones al respecto.  A saber:

  • Según Tony eran agentes de Kaos que tenían su cuartel zonal en el el primer piso de la Galería Centenario, con acceso por una puerta disimulada en el baño de mujeres de Hotty´s
  • Yo una vez escuché en la plaza del lado sur que según un manuscrito encontrado en una compraventa de libros y revistas y que databa de por lo menos un siglo atrás "a fines de la centuria que vendrá, el hombre elevado proveniente de los confines de nuestra galaxia descenderá a la Tierra y se mezclará entre nosotros para salvarnos de una nueva hecatombe nuclear".  Creo haber leído que siempre bajaban tres o cuatro, por si las moscas..
  • Carlitos aún hoy sigue sosteniendo que eran Taxi Boys dispuestos a vender su cuerpo a damas que añoraban las correrías de juventúd, y si pintaba, algún señor que gustara de la carne de ternera.
  • Los más escépticos (¿así se escribe?) decían que seguramente se trataba de un plan de la DGI para recabar información acerca de los movimientos de dinero de la gente, para luego caerles con todo el peso de la ley
  • Cilla decía que le parecía haberlos visto "demorados" en la Comisaría 1a (una vez que fue a gestionar un certificado) y que seguramente la pilcha no había sido adquirida con dinero bien habido.  Y ni que hablar de los anteojos!
Hoy ya casi cuarenta años después, veo una foto en el facebook de cuatro vejetes de, calculo yo, sesenta pirulos, pelados, gordos, uno en joggineta, otro con la campera de los barrenderos de Itu, el más alto con la camiseta de Racing que tenía el Rosamonte en el pecho, y el más petiso con equipo de cuero (bastante gastado) empuñando una impecable Zanella 125 Sapucay.  El comentario de la foto decía algo como "te acordás hermano, qué tiempos aquellos, cuando rompíamos las tardes de los sábados de Ituzaingó con tanta facha que teníamos!  Cuarenta años después nos seguimos juntando (cuando nos podemos escapar) y hoy repetimos la foto esa que todos tenemos enmarcada en el corazón".  Y en la imagen que está a continuación, los reconocí de inmediato. 
Fin del misterio, ¿Quienes eran? Cuatro pibes, como vos, como yo.

Riqui de Ituzaingó


Comentarios

  1. Excelente pintura de una época que vivimos m´ás o menos parecido... cambiaría alguna esquina, pero las "bandas" eran esas tres, y el que no estaba con vos estaba CONTRA vos...

    ResponderBorrar
  2. por qu´é me sale Unknown cuando respondí arriba?

    ResponderBorrar
  3. Qué lindo leerte!!! los pibes que mirábamos.....

    ResponderBorrar
  4. Riki: te has convertido en una biblioteca de la cultura local. Muy emotivos recuerdos que está bueno sacar a la luz y dar a conocer. Te felicito!!!

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

El Vasco - 1. El Parroquiano

Religiosamente, como hace más de veinte años, Don Germán llegó a la puerta del boliche de San Martín y calle 3, pasaditas las  7.  Apoyó la bicicleta sobre el poste verde del alumbrado público, se quitó los guantes de cuero, y sacó de entre sus ropas un manojo de 15 o 20 llaves, que a entender de quién escribe este relato, deben haber servido pata cerrar distintas etapas de su vida.  Hoy con unas seis se arreglaría, dos para las puertas de su casa, una para el candado de Anacleta, esa que lo trae aquí cada día desde el ´83.  Y las del boliche, una de la cadena de adelante, la Trabex de la puerta principal, y la del fondo.  Las otras llaves, vaya a saber uno cuándo giraron por última vez. Quitó la puerta de chapa, sacó los largueros, no sin antes pegarle un par de pataditas que no hacen más que deformar la chapa, y generarán a la madrugada una nueva puteada, ante la sonrisa escondida del barrendero de turno. - ¿Cuándo será el día que Juan o Luis se den cuenta que este boliche les va a q

El Vasco - 7. Los zorzales

Por iniciativa de los descendientes de aquellos primeros inmigrantes, este año y por primera vez, se trasladó al pueblo, la fiesta de la Vascongada.  Durante casi una semana, el pueblo elegido se viste de gala para recibir esta festividad, tan cercana a su gente.En esta oportunidad, desde hace un par de meses se está organizando todo conla ayuda de unos vascos oriundos de Artega, Santa Fe. Donde comienza el boulevard de la San Martín, ahí cuando cruza la calle Pueyrredón, se armó el inmenso escenario, que fuese prestado por el Club de Paleta.  Levantado casi dos metros del asfalto, permite que cualquier espectáculo pueda verse desde dos o tres cuadras, sin problemas.  El año pasado, cuando se hizo la Fiesta Provincial del Maíz, se le agregó un techo de chapas, para evitar que una ocasional lluvia haga suspender el evento que se ofrezca en ese momento. Sesis cuadras de la avenida se vistieron de ocasión.  El verde de los estandartes eran el reemplazo indicado de las hojas que aún no se

El Vasco - 2. Un par de mate cocidos

 El camión esperaba ser cargado con el pedido de materiales del Convento de La Merced, y si bien aún no habían bajado el remito de la oficina, este ya estaba en marcha para disgusto de todo ser humano que merodeara por ahí.  La mañana, aún sin sol, se colmaba con una bruma helada, típica de los primeros días de Julio.  Pero el camión Dodge de Materiales San Martín, con su humareda de gas oil mal quemado, le daba al lugar una espesura que nada tiene que envidiarle a las tormentas del Mar del Norte relatadas por E A Poe. -  Cheeee, carguen ese camión de una buena vez que nos vamos a morir todos intoxicados! - Dijo Pedro mientras hacía la recorrida de cada mañana, revisando que todo estuviese en orden.  Aunque en un terreno atestado de ladrillos, varillas e inmensos médanos de arena, pocas serías las sorpresas que habrían de aparecer.  A decir verdad, esa recorrida la usaba para fumarse un pucho medio a escondidas, para evitar los retos de sus empleados, todos con más de diez años trabaja